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Me encontraba sentada, en medio del oscuro pasillo;  La loca idea de ser solo una marioneta manejable al placer propio de ella por más tiempo  me aterraba. En cierto modo no era más que solo el medio de diversión de alguien más, como una muñeca Barbie siendo manejada al antojo de una pequeña niña.

Me levante del suelo, sacudí mi falda, me armé de valor y la llame  -Elizabeth, ¿estas despierta? – dije con la voz temblorosa, me sentía tan estúpida allí parada llamando a la causante de mi sufrimiento.   

–Aquí estoy Evangelina - Me acerque a ella sigilosamente, y rodee su cuerpo con mis brazos: Era ahora o núnca...

-La vida es un simple juego mi amiga, tú me lo has dejado bastante claro, pero para tu mala suerte ya me canse de no ser más que tu juguete de diversión. – Fue lo último que susurré en su oído al traspasarla con mi daga sin remordimiento alguno.

Observe con cuidado como la vida se escapaba de sus ojos, presencie su último aliento mientras una satisfacción indescriptible me invadía ¡Al fin era libre! me había librado de mi endemoniada titiritera...

Mis ramilletes se partieron en dos, poco a poco mi fantasmal aspecto desaparecía dando lugar a una nueva yo, una viva yo...

Mientras que la pobre desgraciada de Elizabeth se convertía en el nuevo fantasma en la pared...

-Hasta nunca mi vieja amiga - Susurré mientras me iba para nunca más volver...

El fantasma en la pared.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora