2-Prisionero de la locura

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Pensaba que volverían al cielo cuando mencionaron lo de irse, pero lo único que hicieron fue aparecer en un campamento en algún lugar de la tierra, un ángel había ayudado a Castiel por su falta de alas a llegar al campamento, el serafín miraba por el lugar abandonado, las casas hechas para los que se quedarían a dormir algunos días, la fogata preparada para ser encendida en medio de un terreno baldío rodeado por troncos, solo había la diferencia de las pocas mesas alrededor y las armas de fuego que reposaban en algunos árboles.

—¿Dónde estamos?—pregunto olvidando que Gabriel no podía responderle.

—Estamos en el campamento, recuerda no salir Castiel, no quiero tener que ir a buscarte como la semana pasada, te lo advierto— cometo Miguel severamente llegando a su lado poniendo su mano en el hombro de Gabriel—. Puedes hablar y hacer lo que quieras menos salir del bosque o atentar contra tu vida, ni siquiera lo pienses ¿entendiste?—

Gabriel soltó un respiro profundo, respiro como si alguien hubiera estado asfixiándole, asintió con la cabeza mirando al mayor de ellos, Miguel acaricio su cabeza de regreso antes de dar la media vuelta para irse, ese en definitiva no era el Miguel que Castiel esperaba ver.

—Creía que nunca me dejaría libre—Gabriel suspiro mirando hacia Castiel, el joven ángel se notaba de más confundido —. Te ves diferente Cas—

—Gabe, no entiendo nada de lo que está pasando— susurro como si tuviera miedo de que alguien pudiera escucharlo.

El arcángel parecía pensarlo seriamente hasta que por fin chasqueo los dedos como si la idea llegara.

—Es la cordura, parece que recuperaste un poco de ella—sonrió ante la broma—. Si tienes algo se sobra me gustaría tenerla si no te importa darme un poco—

Eso era demasiado raro ¿De qué estaba hablando Gabriel?

—¿A...qué te refieres?—

—Porfavor Cas, hasta tú mismo sabes que perdiste la cabeza hace tiempo—

—¿Qué?—le sorprendió la naturalidad con lo que Gabriel lo decía.

Gabriel le miro igual de sorprendido, aquel Castiel parecía demasiado confundido, mucho más del que conocía, al verlo bien noto algo mal con él por lo que tomo a Castiel del brazo haciéndolo caminar para alejarse de los ángeles que estaban cerca.

—¿Quién eres tú?—susurro lo más bajo que pudo aunque Cas estaba seguro que nadie podría escucharlos a esa distancia—Te ves como Cas pero no eres él—

El serafín suspiro, no sabía si estar aliviado de encontrar a alguien a quien contarle sobre quien era en verdad o estar preocupado que le pudieran descubrir tan fácilmente en algún momento, de igual manera si alguien lo iba a descubrir se alegraba de pensar que sería Gabriel, quizás con algo de suerte el arcángel le ayudaría a encontrar la manera de volver.

—Gabriel ¿Puedo confiar en ti para confesarte algo?—

—No, para nada puedes confiar en mi—respondió sin parpadear—No sé si eres el mismo Castiel pero soy el menos confiable aquí—

—¿Por qué?—

—Castiel...soy prisionero de Miguel—sonrió como si quisiera consolarse a sí mismo—No hay nada que yo pueda hacer o pensar sin que Miguel se entere—

—Explícate más porfavor—

—Ven No-Cas, vamos a caminar y te contare todo—

Tal como dijo comenzó a caminar por el campamento mientras Castiel lo seguía a un lado, el arcángel sonreía con libertad como si nada de lo que pasara interesara lo suficiente para él.

—Cuando todo explotó en la guerra me oculte con los paganos, Miguel me necesitaba así que fue a pedirme ayuda pero me negué a ayudarlo y me oculte para que no me encontrara, pero luego los paganos fueron desapareciendo...—hizo una pausa hablando con más seriedad—Los paganos que quedaron vivos hablaron con Miguel al notar que no tendrían oportunidad y Miguel los convenció para entregarme, necesitaba mi poder y yo no se lo daría aunque todos quisieran, es decir, el maldito me abandono, yo no iría con él solo porque el mundo estuviera acabando—

—¿Entonces te hizo su prisionero? Pero eso no te obliga a hacer lo que él diga...—

—No Cas—soltó una pequeña risa—Los malditos paganos le dieron un hechizo que solo podía hacer un arcángel, un hechizo para atarme a él para la eternidad, sería su prisionero, haría solo lo que él dijera, sabría todo sobre mí, pensamientos y sentimientos, no podría mover un dedo sin que él lo ordenara y era igual con mi poder, sí él me ordenaba matar a la persona que más amaba entonces yo lo haría sin negarme...—

—Eso es...horrible—comento Castiel sin siquiera imaginarse estar en su posición.

—Eso no fue todo, había un hechizo para romper la atadura y hacerme libre, pero ambos hechizos, ambos rollos los quemo frente a mí como si quisiera demostrar que las cadenas que ato en mis manos jamás serían abiertas de nuevo—

Castiel notaba a su hermano mayor triste, con una tristeza tan profunda que hasta él podía sentirla, ese no era un hechizo, era una maldición y por un momento se sintió triste por su hermano, vio un par de lágrimas deslizarse por la mejilla de Gabriel.

—Llore demasiado tiempo por mi libertad arrebatada e incluso intente quitarme la vida más veces de las que podía contar, suplicaba a cualquiera que me quitara la vida porque estaba seguro que vivir de esa manera no era vida, pero Miguel lo sabía, sabía cuánto deseaba mi muerte así que me prohibió hacerlo, cuando se enteró que a todos les pedía que me enterraran una espada de ángel me dijo que dejara de hacerlo o pensarlo—

—¿Y así fue?—pregunto con curiosidad y el arcángel negó con la cabeza.

—Lo malo de tener tanta tristeza, sentirte tan atrapado dentro de ti mismo es que lo único que te puede liberar es la locura, si estaba lo suficientemente loco para no entender su concepto de "atentar contra mi vida" podía seguir haciéndolo y aun lo hago, por eso siempre lo repite cuando me deja hacer lo que quiera, porque sabe que siempre encontrare la forma de liberarme de eso pero siempre está observando, apenas tenga la pequeña idea o algo parecido el aparecerá en mi lado y comenzara con su estúpido sermón así que intento evitarlo, pero también está la forma de hacer algo sin pensarlo—

—¿Hacer algo sin pensarlo?—

—Sí, puedo quizás caerme cerca de algún objeto afijado como la espada de un ángel sin que yo me dé cuenta o lo piense demasiado, eso le daba podo tiempo para reaccionar pero para mí mala suerte solo lo he podido hacer dos veces y desde entonces Miguel me pide reporte de mi día cuando nos volvemos a reunir a media noche—suspiró con frustración—. Si llego a lastimarme a propósito solo aparecerá a mi lado, me dará su estúpido sermón y me obligara a entrenar hasta que me desmaye del cansancio y realmente no es algo que deseo así que después de tantos años me rendí...esa locura de la que te hable se apodero de mi por completo—

—No es justo que te haga eso, no puede tratarte de esa manera—

Gabriel sonrió ante el tono de su hermano menor.

—Tú no estás mejor Cas, digo No-Cas, parece que somos los que menos toman en serio en este lugar—

—¿A qué te refieres?—

—Eras todo correcto buscando la manera de encontrar la solución hasta que viste que todo estaba perdido y decidiste asesinar a Dean—sonrió mientras lo contaba—El control de Naomi, el asesinato de Samandriel y la manera que comenzaste con todo acabo con todo tu espíritu pero lo que termino por romper tu mente fue lo que hiciste a Dean—

Castiel se paralizo en su lugar sin poder moverse ¿De qué estaba hablando Gabriel? ¿Qué es lo que había hecho su yo de esta dimensión? No comprendía nada pero si Dean estaba muerto entonces ¿Qué había pasado con Sam?

Broken WorldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora