Día 4: Adiós Amor...

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No... No... —murmuraba ella incrédula —¿Estas jugando conmigo, verdad? Ya caigo, es una de tus típicas bromistas de mal gusto ¿no es así? —.

El castaño solo se limitó a verla a los ojos, con una mirada seria, triste, apagada —Nunca jugaría con algo tan grave como esto... Louise... —al terminar la oración los ojos de la pelinegra se llenaron de lágrimas que rápidamente comenzaron a brotar sin control alguno —Sólo me quedan unos... —fue interrumpido por la azabache antes de terminar esa dolorosa oración.

—¡No! ¡No! ¡No! —con las manos en el cabello y las mejillas llenas de lágrimas se negaba a aceptar la cruel realidad de sus destinos —¡No! —gritaba con la voz quebradiza brotando como en un susurro.

¡Cariño! ¡Escuchame, Cariño! —el castaño trataba de sacar a la azabache de ese shock en el que la había adentro —¡Cariño! Mirame, ¡Louise...! —decidio agarrarle las muñecas y hacerla que lo viera directo a los ojos —Yo tampoco quiero irme, quiero estar contigo, verte en mi graduación, verte en la tuya, ver tu expresión cuando te proponga matrimonio, verte caminar por el altar en un vestido blanco, tomar tu mano y jurarte amor eterno, tener una familia, quiero estar el resto de mi vida contigo... No me quiero ir... Pero es algo inevitable... —trataba de explicarle a la chica que más amaba en el mundo el porqué tenía que partir, rogando que su voz no flaqueará y las lágrimas brotaran —Pero no quiero verte triste, no quiero que te rindas por mi culpa, tienes que vivir, graduarte, conocer a alguien... Formar una familia... Con o sin mi... —su voz comenzaba a flaquear más él no lo permitiría —Promete que no estarás sola, no beberás sola, no llorarás sola... Dime que... Serás feliz —.

No... ¡Yo no quiero conocer a alguien más, no quiero tomar con alguien más, no quiero formar una familia si no es contigo, no quiero llegar totalmente ebria a mi casa si no es contigo...! —contiinuaba negándose la chica inmersa en el llanto.

Louise... No... No digas eso... —al castaño se le destruía el corazón al escuchar aquellas palabras de su pelinegra favorita y la voz comenzaba a fallarle más y más dando paso a que las lágrimas lentamente empezaran a brotar —Ti-tienes que ser... Feliz... Ti-tienes que de-dejarme atrás... Yo nunca te abandonaré, siempre... Siempre te estaré cui-cuidando... Estaré... —nuevamente fue interrumpido por la pelinegra.

¡No te quiero de ángel guardián! —logró soltarse del agarre del castaño viéndolo por un momento a los ojos con la cara totalmente destrozada por el dolor y el llanto, cosa que penetró en lo más profundo del corazón de Ethan grabándose en su memoria para siempre, para segundos después abrazarlo lo más fuerte que podía, como si eso fuese a impedir la inminente despedida de los dos —¡Te quiero a mi lado...! —.

Ethan no pudo resistir más y comenzó a llorar tan fuerte como la chica que abrazaba fuertemente —¡Lo siento! ¡Lo siento...! Lo siento... Lo siento tanto... —sólo podía murmurar sin encontrar más palabras, le dolía partir, le destruía pensar que no podría estar junto a su amada, no poder verla crecer como mujer, no poder estar a su lado en los momentos donde más lo requiera, el médico había dicho que solamente le quedaban unos cuantos meses y dejó en claro que nada podía impedir el inminente final.

Los meses habían pasado y cada vez el tiempo llegaba a su final, obligando a los dos amantes a aceptar la realidad de sus destinos.

¿¡Ethan!? ¿¡Ethan!? ¡¡Ayuda!! ¡¡Ayuda por favor!! —la azabache iba de visita todos los días al hospital donde se encontraba su amado, los días pasaban normalmente sin ninguna complicación... Ha excepción de ese día —¡Ethan, resiste! ¡Resiste...! —.

Los médicos llegaron de inmediato y comenzaron a revisar el estado del castaño, los monitores, el ritmo cardíaco, el nivel de oxígeno, absolutamente todo.

Louise... Amor... —a duras penas podía hablar el chico.

¡Ethan, no hables! ¡Resiste, pronto estarás mejor! —.

Llego la hora... Amor... —.

¡No...! ¡Estarás mejor y... y... y podrás regresar a casa...! —tomó firmemente la mano de su amante, tratando de retenerlo ahí con ella —No... No me dejes... Por favor —.

El castaño se limitó a negar con un sutil movimiento con una sonrisa triste en su rostro —Louise... Adiós amor... Me hiciste el hombre... más feliz del mundo... Espero que podamos... Encontrarnos... En otra... Vida... —y así sin más la línea plana en el monitor principal declaró el final de su destino juntos.

Pasaron los días, la gente que se encontraba reunida estaba vestida de negro, nadie sonreía, nadie decía Lamento tu pérdida solo se limitaban a guardar silencio y arrojar un pequeño puño de tierra en forma de despedida. Cuando comenzaron a bajar la caja para dar final a todo esto, se comenzaron a escuchar llantos y lamentos desgarradores de una chica, una pelinegra que tenía todo el derecho del mundo a llorar, la única que tenía el derecho de hacer tremendo escándalo.

¡¡No!! ¡Ethan! ¡¡Ethan!! —le hacía el trabajo más difícil a su amiga quien intentaba detenerla —¡No! ¡¡Dejenlo!! ¡¡Ethan!! ¡Ethan...! —.

Todo el mundo veía la escena con un nudo en la garganta, e hipócritamente trataban de ponerse en los zapatos de la chica, todos sabían que esa chica había sido pieza clave en la vida de Ethan, ella le había devuelto la esperanza que su madre se llevó, le devolvió la alegría, las ganas de soñar, de salir de la monotonía, de arriesgar por un futuro incierto, Ella había hecho que Ethan fuera realmente feliz...

Pero el destino tenía otros planes para ellos dos.

Diario De Una AdolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora