Capitulo 8

928 65 5
                                    

Besar a Dulce Espinoza fue como una perfecta sinfonía,
cómo si estuviera hecha para el. Sus satinados labios se
deslizaban sobre los de el y su cuerpo se curvaba
contra el suyo, ajuntandose exactamente a su forma.
Quería más de ella... No. Lo quería todo de ella. La
rodeo firmemente por la cintura y mientras enredaba
la mano en su sedosa melena, intensificó el beso.

Cuanto la había echado de menos. Cuanto había
echado de menos su sabor, esa mezcla de dulce y
picante, como las manzanas y el café. Había echado de
menos los suaves sonidos que habían escapado de sus
labios cuando él había acariciado su boca con su
lengua. Había echado de menos su curvilíneo cuerpo
contra el suyo.

Pero sobre todo había añorado como ella, con un solo
beso, podía hacerle olvidar todo y abrir en su vida una
ventana a la esperanza, aunque sólo fuera por un
momento.

Dulce se apartó sonrojada y le sonrió. Sus ojos marrones
claros le hicieron preguntarse a Ucker si era posible
que un hombre se perdiera en esas profundidades.

Dulce: Ha sido... increíble.

Ucker: Estoy de acuerdo -le respondió él con una sonrisa.

Dulce: Y... una complicación -la sonrisa de Dulce se
desvaneció-. Trabajamos juntos, Ucker. Eso es todo.

Él deslizó un dedo a lo largo de su mandíbula con el
deseo de poder besarla otra vez. Su sentido común le
decía que ella había hecho lo correcto al apartarse,
pero ahora mismo él no quería escucharlo.

Ucker: ¿En serio? Porque a mí no me parece que hoy
hayamos hecho nada parecido al trabajo?

Dulce: Entonces, ¿que estamos haciendo?

Él le acarició los labios, acarició lo que su boca no
podía besar.

Ucker: Y si no ha sido solo trabajo?

¿Que estaba haciendo? No tenía ni tiempo ni espacio
en su vida para un relación. De hecho, era el último
hombre que debería intentar tener una relación con
una mujer como ella.

Sí, desde que había conocido a Dulce le había dado
vueltas a la idea de tenerla en su vida. Al principio
durante una noche...

Ahora por más tiempo.

Imposible. No podía. Ahora no. Ni ahora ni nunca. Y
menos con una mujer que claramente quería el pack
completo: un marido, una familia y una casita
rodeada por un bonita valla.

Con cualquier otro hombre, podría tenerlo, pero no
con Christopher Uckerman.

«Cuida de tu hermano, Ucke. Cuida de él. Es frágil y
necesita que alguien lo cuide».

Y después, cuando Óscar estaba agonizando...

«Cuida de mi familia. Ahora dependen de ti».

Dulce: ¿Estas diciendo que... salgamos juntos? -le
pregunto Dulce.

Él debería decir que no. Todo su ser intentaba
vocalizar esa palabra, pero entonces vio ese rostro con
forma de corazón, esos ojos marrones llenos de preguntas,
ese leve rubor del fresco deseo en la cara de Dulce y
abrió la boca para decir:

Xxx: Bueno, aquí tienen sus cebos -dijo el capitán -.
Gusanos bien grandes. Jugosos.

Ucker: Genial - dijo Ucker.

Nada como esas cuatro palabras para romper el
encantó del momento.

Capitán: A los peces les encantan -siguio el capitán
ignorando que los hubiera interrumpido -. Ahora bien,
si son un poco escrupulosos, yo puedo engancharlos en
el anzuelo por ustedes -su sonrisa dejó ver la ausencia
de varios dientes -. Todo va incluido en el precio.

Embarazo en las vegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora