U n o

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Sofia

—Escuchaste todo lo que te que dije, ¿no?—me preguntó mamá. Conté hasta diez y le respondí lo más tranquila que pude.

—Sí, mamá—respondí. Ella guardo silencio. La escuché suspirar y aunque le estaba dando la espalda, sabía que esta llorando—Esta bien, ma. Yo estoy bien y todo va ir bien en Buenos Aires, te lo prometo, confía en mí. 

 —No sé Sofi, no se si estes lista después de todo lo que pasaste—confesó—Confió en que vas a hacer las cosas bien y no va a pasar nada. 

Guarde un minuto de silencio, procesando lo que me había dicho. 

Confía en mí, por favor—murmuré—Voy a hacer lo que me gusta. 

—Esta bien hija, te amo y quiero lo mejor para vos—me dijo abrazándome. 

—Yo también ma, gracias—le dije respondiendo su abrazo. 

—Vamos, no quiero que llegues tarde—me dijo tomando mis bolsos. Asentí. Cargamos las cosas en el auto y manejo hasta la estación de ómnibus. 

—Bueno, creo que ya esta todo—dije poniéndome mis lentes de sol.   

—Llámame cuando llegues, no olvides tus vitaminas, y mandale un beso a Ivo—asentí a cada cosa que dijo y la abracé. 

—Nos vemos—le dije. Me había puesto los lentes apropósito para evitar que se vea cuando se me escape alguna que otra lagrima. Odiaba que otras personas me vean llorar, aunque sea mi madre. Soy esa clase de persona que no muestra sus sentimientos, aunque antes no era así.         

—Nos vemos, que tengas un buen viaje—se despidió de mí con lagrimas en los ojos. La entendía, le costaba mucho soltarme, con casi 17 años había vivido un infierno, había pasado por cada hospital, psicólogo, grupos de terapia que pudieran existir. Y ahora había encontrado algo en que centrarme, algo que me gustaba, que amaba, como a muchos los salva la música, a mi me salvo bailar. 

Sabía perfectamente que a mi vieja tenía miedo, miedo que tenga una recaída. Había escuchado varias veces cuando con Ivo, diciéndole que preste atención a cada mínima boludes que haga. La entendía, ella ya no confiaba en mí. Lo cual me molestaba, pero después de todo yo había logrado que toda mi familia, me miré raro, que me persigan o escuchar a mis primitos preguntarle a mi tía el por qué yo estaba en los hospitales, o por qué era así. Pero ellos no saben lo mal que la pase. Ellos no saben lo feo que fue y sigue siendo por momentos. Por eso agradecía estar alejándome Neuquén. Alejándome de todo lo que me hacia daño.                        

Rubia » Ecko [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora