Un rítmico golpeteo me obliga a abrir los ojos. Lo primero que veo es el techo de mi habitación, en dónde está pegado el poster de una corredora de autos que a Dante le gustaba.
La cabeza me duele y siento mis manos temblar mientras trato de levantarlas para hacerlas llegar a mi cara, pero están atadas.
— ¿Q-que?— Quiero hacer una pregunta completa, pero de mi boca no sale nada. Es cuando me doy cuenta de que tengo la garganta seca y tan rasposa como una lija.
Y recuerdo el ataque de asma que me hizo desmayarme, pero ¿Por qué mis manos y pies están atados?
—Ya estás despierto— dice la dulce voz de una enfermera. La reconozco, es ella quien siempre ha estado para las crisis. Tanto con Dante como conmigo. También estuvo los últimos días de mamá.
No trato de hablar de nuevo, es normal que mi garganta esté en tal estado después de un ataque de asma. Pero muevo las manos para hacer la pregunta muda ¿Por qué estoy atado?
La enfermera no ve mis movimientos, o los ignora, ya que se dedica a medir mi pulso en una de las muñecas, después coloca el estetoscopio frío sobre mi pecho. Utiliza una lámpara pequeña para ver mis pupilas.
— ¿Utilizaste cosméticos cambiadores?— pregunta muy seria.
Mi primer impulso es responder que no es de su incumbencia, pero eso sería como decir que si, y no puedo echar a Gresh de cabeza.
—No. Están prohibidos— susurro, y mi garganta se siente como un infierno.
La mujer me da una mirada, en la que dice que no cree ninguna palabra de lo que digo. Sus ojos son profundos y de un color verde natural, tiene un bonito color caoba en su piel y realmente no estoy seguro de si ese color sea natural, pues cuando la guerra comenzó, a los primeros que enviaron a la batalla, fueron las personas de color.
—Tengo que irme— dice después de un momento de terminar mi chequeo. Ella ha apuntado todo en su pantalla portátil—. Voy a enviar los resultados a tu padre y...
—Sabes que no los leerá ¿Por qué no te ahorras el trabajo y los envías a mi base?— murmuro lo más alto que puedo, aun con la voz ronca y la garganta lastimada.
— ¿Ya has pensado en la propuesta de vivir en el área asignada a los estudiantes de medicina? Te envié la solicitud hace tres días.
—No ha sido mi prioridad el revisar mi base durante estos días.
Ella asiente.
—Lamento lo de tu hermano— dice con honestidad—. Pero quiero que consideres lo de ayudar a los estudiantes de medicina, tu caso es único y quizá ellos puedan aprender, solo en caso de que volvieran a nacer gemelos...
—Lo tendré en cuenta— susurro para no decir que no.
Ella hace una mueca y se va de la habitación, sin desatar mis brazos y piernas, sin darme una explicación de porqué demonios estoy atado a mi cama.
Pasan algunos minutos y la puerta de mi habitación no se abre de nuevo. No espero que Gina entre, con una cena deliciosa, aunque por lo menos espero que mi padre asome su casi calva cabeza para asegurarse de que sigo vivo. Me quedo mirando el techo y cierro los ojos.
—Había una vez un hermoso reino que...— Mi madre trataba de contarnos una historia.
— ¿Por qué tiene que ser hermoso?— preguntó Dante.
— ¿Por qué tiene que ser un reino?— pregunté yo al mismo tiempo que mi hermano.
Mi madre soltó una risa, ella hacía eso cada vez que nosotros nos conectábamos de esa forma.
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Conectados
General FictionHay sueños que te gustaría fueran por siempre. Hay sueños de los que te gustaría despertar. Hay sueños que olvidas al despertar. Hay sueños que no puedes sacarte de la cabeza. Y luego está la realidad...