Travis y Katie [Incompleta]

Parte 4

Katie no supo cuánto tiempo se pasó debajo de esos árboles, llorando. ¿Por qué había sido tan necia? ¿Por qué no había escuchado sus consejos, cuando él sólo trataba de ayudarla? Todo el tiempo había tenido razón. La había querido, y ella a él. Sólo le había puesto una condición. Pero, claro, ella había tenido que arruinarlo todo.

Cuando creyó quedarse seca por dentro de tanto llorar, se puso de pie, e intentó pensar con claridad. Seguramente podría llegar a la mansión si lo intentaba, pero no quería ir allí. Quería encontrar a Travis. A pesar de que el camisón blanco que llevaba puesto no era lo ideal para la actividad, empezó a trepar a un árbol, haciendo crecer ramas en donde necesitaba para ayudarse. Cuando llegó a la cima, miró a su alrededor. No había rastros del mestizo, como lo imaginaba. Pero ahora sabía hacia dónde tenía que ir para salir de aquel lugar.

Empezó a caminar. Y caminó por un buen rato, hasta que por fin se encontró con la ruta que tanto tiempo atrás la había llevado de su viejo hogar al nuevo. Fue entonces que se detuvo, sin saber qué hacer. Quería regresar y ver a sus padres, pero, ¿qué iba a hacer con sus hermanas? Ellas la habían manipulado para que arruine lo bien que estaba en su nueva vida. Aun no sabía qué hacer al respecto. Y, por sobre todas las cosas, quería volver a Travis. Pero, ¿cómo lo encontraría?

No llevaba dracmas consigo, o podría haber realizado un mensaje Iris, como su madre le había enseñado que se comunicaban los semidioses. Tampoco tenía un teléfono móvil, aunque sería inútil, porque ni siquiera sabía si él también tenía uno. Se le ocurrió llamar a su madre de alguna forma... Pero, luego de pensarlo mejor, descartó la idea. No sabía a quién iba a creerle, si a ella o a sus hermanas. E, incluso si Deméter se ponía de su parte, ¿qué iba a hacerles a las otras dos? Katie prefirió no averiguarlo. Debía ser ella quien se encargue de su familia. Su mente volvió a pensar en Travis, y en las posibles maneras de encontrarlo. ¿Cómo se comunicaban los dioses? "Hermes", pensó. Era su hijo, él sabía dónde estaría. Sólo tenía que lograr que la escuche, y que la ayude.

Katie volvió hacia los árboles. Vio que algunos eran frutales, y también lo eran algunos arbustos, por lo que cerró los ojos y se concentró. Las frutas más dulces y grandes que podía hacer crecer empezaron a brotar en las ramas, y la chica las fue sacando. Las acomodó en el suelo, en pequeñas montañas que juntas creaban un delicioso festín frutal. Hizo crecer flores entre ellas, lo cual llenó el valle de un aroma placentero. La semidiosa se sentó entre las flores, y cerró los ojos, mientras rezaba al dios.

—Mensajero de los dioses, dios de las fronteras, dios de los viajeros. Ayúdame en mi camino. Dios de la astucia, dios del ingenio. Ayúdame a no volver a ser engañada. Dios de la prudencia, dios de los atletas. Ayúdame a encontrar lo que busco. Te invito a este humilde festín.

Katie no sabía si con eso bastaría. Su madre le había enseñado a ser respetuosa con los dioses, pero no sabía bien cómo comunicarse con uno. Excepto por Deméter, pero estaba segura de que a Hermes no le agradaría que lo llamase "mamá". La semidiosa abrió los ojos, y se encontró con el dios frente a ella, mirándola fijo. Rápidamente, se puso de pie.

—Bueno, esto sí que es original. Hacía miles de años que no me invocaban así.

—Mi señor Hermes, le agradezco...

—Ahórrate las formalidades, tengo trabajo. ¿Qué quieres, niña? —Preguntó el dios, sin demostrar externamente la confusión que sentía en su interior. ¿Por qué lo llamaba la hija de Deméter? ¿Acaso su hijo todavía no había podido cumplir con su misión? ¿Por qué esta chiquilla no estaba viviendo en algún monte, emparejada con "el más desgraciado de los hombres", como había pedido la dramática Afrodita?