-Capítulo 2-

473 48 17
                                    



Ahora sólo tenía que saltar menos de dos metros, así que sin dificultad lo hizo se encaminó por el pueblo de Santa Cecilia, pero...

-¡Hiro!- Escuchó a lo lejos, el chico no quiso voltear; Precisamente porque sabía que se trataba de su tía Cass. Quien desde un principio había escuchado que se escapaba.

-¡Hiro, vuelve de una vez!- Exclamó su tía, llamando la atención de todos por hablar en un idioma diferente, y por hacer un drama. Cass se alejó de la ventana dispuesta a ir por él, mientras el chico le dio la espalda, y siguió corriendo por el lugar...

Los minutos pasaron y no se detuvo en ningún momento. Probablemente se había perdido. Al menos tenía el celular a la mano para el GPS, sólo debía hacer unos cuantos arreglos para detectar una señal buena...

Estuvo buscando en su celular hasta que encontró una. - Finalmente.- Celebró, mientras se sentaba cerca del lugar, dejando a Baymax a un lado. Hizo un par de movimientos para conectarse correctamente. Sólo tomó un par de minutos para eso y así supo en dónde se encontraba. Una tal Plaza del Mariachi se encontraba a unos cuantas cuadras y justo frente a él había una zapatería, y estaba seguro, pues podía ver desde allí una figura en forma de bota con el nombre de "Rivera". Bien, así no iba tan perdido, y aunque el lugar fuese todavía desconocido para él, podía fácilmente guiarse por el aparato.

Suspiró relajado, y perdiéndose en la figura de aquella bota la cual le parecía muy interesante, pero que poco a poco fue moviéndose, como si la estuviesen apartando de allí. Hiro afiló su mirada, viendo a un joven intentando entrar en el lugar detrás de la bota.

-¡Hiro!- El pelinegro logró escuchar que la voz provenía de cerca.

- Ay no...- Jadeó, el muchacho no se hizo de esperar y corrió del lugar escondiéndose de ellos, no sin antes llevarse a Baymax y su mochila. Una vez seguro de que en ese lugar no podían verlo se asomó para observarlos. Maldición, iban justo en dirección en donde se escondía. Se apartó de allí y miró a la pared, podía treparse con todo y Baymax y así llegar a... No sabía a dónde, pero él iba seguro.

Podría meterse en aquel hueco detrás de la figura. Haciendo el menor ruido posible miró hacia dentro de lo que parecía ser un ático...

¡Demonios! Aquel muchacho seguía ahí. Gateó hasta bajar de nuevo del otro lado. De un salto lo logró, pero se encontró en un lugar sin salida ; Temió el haberse perdido y peor aún,haberse metido en alguna casa, pues escuchó bastante ruido cerca. No supo qué hacer, regresaría, pero los demás lo buscaban, por un momento se sintió mal por ellos y pensó en que había sido todo una tontería, pero el enojo y el dolor aún presente en su mejilla le hicieron nublar de nuevo su mente y no querer volver.Estaba cansado de tanto caminar, y realmente ya no quería ir más lejos así que buscó un lugar en dónde sentarse para descansar, encontró un par de ladrillos alineados y no dudó en descansar su trasero allí, aunque no fuese en demasía de su agrado. Resopló y dejó en el suelo a Baymax... La verdad debió pensárselo dos veces antes de escaparse, su tía Cass era a la única persona a la cual tenía y no le gustaba lastimarla. Y también estaban sus amigos, pero que siempre le recordaran a Tadashi era su talón de Aquiles, le enfadaba y entristecía, y más porque a veces lo tomaban tan a la ligera. Aquello era su debilidad.

Sintió su corazón estrujarse y las lágrimas no esperaron más en salir, tanto coraje guardado le generaba impotencia; Unas ganas tremendas de destrozar todo en su camino, maldita sea. Sólo le quedaba sollozar y jalar su cabello desesperado.

En su escondite, Miguel Rivera se encontraba cumpliendo su misión de tratar a Dante, cuando de pronto escuchó un sollozo proveniente de alguien, por un instante pensó que se trataba de alguno de sus primos el cual lloraba por haberse caído o ser regañado por mamá Elena. Salió del escondite procurando no ser visto por su familia y entonces con cuidado trató de bajar.

Al parecer no era alguien a quien conocía, era un chico el cual estaba dándole la espalda, con una chaqueta azul y cabello alborotado, tal vez un invitado de alguien; Estaba llorando tan desconsolado. Miguel no quiso ser entrometido, pero el chico estaba realmente alterado. Quería ayudarlo.

Trepó por el árbol y se quedó un rato observándolo... Al final se decidió por hablar y ayudarlo.

-Uhm, ¿disculpa, te encuentras bien?- Preguntó con un aire de nerviosismo, era obvio que no estaba bien.

El chico se exaltó e hizo el ademán de limpiarse las lágrimas, se levantó del lugar y ni siquiera le dirigió la palabra, ni le respondió... Nada. No le respondería sobre su estado de ánimo a alguien que no conocía.

Sin embargo, Miguel era demasiado testarudo ante esas situaciones, y aunque no eran similares a ésta, eso no le hacía perder la fe y bridarle todo su apoyo. El chico se iba y Miguel nunca se enteró de nada, cosa que no debía permitir... ¡Él debía ayudar a la gente más necesitada! Y más si lo que necesitaban era cariño y alivio!

-¡Espera, no te vayas!- Exclamó el moreno tras ver que el otro se marchaba. Ni siquiera había visto su rostro.

Estaba dispuesto a seguirle, rápidamente trató de bajar del árbol en el cual estaba, pero de repente un mal movimiento hizo de una de sus piernas quedara enganchada al tronco del árbol, provocando que se torciera y el chico cayera estrepitosamente sobre la pila de madera y ladrillos que estaban allí.

Hiro escuchó aquel estruendo y por fin volteó a mirarle. Aquel chico estaba tirado encima de todo el escombro. Si no fuese porque se quejaba del dolor hubiese sido gracioso, al menos para él.

El robot enfermero no se hizo de esperar para ofrecer su servicio y de inmediato se activó al escuchar el gimoteo, sin importar que estuviese entre los brazos de Hiro, el cual tuvo que dejarlo por enésima vez en el suelo y correr lo más pronto para ayudar al pobre niño que por sólo querer consolarle se lastimó...

•"I Can't Help It..."• -Higuel. [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora