Estadísticamente hablando, hay siete personas iguales a nosotros en el mundo, es decir, tenemos siete gemelos. Hay una pequeña posibilidad del 10% de conocer a tan solo uno de ellos.
No es un hecho científico, no es algo comprobado, al menos no dentro de mis investigaciones realizadas en el gran mundo de Google. No me interesa tener a siete iguales a mí. Simplemente me he obsesionado con el dato, por un incidente que ha marcado mi vida. No conocí a una de estas personas y tampoco me importa.
La lluvia que ha comenzado a caer pasa a través del paraguas negro. Cae tan fuerte que la sombrilla no es suficiente. Tengo frío, mis manos tiemblan y los dientes chocan unos con otros. Mi cuerpo grita por algo de calor, pero no quiero moverme. Las personas se han ido por la lluvia, me han dejado solo de pie frente a una tumba abierta. ¿Dónde demonios está el apoyo? ¿Todas esas frases bonitas que me han dicho? "Lo que necesites, llámame" "Voy a estar siempre para ti" Son palabras vacías si los puede ahuyentar un poco de lluvia. Incluso mi padre se ha marchado. No lo culpo, Dante nunca fue su favorito.
Trato de meter la mano que no sostiene el paraguas en la bolsa del abrigo negro, pero no resulta reconfortante, pues está completamente empapado. Mi temperatura corporal no funciona igual que la del resto de las personas, he tenido problemas con el sistema circulatorio desde que tengo uso de razón.
Mi madre solía contar una linda historia respecto a eso.
Cuando Dante y yo nacimos, fue el día más frío de ese año de 2030. Mis padres no podían pagar por un hospital demasiado elegante, por lo que nacimos en la clínica que se encargaba de atender a los heridos de la batalla contra los Bendecidos. Un servicio completamente gratuito. Fue una gran sorpresa para todos que nuestro nacimiento se diera. Habían pasado más de diez años sin que llegaran gemelos a este mundo. Dante y Ezra.
Todo era felicidad, dos agentes del Gobierno llegaron para reclamar a uno de los bebés para enviarlo cuidarlo, entrenarlo y en determinado momento enviarlo al frente. Mi madre estaba asustada pues no quería separarse de uno de sus hijos, y mi padre era la viva imagen de la felicidad ¡Le quitarían una boca que alimentar y además le pagarían por ello! Las cosas estaban bien para él, hasta que los doctores se dieron cuenta de que uno de los bebés no estaba reaccionando, su sistema circulatorio no estaba bien y no podían hacerlo entrar en calor. Lo pusieron en una incubadora, pero no parecía funcionar, hasta que su madre tuvo la brillante idea de colocar a su hermano junto a él. Los signos vitales del bebé comenzaron a elevarse.
Ese día ocurrió algo increíble, un milagro, así lo llamaban las enfermeras. Los hermanos desarrollaron un vínculo, algo que iba más allá de la comprensión humana, cada vez que los separaban, uno de ellos enfermaba, motivo por el cual, los agentes del Gobierno no pudieron llevarse a Dante.
Durante los siguientes años, ellos enviaban tutores a casa para enseñarle diferentes cosas, a él lo aburrían las teorías y la historia, por lo cual yo tomaba esas clases haciéndome pasar por mi hermano. Dante solamente iba a sus clases de artes marciales y de manejo de armas, entre otras cosas interesantes. No lo hacía porque le importara ser entrenado, tampoco porque a mí no me gustará aprender todo, Dante había decidido entrenar porque yo no podía hacerlo, mi salud no lo permitía. Él lo hizo por protegerme. Conforme pasaban los años podíamos pasar más tiempo separados, pero no grandes distancias ni por periodos demasiado extendidos, ya que mi cuerpo comenzaba a fallar, la respiración tampoco era mi fuerte, ya que cuando teníamos catorce, se llevaron a Dante por siete meses, cuando presenté un cuadro bastante grave de asma. Mi hermano volvió sin importar las quejas de sus superiores. Un año después, nos dimos cuenta de que Dante también había presentado problemas respiratorios, no tan graves como los míos, pero los tenía.
Han pasado diez años desde que nos detectaron esa enfermedad. Mi madre murió cuando teníamos quince. Fue un golpe duro para los dos, pero aún nos teníamos el uno al otro. Dos años más tarde mi padre volvió a casarse, esta vez con una mujer siete años más joven que él.
Y justo ahora me pregunto: ¿Cuándo comenzaré a sentirme enfermo? ¿Cuándo voy a comenzar a hiperventilar o a llorar?
Dante decidió dejarme sólo. Un día salimos de casa y al regresar lo encontramos colgado del cuello en las escaleras con una cuerda. No pude mover ni un músculo para bajar el cuerpo, lo hizo mi padre solo. Tampoco he podido pronunciar palabra sobre ello. No acepto que haya sido un suicidio. Dante no habría hecho algo así sin decirme antes. Mucho menos sabiendo que me afectaría.
Sacudo la cabeza y agua salpica de mi cabello. He bajado la sombrilla y ni siquiera me he dado cuenta de cuando lo hice. Un escalofrío me recorre, aunque no estoy seguro si es por la lluvia o por el hecho de sentirme observado, a pesar de que solamente estoy rodeado de personas muertas y sepultadas. Suelto un suspiro de resignación, no estoy siendo observado, no hay nadie con vida aquí, ni siquiera mi hermano.
Doy media vuelta y aun me sigo preguntando, cuándo será el momento en el que yo también deba morir porque él tomó una decisión tan egoísta.
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Conectados
General FictionHay sueños que te gustaría fueran por siempre. Hay sueños de los que te gustaría despertar. Hay sueños que olvidas al despertar. Hay sueños que no puedes sacarte de la cabeza. Y luego está la realidad...