Los comienzos.

14 0 0
                                    

*Narra Senichi*

Estaba sentado en mi pupitre, hablando con uno de los mejores amigos que pude encontrar durante mi infancia, Kenta.

-Oye, Ken.- Así suelo llamarlo normalmente, de paso me burlo un poco por lo de los juguetes de Barbie.-¿Acabas de entender algo? Porque la verdad que yo no escuché nada de la clase.

Me miro con cansancio, y yo, como siempre, lo miré casi riéndome, sabiendo su respuesta.

-Claro que lo escuché, ¿Acaso quieres que te lo pase todo, como hice ya... Unas 100 veces?

-Me conoces tan bien, hombre de plástico.- Me miró un poco enojado por como lo llamé, y sin decir nada, me dio las hojas que había escrito.-Muchas gracias, Ken, te debo una.

-Ni lo menciones, que me debes actualmente 101 favores, y de alguna manera, siempre te las ingenias para no hacerlos.

Riendo golpeé su hombro amistosamente.-Y no creas que no me voy a zafar de esta también.

Al final del día, escribí lo que se había dado previamente en clases, y cuando terminé, al levantar la cabeza la ví a ella, Kozakura, mirándome con una sonrisa burlona estando justo enfrente de mí.

-¿Así que te quedaste de nuevo atrasado? Típico de un vago como tú, tal vez si prestaras más atención a lo que estamos dando, no te quedarías tan atrás, estúpido.

La miré disgustado, siempre que ve la oportunidad intenta molestarme, es increíble que los chicos la encuentren bonita... Preferiría suicidarme antes que estar con alguien tan mala como ella.

-Oye, Kozakura, aléjate si solo vienes a estorbar, yo elijo lo que hago conmigo, y punto.

Me tomó de la camisa del uniforme, y me levantó de mí asiento acercándome a ella con fuerza.

-Escúchame bien, idiota, a mí no me pones límites, yo hago lo que quiero siempre que quiero.

-Sueltame, tonta, y aléjate de mí, que estamos muy cerca, y no quiero tal cosa.-Al oír eso, me soltó mirándome de una forma un poco rara a la habitual, pero no le presté atención, posiblemente haya sido solo la ocasión.

-Te odio, Senichi.

-Y yo a tí, Kozakura.

Tomé mis cosas, las guardé en la mochila, y luego de mirarla una última vez, me fuí a mi casa, con la mochila en la espalda, y con el gusto horrendo que me deja verla a ella.

Entre el amor y el odio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora