☆Capitulo 23: Biastofilia. (TW)

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Enfermos Mentales. Capitulo 23;
Biastofilia. Orígen 1

(Advertencia de contenido sensible)


Abril 26, 1998.

Las luces de las lámparas iluminaban las calles, mientras las bocinas de los autos, la música de los cientos de bares de la ciudad y el sonido de las gotas de agua al chocar contra el asfalto llenaban el silencio de la noche.

Pero algo más se escuchaba claramente entre las calles de Las Vegas. El llanto de un bebé pobremente escondido en el bote de basura que casi todo el mundo pasaba por alto. Todos lo escuchaban, pero nadie hacia nada. Claro, ¿Quién los culpaba? ¿Quién le presta atención a un bebe llorando en la acera de Las Vegas a las 01:36 am?

Una mujer de pelo rubio había dejado al niño hace un par de minutos con nada más que una cobija y chupete, como si fuera culpa del mundo que ella haya pasado por alto el usar protección al momento de tener relaciones. Tal vez creyó que era un lindo gesto dejar tirado a un niño frente al motel donde 9 meses atrás su madre lo había concebido.

Aunque, nadie podía culparla, la pobre mujer solo ganaba lo que los hombres que se acostaban con ella le daban. Nunca fue buena para nada, a excepción de una cosa, que era de lo que vivía.

Luego de casi media hora en la que el niño llorara y fuera ignorado por todas las personas ebrias que pasaban a su lado, una mujer europea y de baja estatura se percató de su presencia en el bote de basura. Se agachó junto al pequeño, llevando las manos a su boca en un gesto sorprendido. No era más que una simple turista, y era la única persona completamente sobria que había pasado al lado del niño desde hace media hora.

Lo tomó en sus brazos y lo acurrucó en ellos. Acarició su cabello y le susurró al oído. Un susurro casi inaudible por el sonido de la ciudad del pecado que se escuchaba por todos lados.

—Todo va a estar bien...

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Noviembre 07, 2005.

El pequeño niño jugaba con sus dedos en la sala del orfanato. Los demás huérfanos jugaban y hablaban entre ellos, a excepción de el pequeño niño sin nombre, que nunca fue bueno para socializar con sus compañeros. Quizás fuera porque nunca tenía los mismos. Pues desde que llegó, a su alrededor todos los niños fueron elegidos por familias. Todos los que llegaban se iban a las semanas, por lo que nunca se molestó en socializar con ninguno.

Pero esto no le quitó las esperanzas, pues sabía que algún día sería su turno. Que era mejor no hacer amigos, porque al irse tal vez los extrañe. Lo que él no sabía es que el día del irse había llegado, y el no tenía ningún amigo del cual despedirse.

Una mujer castaña, de ojos verdes y facciones finas, sin contar su cuerpo bastante bien trabajado, entró por la puerta colgando una cartera de marca en su hombro y haciendo ruido con sus zapatos de tacón alto. Lucia sus cuervas en un vestido negro hasta las rodillas y su rostro expresaba completa seriedad. Venía acompañads de una de las hermanas del orfanato que traía una gran sonrisa en su rostro. El pequeño miró la escena con curiosidad.

La monja se acercó al niño, seguida por la mujer con facciones de modelo.

—Pequeño Will —dijo llamando al niño por el nombre que le habían dado en el orfanato—, ella es la Sra. Broadbent.

—Un gusto —dijo el niño con educación.

—El gusto es mío, pequeño —sonrió.

—Will, te tengo buenas noticias. ¡Por fin vas a tener un hogar! —anunció la monja, entusiasmada.

Enfermos Mentales [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora