V

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Paulatino y quizás... ¿bipolar? En una sola palabra, su acercamiento fue extraño. Su relación tardó en comenzar.

Fueron meses, seis para ser exactos.

Luego de aquel sábado lluvioso, comenzaron a coincidir más en la habitación. Chūya mantenía sus horarios, Dazai fue quien empezó a ser un poco más «normal».

Ya no se iba de fiesta por la noche y asistía a sus clases temprano; ya no estaba rodeado de mujercitas diferentes en el almuerzo y cruzaba por lo menos cuatro frases con Chūya si lo topaba de frente por los pasillos.

Estaba bien, que Dazai comenzara a comportarse como el estudiante que era, pero aun así...

—¿Puedes dejar de verme de esa forma, Nakahara? —Chūya dio un respingo al saberse descubierto, aunque en realidad no le sorprendió tanto porque sabía, no era sutil. Hizo a un lado el libro que sostenía, ya no valía la pena «fingir».

—No. —Por el gesto que hizo Dazai, Chūya supo que no esperaba una respuesta tan directa. Suspiró—. Sé que no somos amigos, y que han pasado dos meses desde... aquello...

—No volverá a suceder.

A Chūya le habría encantado creerle.

—¿En frente de mí? No lo dudo, ¿pero a escondidas? Eso no es así y sabes que es verdad. Aunque lo piensas, no soy tonto.

No era parte de Chūya entrometerse donde no lo llamaban, pero con Dazai era diferente porque algo tenía aquel castaño que lo hacía lucir peor que cachorro abandonado en medio de una tormentosa lluvia.

Y Chūya tenía este complejo con los animales indefensos...

—Dazai... —Chūya se puso de pie y fue a sentarse en la cama contraria, a lado del castaño—. Sé que no somos amigos y que han pasado dos meses desde aquel incidente, pero me preocupas y quisiera ayudarte. Me he cansado de sólo observar.

Dazai no hizo ademán de estarle prestando atención, sin embargo, eso no mermó las intenciones de Chūya por lo que continuó:

—Acostumbras estar rodeado de personas, pero la verdad es que veo tanta soledad en tus ojos que...

—No te entrometas. —Dazai lo miró repentinamente y le sonrió. Sus rostros estaban muy cerca.

Chūya tragó saliva.

—¿Lo ves? —Si su voz salió titubeante, lo disimuló muy bien—, puedes sonreírme como si no importara, pero tu mirada no miente.

—No es tu asunto. No te concierne. —Chūya no se movió de su lugar.

—Lo sé, pero no quiero llegar un día y encontrar tu cadáver tirado en mi lado de la habitación.

Silencio.

Chūya no estaba muy seguro de porqué dijo eso, quizás lo impulsó el pequeño brillo de desafío en los ojos del castaño...

Más silencio.

Dazai lo observaba con suma atención, evidentemente estaba sorprendido. Su postura también lo demostraba porque se había echado un par de centímetros para atrás.

Silencio incomodísimo.

—Hum... Yo... —Tal vez Chūya se había pasado con el comentario—. En realidad yo...

—Qué enano tan maleducado.

Así fue como empezó en realidad.

La femenina voz en las bocinas espabila a Chūya que, con una pequeña sonrisa nostálgica, abandona su asiento y se dirige presuroso a abordar.





***

Já, no tardé tanto. Merezco un premio(?)

Vuela más alto de Onda Vaselina está sonando en el reproductor, y es cómico porque el súper pop de los 90s no va con este capitulo pero allí está. 

BittersweetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora