CAPÍTULO 1

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Yo, me encontraba en una especie de 'éxtasis' escuchando AC/DC, mi canción favorita de ellos: Higway to hell. Es una canción que realmente me hacía tirar las cosas de la mesa; algo que me hacía olvidar aquellas penas realmente imborrables. Aquellas marcas, que no venían reflejadas en la piel; pero, sí en el corazón. Unos recuerdos pesados e imborrables, pero, a la vez; jamás desearía olvidarme de ellos. Con el dolor se aprende, se madura. Nadie haya la felicidad, sin un punto de sufrimiento. La canción, estaba apunto de terminar; tenía que volver a la misma rutina de siempre. Tener que ver a mi madre, a la misma madre que me engañó; mi madre, la que no me entiende y jamás me entenderá. Quizá, ella piensa: ''Ya madurará'' tendrá hijos etc Pero, yo vivo lo que siento. Si tengo motivos par estar en una especia de nube negra lo estaré, soy madura en mi sentidos. No tengo porque soportar el mismo ejemplo de siempre. La canción finalizó. Era por la tarde, una tarde de Mayo; una tarde soleada, calurosa; con una buena temperatura. Madrid, aquella tarde; parecía haber estrenado un perfume nuevo; parecía que se había puesto guapa para la ocasión. Tendré, que ir a la cocina a comer mi merienda; una merienda interminable...

-¿Qué tal, hija? Dijo su madre, con su misma voz alta; pero aguda.

-Como siempre. Dice pasota.

-Siempre con tus mismas contestaciones; estoy un poco harta. Dice indignada. Siempre, nos peleamos; día de suerte el que no nos peleemos.

-¿Qué quieres que le haga yo, mamá? ¿Finjo?

-No te vendría mal de vez en cuando fingir, se te vería más bonita.

-¿Me estas sugiriendo que finja? Esta es la personalidad que tengo, te guste o no te guste ¿entiendes? Si no te gusta como soy; es culpa tuya.

-¿Qué te he hecho yo, eh? Dice surfurada.

-No sé, ¿no lo recuerdas? Te refrescaré la memoria. Hace cuatros años; cuando papá murió y ni si quiera, sabía que iba a morir. No pude impedir nada.

-¿Qué ibas impedir? ¿Su muerte? Dice más calmada, pero con su tono fuerte de siempre.

-No, ojalá. Al menos, podía haberle dado mi último y sincero adiós; podía haberle explicado muchas cosas. Le podía haber dicho todo los años que hemos pasado juntos, lo que han significado para mi. Pero no, cuando lo perdí, me di cuenta de lo que tenía. No hechas de menos algo hasta que lo pierdes. Ojalá, le hubiese dicho cada día: ¿Sabes que te amo? Pues eso. Dice medio llorando y en dirección a su habitación.

La madre, inmediatamente se va al salón; de disponía a leer, pero pensó que reflexionar; no era malo.

Se que me equivoqué; le fallé. Ella amaba su padre y lo sigue amando.

Iban todos los Domingos a patinar o a correr; mi marido, su padre; le ayudaba cada tarde con sus tareas, luego, jugaban o veían películas. Cada viernes, hacía una tarta por la noche y todos los días del verano; iban a la playa. Jugaban, saltaban, cantaban, pescaban, corrían, construían castillos de arena y claro; hacían guerras de arena. Eran inseparables; diría que, para mi marido, era la persona que más amaba en esta vida y yo, no estaba celosa; para nada. Luego, cuando ella tenía 11 años, mi marido enfermó; tenía cáncer y le empeoraba cada semana. A mi hija, le mentimos; fue decisión de su padre y mía, pero sobre todo mía. Fingimos, diciendo que se iba durante un tiempo por motivos de trabajo; pero, mi hija no se pudo despedir bien. Luego, ella entristecía, pero ella; se lo creyó. Casi al final de su muerte, mi marido; le dejó cartas para cada momento importante de su vida. Le dejó, una carta especial por cada cumpleaños; una carta adolescente para que estudiará; una carta adolescente diciéndole que era la peor edad, un vídeo para cuando tuviera su primer noviazgo y la última carta del día de su boda. También, se molestó en hacer una carta para el afortunado que compartiera la vida con su hija...

Claro, es duro no ver a tu hija crecer, estar con ella en la edad más difícil; para poder ayudarla. Cuando se va haciendo una mujer y tiene sus primero novios...Ojalá, yo pudiera haber hecho ese papel de padre y madre...

Mi hija Martina, es preciosa; con ese pelo larguísimo y ondulado; de un color peculiar, castaño oscuro, tirando a negro, y encima en verano con mechillas caoba, a veces. Unos ojos grandes y bellos; de un color grisaceo; con unas pestañas larga y unas cejas perfectas haciéndole la mirada aún más significativa. Una nariz fina. Unos labios gruesos, de un color rojizo. Unos dientes blancos y perfectos, aunque tenía los primeros dientes de abajo un poco torcidos; pero ni se notaban. Su piel era suave, para haber tenido la piel seca de niña y su piel era blanca; se ponía morenita en Verano. Un cuerpo bonito; era delgada, con unos pechos ni grandes ni pequeños; unas nalga normal; igualmente ni grande ni pequeño; pero sus piernas eran bellísimas. Tenía una actitud negativa, se le notaba en la mirada; que no lo había pasado muy bien; pero es hermosa, nadie lo puede negar. Esos ojos, me recuerdan tanta a mi marido...

En cualquier momento, tu vida, cambia de estaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora