Una promesa que pesa sobre sus hombros, un chico dispuesto a desenmascarar sus secretos y muchos obstáculos que intentarán separarlos.
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Emily Burton que paso de ser alocada y divertida a ser una chica tímida y retraída nadie sabe mucho de ella má...
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— Vamos Emily vamos, Emily hazlo – los gritos de la gente a mi alrededor me motivaban a querer ganar. Sentí el grito de Zac por encima de la multitud. Eso me motivó a beber el último vaso de tequila. La garganta me quemaba, pero aun así comí el limón y la sal. El tumulto de adolescente grito eufórico. Le había ganado a Esteban Miller el egocéntrico capitán del equipo de baloncesto.
— Esa es mi chica – la voz de Zac sonó clara en mis oídos. Su aliento chocó contra mi cuello. Mientras me ayudaba a pararme del banco donde estaba sentada.
— Vamos a bailar amor – mis movimientos eran cada vez más torpes. Todo el alcohol que había tomado esa noche se estaba mezclando en mi estómago. Sentí que me caería, pero Zac estaba ahí para agarrarme. Él siempre estará ahí para cuando caiga.
— Mejor te llevó a casa para que bebas un poco de café y luego te llevaré a tu casa estás muy ebria – posó su mano en mi cintura y otra en mis rodillas. En un segundo me encontraba en el aire. Y no solo por el efecto del alcohol, sino que literal estaba en el aire. Zac me llevó a su auto. Esta no era la primera vez que me emborrachaba ni tampoco será la última. Mi novio sabía cuándo ya no podía estar en pie y esta noche era una de esas ocasiones.
— Mi amoo... rrr quiiii... eeee...ro dor... rrr...mmmm... ir – dije arrastrando las palabras
— Después de un café podrás dormir mi chiquita cruel – me resigné a estar despierta. Era mejor si sigues las reglas de Zac él no es muy amable si algo no se hace como dijo. Y para mí tampoco había excepción. Pero mis párpados se estaban cerrando lentamente. Mire a Zac él estaba concentrado en la carretera.
— Ya casi llegamos linda – eso me puso más tranquila me estaba durmiendo. Necesitaba un café urgente. Mis pensamientos empezaron a viajar. Dentro de unas semanas sería el partido de fútbol femenino en el Instituto. Debía tratar de no salir ese fin de semana, sino la entrenadora me matará. El auto paro enfrente a la casa de Zac. Me ayudó a bajar mis movimientos eran cada vez más torpes. Ni hablar de que mis reflejos se esfumaron. Entramos en la casa intentado no hacer mucho ruido. Me llevó a la cocina sentándome en un banco en la isla de la cocina. Esperando el café que estaba ya oliendo. Tome la humeante taza entre mis manos, sorbiendo un trago del líquido negro que olía tan bien. En un par de minutos tomé todo el contenido de la taza. Y luego de otra taza Zac me llevó de nuevo al auto dejándome dormir. Pero hubiera preferido jamás haber ido a esa dichosa fiesta. Cuando llegue a casa me entere de algo terrible. Mi mamá ya no estaba. El dolor que sentí en ese momento se podría describir como si tiraras una copa de cristal al suelo y se rompiera en mil pedazos. Por inercia tú pisas esa copa y todos los cristales quedarán enterrados en la planta de tu pie. Un dolor agudo y punzante que cuando parecía irse vuelve de nuevo con fuerza.
Una semana después de eso Zac me dejó delante de todo el instituto. Eso me dolió mucho. Ahí sentí como si cayera sin fin en un vacío y no estaría Zac para atraparme. En esos momentos pude pensar las veces que hablen con mi mamá. Ella me decía que Zac no era para mí. Pero yo no quise creer en sus palabras pensé que se equivocaba. Ahora me lamentaba de cuánta razón tenía con respecto a él. Estuve casi dos semanas sin querer ir al instituto. Mi promedio en ese entonces era alto por la única razón que así podría jugar fútbol. Mi papá arregló para poder terminar los últimos tres meses que me quedaban on-line. Luego de eso nos mudamos lejos de aquí. Mi hermano y yo nunca habíamos sido muy unidos, pero tras la muerte de mamá. Nos unimos más y él se volvió muy sobreprotector conmigo. Por lo cual antes de irnos le partió la cara a Zac.