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"Y sintió . Ferviente, puro, intenso. Como una tormenta a punto de desatarse y, sin embargo, nadie parecía notarlo."

Faltaban dos personas antes de llegar a la caja para pedir su orden y aun no había tomado una decisión. Tantos sabores y nombres extraños, ¿Como iba uno poder decidir con tranquilidad? Rascó nervioso su castaño cabello ¿Menta explosiva? ¿Mango salvaje? Cada uno más exuberante que el otro.

–¿Señor?– lo interrumpió una vocecita– ¿En que puedo servirle?

Despertó de su transe y, alternando su mirada entre la señorita que lo atendía y la amplia lista de malteadas con nombres de súper héroes entre otras cosas, pidió la más simple que encontró.

–Una de vainilla... por favor.

La señorita sonrió con mecanismo, haciéndolo sentir más nervioso de lo que ya estaba, mientras lo invitaba a sentarse y esperar a que su orden esté lista.

Divisó una mesa vacía casi al fondo del local y sin dudar se dirigió hacia el, no sin pasar con cautela entre las otras mesas abarrotadas de adolescentes con malteadas de diferentes colores repartiendo risas a montones.

Una vez sentado pudo apreciar el lugar con más calma. El local era simple pero acogedor. Los rayos de luz de la mañana se colaban por los amplios cristales que dejaban ver con todo esplendor las calles que lo rodeaban.

Dejo que su vista se perdiera entre los vehículos que iban y venían, contando el tiempo en que el semáforo cambiaba de color y observando a los transeúntes pasar con aire descansado que solo una mañana fresca de domingo puede otorgar.

Treinta y ocho segundos habían pasado desde que el rojo pasó a verde cuando un par de peculiares clientes llamaron su atención.

Dos mesas más hacia delante un joven alto de cabello rojizo con cejas extrañas y otro pálido con cabellos del color del cielo tenían una charla aparentemente interesante.

Sus compañeros de equipo, ¿Como no iba a reconocerlos al instante?

Al parecer llevaban ahí hace tiempo, ya que había envases vacíos (bastantes) de malteadas apilados hacia un costado de forma tal que no impidieran el contacto visual entre uno y otro.

El encuentro que sus compañeros de basketball tenían en ese momento le hubiera resultado de lo más natural si es que no se detenía a observar con más claridad lo que sucedía en aquella mesa.

No se encontraba tan cerca como para enterarse del tema de conversación en cuestión, pero si lo suficiente como para captar cada gesto y movimiento.

De un momento a otro no pudo reconocerlos. El pelirrojo, tan enérgico, efusivo y jovial, hablaba tranquilo y relajado haciendo suaves ademanes con las manos. Su receptor, quien se destacaba siempre por no destacar, lo miraba atentamente haciendo gestos de sorpresa o asombro, poco propio de el, y sonriendo como quien está escuchando el relato más fascinante de su vida.

Ambos estaban enfrascados en su conversación, creando una atmósfera tan intima, tan suya, restando importancia a lo que sea que no fuera el otro.

No cabía de asombro. Nunca los había visto de esa manera y cualquiera que pusiera un poco de atención se daría cuenta de lo que en realidad sucedía. Mas ese pensamiento lo hizo reflexionar, pues que el recuerde nunca había tenido interés alguno en observar a detalle la relación que tenían sus compañeros. Y ¿Si tal vez siempre fue así? ¿Si tal vez siempre habían convivido en esa atmósfera surrealista que los rodea en este instante? ¿Si siempre habían intercambiado miradas de fuego cada vez que entablaban conversación? Y ¿Si siempre fue así y nadie nunca lo notó?

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⏰ Última actualización: Jun 29, 2018 ⏰

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