Prefacio

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Si te perdiera esta noche.

Observé como en mis manos se deslizaba la sangre, su mano y la mía apretaban con fuerza la bala que en el interior de su pecho hería, y no sabía si lo perdería en ese momento, si quizás sus ojos cafés se cerrarían en ese momento para no volverse a abrir más nunca. Su pecho vibraba mientras yo solo apretaba y encima de mis piernas raspadas se posaba el que en un momento fue el amor de mi vida, agonizando y entregándose a la muerte justo en frente de mí. Por sus labios rotos salía sangre y no pude resistirme a pedirle que no me dejara, aún no, por qué mi vida no sería lo mismo sin él, no estaba preparada para enfrentar mis miedos, y además la realidad de vivir con una mentira yo sola.

Miré a mí alrededor, la calle seguía sola como el mismísimo desierto. La policía pronto llegaría, eso esperaba. Mis gritos se los llevaba el aire con los vientos que soplaban, era solo un eco en la calle abandonada donde Jereth pasaba sus últimos segundos de vida. Lo perdía, y por más que evitará la desgracia, este era el final inminente.

- Te amo.- Susurró, ahogado entre el líquido que perdía, pálido y con sus labios secos, secos y rotos.

- No sé qué haré sin ti.- Lloré apretando con más fuerza el pecho para evitar que la hemorragia avanzara.

Su corazón dejo de latir y con mi mano evitando la hemorragia, solo sentí como su cuerpo se detuvo. Mi pecho se apretó y dio punzadas de dolor que agrietaba parte de mí no sabía poseía, mi prometido estaba muerto y por culpa de la maldita zorra que no toleraba que no podía decir una verdad sin primero pasar por mil mentiras, que era un demonio consumiendo el alma de una mujer que por fuera se dejaba ver como un ángel.


La pequeña niña me miraba mientras el auto esperaba que la luz cambiara, esa pequeña niña solo era mi reflejo en el vidrio de la ventana observando las gotas de agua que bajaban por el cristal, mis manos dolían por el apretón de las esposas, ellas me maltrataban las muñecas y formaban pequeños moretones cuando quería moverme, el policía a mi lado no dejaba de mirarme con desagrado, yo solo respiraba y esperaba me enjuiciaran de una vez por todas.

Después de ser arrestada, me consideraron reservada, lo que incluyó ser fotografiada, tomarme mis huellas dactilares y pedirme información personal. Todo para procesarme y durar detenida hasta que mi juicio se llevara a cabo.


- Elena Rose se declara culpable...- Menciona mi abogado encontrándose a mi lado, uno de mis mejores amigos que sabía el porqué de lo que estaba haciendo.

- Señorita Rose, ha sido condenada a 15 años de cárcel por el homicidio de Jereth O'Kelly.-

El martillo sonó dando fin a mi juicio luego de encontrarme detenida por 5 días. Finalmente ahora me redirigirían a una prisión en Miami para pasar 15 años pagando por un asesinato que no cometí, después de todo, eso hacía la familia. Y todo por qué sabía las razones del crimen, sabía por qué Elsa mató a Jereth, mi prometido, y quizás el amor de toda mi vida.

Amar y no amar, y yo amé. Por ello hacía lo que hacía, solo por amor.


El uniforme naranja se me veía bien, solo yo podía lucir un traje de preso. Miré como mis pertenencias se las llevaba el oficial tras el cristal, la policía me miró fijamente y tendió la mano para que yo le diera mi mano, eso hice, y luego el brazalete localizador se apretó en mi muñeca. Alta tecnología que cárceles americanas poseían, estructuras fuertes, grandes y espaciosas que tenían a las personas más peligrosas; narcotraficantes, asesinos, violadores y ladrones. Yo, una entre los miles del grupo de los inocentes. ¡Ja! Y pensar que en este momento Elsa miraba desde lo lejos el entierro de Jereth, y yo solo miro como las rejas se deslizan para dejarme dentro de un cuarto de cuatro paredes donde lloró y trató de entender como paso todo.

Por amar, por eso estoy pagando. Ahora solo sé que no puedo enamorarme más, por qué jamás alguien me amara como yo amo, las personas pocas veces aprecian lo que uno puede dar. Ni siquiera lo hizo él.

Miré a mí alrededor, estaba sola, y el olor a cigarrillo impregnó en mí. Me recosté en la que sería mi cama, posé mis manos encima de mi pecho y miré el techo detenidamente.

- ¿Por qué Jereth? ¿Por qué?- Susurré entre lágrimas.

¿Por qué no me amaste como yo lo hice? Siempre dijiste que me amabas y sin embargo me mentiste, y peor aún, nunca me dijiste la verdad. De quien prendió el fuego en casa, quien hizo que perdiera a mi bebe y por qué jamás me amaste de verdad.

En 15 años, luego que pueda ver la luz, yo misma buscaré las respuestas que me fueron arrebatadas. 

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