CAPÍTULO 5

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Hace una mañana preciosa. Raramente, se encuentra bien. Se encuentra segura ¿Y por qué no? ¿Y si está madurando? No soporta aquella idea. Madurar, nunca ha sido una palabra bonita para ella. Ella prefiere ''crecer'' y punto. No es necesario ''madurar'' debido a que cada persona, tiene una distinta personalidad, y una manera de ''crecer'' más rápida o más lenta.

En definitiva, tiene que levantarse, desayunar, y arreglarse.

Cosa que hace, sin rechistar. Nunca le ha caído bien su madre, y tampoco, ahora se lo iba a poner fácil. Podríamos permitirnos, llamarle ser rencorosa. Aunque ella, piensa, que es justo lo que hace.

-¡Buenos días!Dice alegre su madre. Mientras, que se acerca a darle un suave beso en su mejilla.

-¿Qué haces?Y rápidamente, se aparta.

-Hija, no te entiendo de verdad, no lo puedo entender. Dice resignada.

-Mamá, no has entendido nada de mi vida, en estos años. No pretendas entenderme ahora, porque te advierto, que conocerme, sería tu peor elección.

-Eres mi hija, tengo todo el derecho del mundo ha darte un beso.

-Y casualmente yo, al negártelo.

Luisa, sigue sin comprender a su hija. ¿Qué ha hecho? Ya no sabe, que método usar. Tampoco pierde la esperanza, porque ella, aún piensa, que Málaga, podría ser una buena opción, de que toda esa situación, acabase.

Luisa y Martina, comienzan a desayunar, las ricas tortitas, que tanto le costaron aprender a Luisa. Siempre, quería tener a su hija feliz. Y como, no podía conquistarla cariñosamente, ni hablando. Decidió, al menos, tenerla contenta materialmente. Luchó y luchó por ella, por tener todo lo que Martina quería, incluso olvidándose de ella misma. Así que, como aquel desayuno era el favorito de Martina, pensó que realizarlo, sería un punto más a favor, en la relación tan extraña de madre e hija, que se podía contemplan en aquella acogedora casa.

-A tu favor diré, que no te han salido mal. Están decentes.

Luisa, no evita su carcajada.

-Perdone señorita, pero no creo que la palabra elegida, es la más correcta en esta ocasión. Dice Luisa, para intentar provocarle la risa a su hija. En una revista, leyó, que a las niñas, les gusta reírse del lenguaje malo de sus madres. Pero no, a maldad.

-Mamá, haré como que me hace gracias. Y sin más, entra en el baño, comienza a lavarse los dientes, hace sus necesidades, y entra a su habitación y rápidamente se cambia.

-Señorita, no graciosa, me voy.

A Luisa, le impresiona aquella frase. No lo ha dicho con mal tono, parecía querer jugar con ella a las ''frases inteligentes'' y a llamarse ''señorita''

Martina, llega a el instituto...

En cualquier momento, tu vida, cambia de estaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora