SEGUNDA ESCENA

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Otra parte del bosque.

Entra Titania con su séquito.

TITANIA
Vamos: ahora una redondela y un canto hechizador; después, aléjense durante el tercio de un minuto; unas a matar los gusanos de los olorosos capullos de las rosas; otras, a guerrear contra los murciélagos, a fin de conseguir sus alas de cuero para hacer con ellas capisayos a mis pequeños duendes, y otras, a mantener alejado al clamoroso búho, que lanza sus gritos en la noche y sobrecoge a nuestros vaporosos espíritus. Cántenme mientras me duermo; después, a sus quehaceres, y déjenme descansar.

LAS HADAS CANTAN

Manchadas sierpes de doble lengua,
espinosos erizos, no se dejen ver;
orvetos y lagartijas, no ofendan;
no se acerquen a la reina de las hadas.

Ruiseñor, con suave acento,
canta nuestro dulce lullaby.
Lulla, lulla, lullaby, lulla, lulla, lullaby.

Ningún perjuicio,
encanto o maleficio
a nuestra amada dueña se acercará
así, pues, buenas noches con lullaby.

Tejedoras arañas, no vengan aquí.
¡Fuera sus largas patas, fuera!
Escarabajos negros, no permanezcan cerca;
gusanos y caracoles, no dañen.

Ruiseñor, con suave acento, etc.

HADA
¡Escapemos lejos! Ya está todo bien. Sólo una quedará a distancia, de guardia. (Salen las Hadas, Titania se queda dormida).

Entra Oberón y frota la flor sobre los párpados de Titania.

OBERÓN
Lo que mires cuando despiertes, eso tendrás por verdadero amor. Ama y languidece por ello. Ya sea onza, gato, oso, leopardo o jabalí de cerdas erizadas, ha de aparecer a tus ojos, cuando despiertes, como amante tuyo. Despierta cuando algo vil se acerque. (Sale).

Entran Lisandro y Hermia.

LISANDRO
Amada, estás a punto de perder el sentido a fuerza de vagar por el bosque; y, a decir verdad, he perdido el sendero. Si te parece bien, Hermia, descansaremos, aguardando la bienhechora luz del día.

HERMIA
Bien, Lisandro; busca un lecho para ti, que yo reclinaré mi cabeza sobre este lugar.

LISANDRO
Un mismo césped servirá a los dos de almohada. Un corazón, un lecho, dos pechos y una fe.

HERMIA
No, buen Lisandro; por favor, por afecto, acomódate a más distancia; no te acuestes tan cerca.

LISANDRO
¡Oh! Comprende, vida mía, el sentido inocente de mis palabras. Las pláticas de amor deben interpretarse amorosamente. Quiero decir que mi corazón está enlazado al tuyo de manera que los dos sólo forman uno: dos pechos unidos por un mismo juramento; que es tanto como decir dos almas en una simple fe. Así que no me niegues lecho a tu lado, Hermia, pues no ofenderé tu lecho con mis acciones.

HERMIA
Lisandro juega el vocablo ingeniosamente. Hermia hubiera ofendido su educación y orgullo de haber pensado mal de Lisandro. Pero, querido amigo, por cariño y cortesía, acuéstate un poco más lejos. El pudor exige esta separación, que tan bien cuadra a un honrado soltero y a una doncella. Por tanto, aléjate, y buenas noches, dulce amigo. ¡Que tu amor no se entibie hasta el fin de tu estimada vida!

LISANDRO
Amén, amén, contesto a esa bella oración. y que acabe, por tanto, mi vida donde concluye mi lealtad. (Se retira a poca distancia). Aquí está mi lecho. El sueño te brinde su completo reposo.

HERMIA
Que tome la mitad de ese deseo para con él cerrar los ojos del que me lo dirige. (Duermen).

Entra Puck

PUCK
He recorrido la selva, pero no he encontrado ningún ateniense en cuyos ojos pueda probar la eficacia de esta flor para suscitar una pasión amorosa. ¡Noche y silencio! ... ¿Quién está aquí? Lleva traje de Atenas. Este es el que, según dijo mi señor, desdeña a la virgen ateniense. Y he aquí a la doncella, profundamente dormida en la fangosa y húmeda tierra. ¡Alma encantadora! No se ha atrevido a reposar junto al desalmado y descortés caballero. (Frota la flor sobre los párpados de Lisandro). Insolente, en tus ojos exprimo todo el poder de este encanto; cuando despiertes, que el amor impida al sueño sentarse sobre tus párpados. Despierta en cuanto me haya ido, pues ahora debo ir en busca de Oberón. (Sale).

Entran Demetrio y Elena, corriendo.

ELENA
¡Detente, aunque me mates, querido Demetrio!

DEMETRIO
Te suplico que te quedes y no me molestes así.

ELENA
¡Oh! ¿Quieres abandonarme en medio de la oscuridad? No lo hagas.

DEMETRIO
¡Detente, por tu bien! Quiero ir solo. (Sale).

ELENA
¡Oh! Estoy sin aliento bajo está caza amorosa. Cuanto más ardiente es mi súplica, menos merced alcanza. Dichosa Hermia, dondequiera que esté, porque posee benditos y seductores ojos. ¿Qué es lo que los hace tan brillantes? No las acerbas lágrimas. De ser así, más lo estarían los míos, que se bañan más frecuentemente que los suyos. No, no; yo soy tan fea como un oso, pues las fieras que me encuentran huyen atemorizadas. Por consiguiente, no es extraño que Demetrio huya de mi presencia como de la de un monstruo. ¿Qué pérfido espejo engañador puede hacer que me compare con las refulgentes esferas de Hermia? Pero ¿quién está aquí? ¡Lisandro! ¡Y en tierra! ¿Muerto, o dormido? No veo sangre ni herida. ¡Lisandro, buen caballero, si vives, despierta!

LISANDRO
(Despertando) ¡Y me arrojaré al fuego por tu dulce amor! ¡Diáfana Elena! La Naturaleza ha desplegado en ti sus perfecciones, pues a través de tu pecho me deja ver tu corazón. ¿Dónde está Demetrio? ¡Oh! ¡Qué bien hacer que sucumba ese vil hombre al filo de mi espada!

ELENA
No digas eso, Lisandro, no lo digas. ¿Qué importa que él ame a tu Hermia? ¡Señor! ¿Qué importa, mientras Hermia te ame a ti? Debes estar alegre.

LISANDRO
¡Alegre, con Hermia! No; me arrepiento de los fastidiosos minutos que he pasado con ella. A Hermia, no, sino a Elena es a quien adoro. ¿Quién no cambiaría un cuervo por una paloma? La voluntad del hombre se gobierna por la razón, y la razón me dice que tú eres la más digna doncella. Las cosas no maduran hasta su estación; así, yo, que era joven, hasta ahora no he tenido madura la razón. Desde ahora, que toco el punto culminante de la excelencia humana, someto a la razón mi voluntad, que me guía hacia tus ojos, donde leo amorosas leyendas escritas en el más rico libro de amor.

ELENA
¿Y he podido nacer para sufrir esta cruel burla? ¿Cuándo he merecido de ti semejantes ironías? ¿No es bastante, joven, no es bastante, que no haya obtenido jamás, no, ni pueda obtener de los ojos de Demetrio una dulce mirada, sino que, además, has de escarnecer mi insuficiencia? En verdad, me haces agravio, a fe que me lo haces, al cortejarme en tan desdeñosa forma. Pero adiós en buena hora. Confieso que te creí un caballero dotado de más franca gentileza. ¡Oh! ¡Que una mujer rechazada por un hombre tenga que ser insultada por otro! (Sale).

LISANDRO
No ve a Hermia. Duerme tú ahí, Hermia, y jamás te acerques a Lisandro. Pues así como el exceso de golosinas causa al estómago la más invencible repugnancia, y así como las herejías que los hombres abjuran por nadie son tan odiadas como por aquellos a quienes tanto engañaron, así tú, exceso y herejía mía, sé odiada por todos; pero más que de ninguno de mí. Y que todas mis facultades consagren su poder y su amor a honrar a Elena y a ser su caballero. (Sale).

HERMIA
(Despertando) ¡Ayúdame, Lisandro, ayúdame! ¡Haz cuanto puedas por arrancar esta serpiente que se desliza sobre mi seno! ¡Ay de mí! ¡Por piedad! ¡Qué pesadilla he tenido! ¡Mira, Lisandro, cómo tiemblo de espanto! ¡Soñé que una serpiente me devoraba el corazón, y que tú sonreías, sentado, complaciéndote en su cruel presa! ... ¡Lisandro! ... ¡Cómo! ¿Desaparecido? ... ¡Lisandro! ... ¡Dios mío! ... ¡Cómo! ... ¿Fuera del alcance de la voz? ¿Se ha ido? ... ¿Ni un rumor? ¿Ni una palabra? ... ¡Ay! ¡Habla, si me escuchas! ¡Habla, amor de los amores! ¡Casi me desmayo de terror! ¡No! Luego bien comprendo que no estás cerca. ¡La muerte en seguida, o que te halle inmediatamente! (Sale).

Sueño de una noche de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora