IV. La Ceremonia de pase del Cubo

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9 de septiembre de 854 D

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9 de septiembre de 854 D.F.M.

Se colgó la cartera al hombro y metió todo el chocolate que podía robar de la cocina. Lo bueno de tener al Dios Verde fuera era que los Ancestros no eran tan poderosos como para tenerla vigilada todo el tiempo. Sonrió mientras pensaba lo feliz que quedaría Seteh con el pequeño botín y se fue corriendo a la salida del castillo, donde la Ancestra Simra la esperaba.

Ambas se dirigieron hasta la estación de trenes para tomar el que iba a Marilis, en el Territorio Amarillo. Si bien la Ancestra tenía el poder del Cubo, no lo utilizaba a la ligera, ya que usar su magia la dejaba exhausta. En el vagón privado ya las esperaba Poryo, el Ancestro que acompañaría a Simra en la asamblea.

Selba aprovechó el viaje para terminar el libro que Seteh le había prestado, y se concentró en no pensar que volvería a pisar el mismo Territorio donde su padre estaba exiliado ahora, encarcelado en una de las mazmorras del Castillo Amarillo. La llegada a la capital fue larga pero tranquila. La muchacha se terminó el libro antes de la mitad del tramo y lo único que pudo hacer fue mirar el paisaje desértico por la ventanilla.

Cuando llegó al salón de espera, Seteh ya estaba allí, sentado en un rincón del sofá con Carmine parada detrás del respaldo, con una mano sobre el hombro del niño. Selba la miró, inclinando la cabeza a modo de saludo, y luego le dedicó una fugaz sonrisa al pequeño rojo.

-Recuerda lo que te dije, Seteh -advirtió la Diosa Roja al niño, dedicando una mirada cargada de odio a la muchacha que llegaba. Selba se encogió ante tal expresión y se sentó de golpe en el sofá frente a ellos.

El pequeño asintió con vehemencia, apretando los puños sobre las rodillas. Tenía los nudillos rojos, como si hubiera aporreado una pared, pero Selba dudaba que fuera eso lo que había ocurrido realmente. Esperó a que los adultos se fueran a la asamblea para levantarse como un resorte y ubicarse al lado de su amigo.

-Te traje algo que te va a gustar -le dijo Selba con emoción, abriendo la cartera.

Esperaba que Seteh se mostrara ansioso, pero el niño siquiera le dirigió la mirada. Ella frunció el ceño y dejó la cartera entre los dos, con los chocolates a la vista.

-Set, ¿qué te pasa? -indagó ella inclinándose hacia él para mirarlo a la cara, mas él esquivó sus ojos. Le puso una mano sobre las suyas y él las quitó de forma brusca con un quejido. Selba se quedó paralizada un instante-. Set... ¿ella... te golpeó?

El niño se levantó de un salto y se alejó. Selba, dolida ante la actitud de su único amigo, frunció la boca y desenvolvió un chocolate, dando un enorme mordisco que masticó con ganas. Seteh le dedicó una veloz mirada, antojado, pero se quedó parado al lado de la cortina del ventanal. En el exterior, el sol brillaba con calidez, haciendo que las hojas primaverales de los árboles centellaran.

-Sí -admitió el niño al fin, y la muchacha tragó el chocolate de la impresión, casi atorándose-. Dice que será peor si te vuelvo a hablar.

Selba sintió un escalofrío. Se incorporó y se acercó a Seteh, extendiéndole un chocolate.

Los colores de la rivalidad - Saga Dioses del Cubo 0.5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora