Capítulo 11

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No te conozco.

La celda se encuentra vacía, fría y con olor a nicotina. Recuerdo mis días en este mismo lugar, esperando un juicio que nunca imaginé viviría. Peps nunca me abandonó, muy por lo contrario fue como un ángel guardián para mí, aquí y en Miami. Siempre me recordó lo que yo era, una persona que hizo lo que hizo por la familia.

Juego con mi brazalete, apenas puedo tocarlo, las esposas juntan mis manos de una manera absurda, exagerada diría yo. El dije de flor pierde color, ya no es rosado como a un principio, ahora es solo dorado, pierde color como yo ahora mismo. Ya nada tiene sentido y la motivación o esperanza que tenía antes, desvanece. Tengo las emociones en blanco, no estoy feliz pero extrañamente tampoco estoy triste o molesta, de hecho soy un ser humano en cero que no espera vengan a tenerle lastima y compasión. El tiempo decidirá mi destino, pues solo el tiempo y el destino forman la vida.

Mi mente no deja de recordarlo, el rostro de decepción de Brian, dios, soy una estúpida. Debí contarle antes, debí imaginarme que Elsa podía hacer algo como esto. ¿Cómo acomodo mi mentira? ¿Cómo puedo remediarlo todo? Él no me va a creer, fácilmente lo puede leer en un expediente, y allí dirá lo que él ya se supone.

"Homicidio: Jereth O'Kelly"

Las horas pasan, observo el ingreso de otros detenidos, en mi celda ingresa una joven de unos veintidós años, con un rostro serio y maquillaje regado. Ella no me mira, tampoco deseo que lo haga, yo no quiero hablar. Me encuentro de muy mal humor, con migraña y lágrimas corriendo por mis mejillas. ¿Qué más podría hacer en un lugar como esté?

- Elena Rose, tiene visita.

Miro unos segundos al guardia, volteo los ojos y con rostro serio me paro, de mala gana; acomodo mi cabello y suspiro. Estoy lista, ni se exactamente para qué, pero estoy lista, ansiosa, deseosa y con una chispa de esperanza que esa visita sea Brian

...


Su cabellera perfectamente peinada, su porte de clase alta que ha desarrollado con el tiempo, su perfume Channel que puede distinguir todo Boston, esa sensación de miedo que produce, Elsa se ha convertido en un demonio. Yo misma lo creé. No debí sacarla del orfanato, ahora más que nunca desearía con todas mis fuerzas no haberle rogado a mi tía para que la adoptara. Quisiera que se estuviera pudriendo en una vida ajena a la que ahora tiene.

- ¿Qué haces aquí?- Le digo, con molestia. – Quiero que me saquen no una visita y menos tuya.- Ella ríe.

- Elena, aún no entiendes.- Ríe irónicamente. – Estas aquí hasta que a mí me dé la gana, no recibirás visitas y no tendrás un abogado si yo no lo quiero.

- Es que no necesito ni visitas, ni abogado, ni nada. No he hecho lo que se me acusa y para tu mala suerte, no me echaré la culpa esta vez.

- ¿Crees que necesito que te eches la culpa? Las cosas en Boston se hacen a mi manera.- Me dice firmemente, la rabia recorre mi cuerpo y si no estuviera esposada le partiría la boca. – Hagamos un negocio fácil. Te suelto, te largas de Boston y estamos en paz.

- No me iré de Boston hasta que no te vea pagar el asesinato de Jereth.

Se molesta, la veo furiosa y lo disfruto. Me tiene miedo, aunque lo niegue y crea que con su porte de superioridad me da temor, es mentira, siempre será la niña desconfiada de sí misma que quiere tener poder para sentirse bien.

- Sí así quieres las cosas, así serán. Ahora mismo ordeno que no sé te permitan visitas por 24 horas.- La miro seria. - No tienes opciones ahora, Elena. Púdrete en la cárcel.

Si Te Perdiera Esta Noche ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora