Me besaba.
Y estaba a cinco metros, y me besaba.
Podía sentir, desde la lejanía de nuestros sentidos la suavidad de sus labios.
Y esa lengua, dulce y misteriosa, lenta y cuidadosa, como un gato.
Y sabía, que incluso en la noche más fría, caminaría sobre mi tejado en busca de todos mis secretos y sin darme cuenta se los diría.