"Los Zapatos Desconocidos" por J.J.J

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Me despierto en mitad de la noche, como muchas otras veces. Ngh, qué dolor de cabeza... y además ¡me muero de sed! Me ladeo hacia la mesita para buscar un poco de agua, sin éxito. La pereza combate contra mi sed pero sale perdiendo, nunca antes había tenido tanta sed.

Voy a oscuras hasta la cocina. Debe haber una luna inmensa hoy, casi parece que haya encendido la luz. Me sirvo un vaso de agua, otro, otro más... y nada, no me sacio. Desisto y me dirijo hacia mi habitación a ver si durmiendo un poco se me pasa.

Cuando estoy a punto de acostarme algo me chirría, una sensación que me avisa que algo no anda como siempre. Deshago mis pasos y ahí está: un par de zapatos, perfectamente colocados al lado de mis zapatillas de andar por casa. Me giro de golpe, por instinto, y empiezo a escudriñar toda la habitación: nada, no hay nada más. Me apresuro en ir al comedor, a la cocina, el baño... nada.

Desisto y vuelvo al dormitorio para examinar las zapatillas: negras, suela muy desgastada por la punta, algo sucias de barro u otra sustancia. Lo único verdaderamente relevante es que no son de mi talla, son un par de tallas más. Les doy un par de vueltas intentando recordar si son de alguien conocido ¡qué bien me vendría ahora fijarme en este tipo de detalles! ¿Será una broma de Denis? Sinceramente no le veo la gracia. Voy a intentar dormir y no darle más vueltas al asunto.

Tic, tac. Mi sed continúa igual. Tic. Incesante, quemándome. Tac. Martilleante. Necesito hacer cualquier cosa, TIC, con la mente ocupada parece disiparse un poco. TAC, ¡Pum! Me cargo el maldito reloj de mesa. Maldita broma. Me encuentro desvelado, sediento y enquiciado.

Será mejor que salga a dar una vuelta. Miro la hora, por costumbre, en el reloj de mesa y me enervo aún más. Miro el móvil: son las cuatro y media de la noche, ¿quedará muy raro si salgo a correr? Sin darle vuelta alguna me pongo ropa de deporte y salgo de casa.

Tras salir del bloque empiezo a ir al trote, las calles están desérticas. Me pongo a correr, por el amor de un dios, ¡cómo necesitaba esto! Tras alejarme un par de manzanas de casa acelero el ritmo, intentando buscar esa sensación de quemazón en las piernas. Me paro en seco: ni quemazón ni sudor, de hecho. De repente algo detona en mi mente, algo no muy lejos de mi huele extremadamente bien, siento como si me llamase, como cuando entras a una panadería sin haber desayunado aún y hasta la barra de pan más simple pudiese ser ambrosía. Reanudo mi carrera siguiendo ese olor, ese deseo.

Ahí está, al lado de una vieja cabina telefónica. Una persona yace, aparentemente inconsciente, en el suelo. Me dirijo a ella para ver que le pasa, ¡maldita sea! debería haber cogido el móvil. Es un hombre mayor y por su apariencia desaliñada apostaría, sin miedo a equivocarme, que se trata de un sin techo. Definitivamente está inconsciente, pero esto es un detalle menor, lo que me tiene cautivado es el tremendo tajo que tiene en el cuello. Por inercia le tapo la herida, al principio, pero en el momento en que mis manos se empapan de sangre ardo en deseos de acercarme a ella. Nunca antes había presenciado algo así, salvo si contamos en la pequeña pantalla, claro está. La forma en que cada latido hace brotar más sangre, percibir como su vida se apaga con cada momento que pasa, el poder de salvar o sentenciar... Puro éxtasis. Cual criatura de ficción acerco mi boca la sangre, lamo de arriba abajo y empiezo succionar, a morder. Le he destrozado el cuello, más aún. Creo que intenta gritar pero sólo sale un sonido ahogado.

Cierro los ojos profundamente.

Me despiertan golpes a la puerta. Yazco desnudo en mi cama.

-¡Abra la puerta! ¡Policía!

Reto Creativo 1: Los Zapatos DesconocidosWhere stories live. Discover now