4. Una Fasco.

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—Geronimo.. pero su mirada la delataba...— le dije en voz baja.

Él sonrió comprensivo y palmo mi mano. Le vi con mucho asombro y luego él rió bajito.

—¿Qué es tan gracioso?— me cruce de brazos.

—La veo y no puedo evitar recordar a Amadeo— Fruncí el ceño y apenas le sonríe.

—Cuénteme sobre él..— me atreví a decir.

El suspiro y cabizbajo sonrió.

—Su bisabuelo era el séptimo de once hijos.. Su familia se dedicaba a atender la ganadería. En aquel entonces había una familia muy afortunada, que se dedicaba a vender y comprar reses. Por suerte él era mi vecino, y su padre era compañero de trabajo del mío. En la escuela era muy listo, siempre sabía las respuestas a las preguntas y le gustaba siempre estar investigando. A mí no sé me daba mucho eso, pero de vez en cuando lo acompañaba a la biblioteca a leer un poco y así alimentar su curiosidad. Él había dejado el pueblo para mudarse a la capital, su padre había conseguido un buen empleo y una casa más grande. Supe muy poco sobre él en aquel entonces, hasta que llegue a Venezia.. mi amigo de la infancia Amadeo Fasco, estaba en boca de todos. Había logrado las cosas que quería en vida, tenía una familia, dinero y está casa.. pero su salud cada vez empeoraba. Antes de que él muriera.. dejo su testamento y por ello la herencia a ti—

Sonríe al escuchar sus palabras, abrí la boca intentando decir algo pero nada salía. Luego me detuve. Dejé caer mis manos sobre mi regazo y de nuevo le vi.

—¿Y la bruja de donde salió?— y entonces por primera vez escuché a Geronimo reír.

—¡Genanvi!— me regaño y luego rió un poco más.

Me encogí de hombros y reí con él.

—Es bruja, como la llamas.. no es tu bisabuela..— susurró bajito y yo solo me tape la boca, evitando reír muy fuerte. —Verás.. Amadeo se casó con la mujer que amo en la infancia.. Graziella Mancini. Esa mujer era hermosa, verdaderamente hermosa—

Una sonrisa se formó en mis labios. Una corriente eléctrica subía desde las yemas de mis dedos hasta mis hombros, los cuales encogí al ver cómo Geronimo se perdía en sus recuerdos, sonriendo de la nada.

—Usted admiro mucho a mi
bisabuelo..—

—Uff... mucho es poco. Él fue un gran hombre—

De una manera espontánea me levante de aquella banca y jugué con mi vestido, tomando de las orillas y meneandolo por toda la sala. Cerré los ojos sintiendo mi cuerpo girar sobre mis talones, mi cabello comenzó a alborotarse y mis labios a brotar una sonrisa. De pronto golpee con mucha fuerza sobre algo, cayendo al piso sobre mi trasero.

—Definitivamente lo era..— Olesschka se encontraba cruzada de brazos y alzando ligeramente la cabeza.

—No la vimos entrar
señora..— rápidamente dijo Geronimo. 

 Ella apenas sonrió.

Como pude me levante, y camine de nuevo al sillón donde Geronimo me hacía señas con la mirada.

—¿Ya le contó el resto de la historia?— interrogó Olesschka.

El arqueo una ceja, abriendo sus ojos y sonriendo nervioso.

—Vamos paso por paso—

—¿Contarme qué?— mis curiosos ojos fueron hacia Gerónimo, quien me sonría nervioso. 

—¿Sobre la herencia— me atreví a preguntar.

—No comas ansias, querida— intervino Olesschka.

Herencia ItalianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora