V. Reforzando amistades

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 Granat, Territorio Rojo, 09 de mayo de 861 D

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Granat, Territorio Rojo, 09 de mayo de 861 D.F.M.

Cuatro años habían pasado desde que Selba había tomado el Cubo, y cuatro años era el tiempo en que no había visto a Seteh. Carmine había dejado de llevarlo a las asambleas y ella comenzó a temer que algo horrible le había ocurrido. La Diosa Roja tampoco contestaba a sus preguntas y en lo posible la ignoraba.

Lo peor fue saber que realmente no iba a poder asistir a las asambleas hasta que el Consejo decidiera por unanimidad que era responsable lo suficiente como para estar entre ellos. Por supuesto, Carmine era el voto que no le permitía estar presente en las reuniones.

Sin embargo, la asamblea de ese día iba a realizarse en el Territorio Rojo. Incluso bajo la influencia de Carmine, Selba no iba a darse por vencida y trataría de hablar con su amigo. Había llevado chocolate y todas las ganas de volver a hablar con él. Pero cuando entró al salón de espera, él ya estaba allí.

Se tuvo que contener para no sonreír de alegría o correr a abrazarlo porque estaba Carmine y algunos Dioses y Ancestros. Había crecido, ya no tenía las facciones infantiles de la última vez que lo había visto y llevaba el cabello recogido en una coleta. Tenía una cicatriz en una ceja, y pensó de inmediato que la Diosa Roja lo había golpeado mucho en el tiempo en el que no lo había visto. Mas aquella mirada ruda y burlona que irradiaban los orbes carmesí era nueva.

—Ay, carajo, que te has puesto buena con los años —dijo él, con una media sonrisa que mostraba los dientes.

Selba pestañeó por un momento, sin saber qué responder. Carmine le dedicó una mirada furibunda, pero él ni se inmutó.

—Seteh, ¿cómo has estado? —contestó ella conteniendo el aliento.

Se quedó tiesa en su lugar, sin atreverse a acercarse más hasta que los demás Dioses se fueron a la Asamblea uno a uno, dejándolos solos al fin. Seteh no había quitado su mirada de ella en todo ese tiempo, y Selba pensó que había cambiado mucho en cuatro años. Se aferró a la cartera y se mordió los labios antes de hablar.

—Por cierto, feliz cumpleaños. Fue la semana pasada, ¿no es así?

Finalmente su mirada se volvió tierna y sonrió con sinceridad.

—No pensé que lo recordaras ya que los Dioses no festejan cumpleaños —murmuró, inclinándose hacia adelante y apoyando los codos en las rodillas.

Selba esbozó una sonrisa, feliz de volver a hablar con él como antes.

—Eres mi mejor amigo. El único, a decir verdad. —Volvió a estrujar el asa de la cartera—. Te traje chocolates.

Sus ojos se iluminaron y saltó del sofá para sentarse a su lado. Por alguna razón, tenerlo tan cerca después de tantos años se había vuelto incómodo. Él estaba casi tan alto como ella, y olía a perfume masculino. Ya no era un niño, había cumplido dieciséis años.

Los colores de la rivalidad - Saga Dioses del Cubo 0.5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora