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El chico de piel blanca mostró la sonrisa más hermosa que no pudo haber hecho en muchos años atrás.

Era esa la alegría de tener a ese pequeño pedacito del pasado en sus brazos.

El pequeño de cabello café se dejaba hacer cosquillas por el mayor, riendo a carcajadas.

Inukashi, la ahora dueña de un gran y famoso hotel y también madre soltera había ido a visitarlo.

Llevando al retoño tan parecido y distinto a Shion.

La pelinegra los miro con un rostro alegre, ambos se veían muy felices.

—Shion tranquilizate.

—Losiento. —

La respuesta de ambos le causó mucha gracia y no pudo evitar carcajearce, esta se lo había dicho al pequeño, si seguía riendo así, seguro le daba dolor de estómago.

Pero ambos habían respondido.

Después de todo, se llamaban igual.

A Shion ya no le pareció tan fría y triste la vida, con tan sólo unas pizcas de color en su lienzo blanco.

Por que, habían pasado exactamente ocho mil setecientos sesenta horas que no sabía nada de Nezumi.

Otro año más.

Y su corazón volvía a arder.

Cada vez que llegaba la época de tormentas dejaba su ventana abierta, siempre con un botiquín a la mano.

Creyendo que la lluvia lo regresaría tal como lo trajo.

Y con todas las esperanzas envueltas con él en sus sabanas, que esperaban ansiosos en una esquina de su habitación.

Que se rompían como miles de cristales, cuando llegaba el amanecer, que se vaporizaban como la lluvia de la noche anterior.

Y como cada día de su joven vida, se rompía a llorar.

Porque se prometió no flaquear, no perder la voluntad y fe que tenía.

—Regresa, regresa, regresa ya.

Eso era lo que susurraba en las noches tormentosas con sus manos juntas, implorandole al cielo por que los dioses no existían en un mundo tan consumido en lo que fue el odio.

Pero como Nezumi, la temporada de tormentas se iba y otro año igual no volvería.


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[Editado]
Hob.

Azul Rey. [No.6]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora