La noche anterior

39 15 0
                                        

~Mateo~

Aquella noche que transcurría entre ecuaciones y ensayos, me sentía un alma triste y cansada siendo devorada por la universidad.

No era la primera noche que me sucedía, podría decir que aquel tipo de escenario se presentaba en mi vida con más frecuencia que las noches de descanso, pero la única razón por la que he de recordarla como una noche singular, son las repercusiones que tuvo en mi ánimo en la mañana siguiente el no conciliar las suficientes horas de sueño.

Era alrededor de la una de la mañana y acababa de mandar una presentación a Alex y Alan, mis dos compañeros de grupo.

Afuera llovía con fuerza y junto con los placenteros sonidos de mi papá dormido, me antojaban de manera monstruosa acostarme a descansar.

Cada cierto tiempo, cuando me era difícil plasmar algo, me recostaba sobre la silla reclinable y esta rechinaba de una manera vulgar. Entonces, cerraba los ojos y trataba de concentrarme para saber qué le daría más sentido al texto que me encontraba redactando. Después de unos segundos en blanco, mi cerebro empezaba a procesar nuevas ideas yo continuaba, agobiado por lo que me faltaba.

En medio de un ensayo de laboratorio, volteé a ver a la pared donde se encontraba Edgar Allan Poe y tuve el presentimiento de lucir igual de amargo.

Que no se le ocurra a ningún cuervo venir, pensé. Intentando darme ánimos. Pero sacudí la idea con un movimiento de cabeza. Precisaba concentrarme.

Miré hacia el reloj encima de Poe y mis hombros se volvieron de acero. Un grotesco bloqueo llegó a mí.

Para contrarrestar la presión que ejerció sobre mí la hora del reloj, traté reorganizar las prioridades y noté que todo lo pendiente era de suma importancia. El desespero se abrió paso en mi organismo.

Suspiré, frustrado.

Sabía que distraerme durante unos minutos me serviría, así que me dirigí a la cocina para prepararme un café. Bajando por las gradas oí con más fuerza los ronquidos de mi abuelo, sentí envidia y mis pasos se volvieron más cansados.

El asunto del café tardó unos buenos diez minutos que solo me provocaron más angustia y pena por las escasas horas de sueño que conseguiría.

Al haber preparado mi taza del líquido revitalizante, salí de ahí, desganado y soplando la taza en mi mano.

Llegando de nuevo al escritorio, me detuve un segundo y reparé en su aspecto lúgubre, mi primer instinto ante eso fue huir. Que Poe me ampare. Sin embargo, tomé un sorbo de café, que como era de esperarse, sabía horrible y seguí acercándome, siendo esa la única opción con la que contaba. Le rehuía a la mediocridad.

Me posé frente a la computadora y con un «manos a la obra» mental, continué con el trabajo.

**********

El tan odiado sonido de las alarmas me sobresaltó. La cogí en manos y vi la hora: 6:05 a.m.

«¡Madre purísima, me quedé dormido!» exclamé antes de ponerme de pie y correr a darme un baño.

Pocos minutos después, crucé la puerta de mi habitación con el folder que contenía mi trabajo impreso en mano y terminando de abotonarme la camisa.

Al bajar a la sala, vislumbré a mi mamá en la cocina, moviendo algunos trastos y con un aspecto que reveló lo adormitada que aún estaba. Sofía, mi hermana menor, no tenía colegio aquella mañana, por lo cual mi mamá no se levantó a la hora que normalmente lo hacía y por consiguiente, no comprobó si yo ya me había despertado también.

LucreciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora