VII: Orphique

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Omaha, Nebraska - 2018

El mundo era una canción. Aquel momento también lo era.

Una canción con aroma a café recién hecho, con el color de los primeros rayos de sol del día chocando contra las ventanas, hecha por el sonido que hacía la caja registradora al abrirse, las monedas chocando unas con otras, las personas escribiendo en sus teclados, pasando las páginas de sus libros, conversando.

Bon movió ligeramente la cabeza, intentando seguir el ritmo, mientras le daba su cambio a la mujer enfrente de él, con una gran sonrisa, con toda la buena actitud propia de un primer día de trabajo.

Agradecía haber sido asignado al turno de la mañana; después de todo, siempre había sido bueno madrugando, y saber que aquel era el momento del día en el que las personas más necesitaban del café, hacía que su trabajo pareciera un acto heroico.

Todo iba bien, el reloj de la pared acababa de marcar las ocho de la mañana, y Bon estaba haciendo una pequeña celebración mental, por sus primeras dos horas trabajando, cuando la puerta de entrada se abrió una vez más, dejando entrar a su siguiente cliente.

Era un chico. El chico más extraño que hubiera visto en la vida.

Su cabello estaba teñido de morado, le llegaba hasta los hombros y caía sobre su rostro de cualquier forma, cubriendo la mitad de cada uno de sus ojos, como si no le importara en absoluto. Sus ojos, que eran de un brillante color rojo, se veían como agujeros en su rostro más que como cualquier otra cosa, por lo grandes y oscuras que eran sus ojeras. Su boca estaba tatuada, con varias líneas sobre sus labios para dar la impresión de que estaban cosidos juntos. Tenía una cámara profesional colgando de su cuello, y estaba vestido con dos camisetas; una de mangas negras, y por encima una verde, que tenía el mensaje: "I won't answer, but I'll understand" escrito sobre ella.

Bon apenas tuvo tiempo para detallarlo por completo, antes de que se detuviera enfrente de la caja, lo mirara fijamente por un par de segundos e inclinara la cabeza hacia un lado con confusión.

—H-hola —saludó Bon, recuperándose de la sorpresa para volver a sonreír—. ¿Qué quieres ordenar?

El chico parpadeó un par de veces, sin dar un indicio de que tenía pensado decir algo, y Bon estuvo a punto de preguntarle de nuevo, justo cuando Usagi apareció a su lado, con una sonrisa y un vaso entre sus manos.

—Hey —dijo, estirando la mano por encima de la caja—. Lo siento, es nuevo.

Él asintió, aceptó el vaso de café, le entregó un billete, y recibió la factura y la moneda que Usagi había sacado de uno de sus bolsillos, antes de alejarse para sentarse en frente de una mesa cercana.

Bon se le quedó viendo, durante algunos segundos, pensando que era lo más interesante que había visto en toda su vida. También notó, aunque no pareciera tan relevante, que las cejas del chico eran moradas.

Se giró hacia Usagi, que estaba apilando unos vasos junto a la cafetera, y la miró por algunos segundos con una ceja levantada.

—¿Me explicas? —pidió, algo divertido.

—Oh, cierto —dijo ella, con una sonrisa, girándose hacia él—. Es un cliente regular, viene todos los días exactamente a las ocho, siempre toma un Mocha Blanco Venti, y se sienta a leer. Nunca le he escuchado decir una sola palabra. Es todo un misterio.

Bon se giró hacia el chico, intrigado, antes de volver al trabajo.

Atendió a sus clientes con una sonrisa, escribiendo sus nombres sobre los vasos, junto con las frases más bonitas en las que podía pensar, moviéndose a veces para recoger lo que las personas dejaban sobre las mesas. Cada tanto, volvía a mirar al chico, pasar las hojas de su libro con suavidad, y mover sus ojos por la página con lentitud, tomando pequeños sorbos de su café, como si tuviera todo el tiempo del mundo en la palma de su mano.

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⏰ Última actualización: Jun 23, 2018 ⏰

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