Deux

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No tuve más opción que dejarme llevar, suponiendo que acababa de ser secuestrado

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No tuve más opción que dejarme llevar, suponiendo que acababa de ser secuestrado. Mis pasos eran rápidos, sonoros, por las medias mojadas, gélidas, la parte trasera de la gabardina pesaba al estar mojada, al igual que mi pantalón, correr producía que el frío fuese en aumento, pero el desconocido castaño seguía agarrándome y trotando. Detallé brevemente cada peca de su perfil derecho y el porte de su ropa, agradable, similar a mi estilo. Una gabardina azul obscuro, un pantalón café y los zapatos negros.

Llegamos a una residencia en un cuarto piso de un complejo departamental y allí se detuvo al fin.

—Perdón por traerte aquí... —comenzó a hablar de vuelta, adentrándose al recinto, ya había soltado mi mano, yo caminaba lentamente tras él, mientras él agarró casi con violencia una libreta y una pluma de una mesa con más artefactos de ese tipo y comenzó a escribir apresurado, tomó aire— no podía dejarlo pasar, había acabado de inspirarme y quise correr a casa, por eso choqué contigo, lo siento, por tu ropa y tu libro, ya los repondré... quítate la ropa, de una vez; no eres muy diferente de mí así que te obsequiaré parte de mi guardarropa, ve al baño y aséate para no enfermar, el agua tibia sale con la llave de la derecha. Estoy escribiendo, lo siento, me has ayudado también a mí...

Me quedé estático, increíblemente estupefacto, no entendía una sola palabra de lo que aquél me estaba diciendo, sólo miraba sus nudillos marcarse cada vez más al ejercer presión sobre la hoja, escribiendo sin detenerse. Transcurrieron al menos cinco minutos en casi completo sosiego, con el único sonido del goteo de mi ropa y de la pluma acelerada en el papel. Y él se detuvo y volvió a dejar las cosas en su lugar.

—¿No fuiste a bañarte? ¡Anda! —Ordenó.

—Disculpe, ¿quién es usted? —Demostré mi creciente confusión, sin moverme de mi sitio.

—Ah, oh, sí, lo siento... quizá no nos conocemos en persona, es la primera vez que te veo, pero de seguro ya me conoces... —carcajeó y dio una vuelta por la sala de estar mientras yo lo seguía con la mirada, buscó junto a un sillón marrón y sacó una caja encima de este, balbuceó alguna cosa y sacó un libro, me acerqué rápidamente, inédito, viendo al menos veinte copias más del mismo— aquí está tu libro, oh, espera, es la primera vez que sucede algo así, así que he de darte mi autógrafo... —corrió nuevamente al escritorio por su pluma, mientras yo me ahogaba en desconcierto, apoyó el libro sobre la mesa y en la primera página, escribió algo rápido. Me entregó el libro nuevo. Lo abrí curioso y vi su firma, grande y clara, en cursiva perfecta, con una flor decorando la última letra, "Fleur", su nombre. A su causa, descubrí, tardío, que él era la flor. —Es un placer.

—¿Fleur?

—Sí, ese soy yo —Manifestó orgulloso, tendiéndome su mano—. ¿Tú eres...?

—Cyrill —afirmé, apretando su mano.

—Ya tendré tiempo para explicar... —sonrió con dulzura—, querido Cyrill, ahora obedece lo que te he indicado antes y ve, usa mi baño, perdón por como he dejado tu ropa, voy a robarte esa gabardina, por cierto. —Rió con un guiño coqueto.

FleurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora