Había planeado llegar a mi casa antes que Rosie y Suzanne, principalmente porque quería que Rosie me viera lo menos posible con mi uniforme del colegio. Ella era muy afortunada de tener un uniforme discreto: pollera negra, camisa blanca, cárdigan blanco. Y tenía la costumbre de reírse en mi cara si alguna vez me veía con el mío puesto.
Con la suerte que me caracteriza, en el momento en que ponía la llave para abrir la puerta de entrada escuché los pasos de Rosie detrás de mí y allí estaba ella, tirándose sobre la puerta cerrada y acercando su cara a la mía.
—¡Hola! —gritó con una gran sonrisa. Tuve que reír.
— Hola —dije, mientras giraba la llave y abría la puerta—. ¿Existe alguna posibilidad de convencerte de que te quedes aquí mientras me cambio?
—No —contestó Rosie al mismo tiempo que entraba antes que yo y me bloqueaba la entrada—. Ya es tarde. Te vimos las dos. —Hizo un gesto hacia Suzanne, que estaba de pie detrás de mí—. Suze, ¿no te dije que iba a ser la cosa más verde que hayas visto?
Giré y miré a la chica nueva. Cuando nuestros ojos se encontraron, las dos sonreímos.
—Hola. Soy Suzanne. —Ella era naturalmente simpática, su voz era alegre y su rostro despejado.
—Hola. Supongo que ya sabés que soy Caddy —dije, tratando de imitar el tono de voz radiante de Suzanne, sin lograrlo.
Asintió.
—Tu casa es muy linda.
—Gracias —dije, como si tuviera algún tipo de injerencia sobre el asunto. Entré a la casa y ella me siguió, colocándose a un lado, de manera que pudiera cerrar la puerta.
Rosie reapareció por la puerta de la cocina. Sostenía tres latas de gaseosa.
—¿Tomás Coca-Cola? —preguntó a Suzanne, mientras le ofrecía una lata.
Suzanne me miró como pidiendo permiso.
—No le hagas caso. Ella cree que esta es su casa también —dije, tomando una de las latas para mí. Luego me dispuse a subir por las escaleras.
—Básicamente lo es. —Rosie sonaba mucho más animada de lo que generalmente solía estar luego de la primera semana de clases. A esta altura, el año pasado, se había desplomado en mi sofá y se negaba a mover un músculo.
En mi habitación, Rosie agarró el puf y se sumergió en él, pero por algún motivo no eligió el lugar en el que siempre solía acomodarse, en la cama, a mi lado. Suzanne se sentó junto a ella. Sus ojos recorrían toda la habitación. Noté cómo se posaban en el póster de Disney de Bernardo y Bianca –un regalo que me había dado Tarin hacía unos años como premio de una búsqueda del tesoro–, con una sonrisa desconcertada que cruzó por su rostro.
Traté de estudiar de manera discreta esta posible farsante, que no resultó ser lo que esperaba según lo que Rosie había descripto por teléfono.
Esto sucedió probablemente porque, con todo lo que habíamos hablado los últimos días (y hablamos mucho), ella no mencionó en ningún momento lo que para mí era lo más digno de atención: Suzanne era preciosa. No bonita, o linda, o cualquier otro adjetivo similar, sino que era deslumbrante. No solo por su cabello rubio (se veía mucho mejor que el mío, al punto que podía llegar a ser rubio natural), o sus ojos azules, o su figura de modelo. Era también su maquillaje e incluso la manera en que se movía. Me sentí intimidada por ella; dolorosamente consciente de mi pelo despeinado y mi tendencia a encorvarme, sin mencionar mi horrorosa imagen con el uniforme del colegio. Rosie me había hablado de su "seguridad". ¿Cómo podía no ser segura una persona, si se veía como ella?
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FRÁGIL COMO NOSOTRAS
AventuraEsta soy yo: Soy una mujer de sentimientos débiles, pero carácter fuerte, soy celosa, odio que me mientan, cuando me la hacen me la pagan, no siempre ando de buen humor, no presumo de algo que no tengo al contrario doy gracias por lo poco que tengo...