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Capítulo 1: "Acromático"

— Mamá, mamá. 

Su cálida mirada descendió hacia la cabellera castaña de el menor de largas pestañas que tiraba de su falda, tratando de llamar su atención. 

— ¿Qué sucede, cariño?— Preguntó.

—¿Me podrías decir de qué color es esta flor?

Silenciosamente pasó la mano detrás de su espalda hacia adelante, mostrándole a su progenitora una pequeña flor color amarillo pastel con hojas verdes y brillantes.

— Es amarilla, igual que el sol.

Él recordaba a su madre explicarle los colores de cada cosa, recordaba el momento en el que confundido le preguntó a su madre sobre por qué el mundo era acromático, recibiendo una negación por respuesta puesto que ella no poseía la solución a la incógnita.

Con las manos en los bolsillos y pasos ligeros, sentía las gotas grises de lluvia empañar sus mejillas y chaqueta, realmente no le importaría pescar un resfriado en ese momento, así tendría una excusa para faltar al trabajo. Sonrió ante este pensamiento y miró al suelo, relajado por el sonido torrente que la humedad producía al chocar contra el suelo ferozmente, antes de comenzar a ver las ondas que sus zapatillas provocaba en los finos charcos de agua al pisarlos con cada paso.

Más adelante, divisó la silueta de una persona, mirando al cielo, permitiendo al cielo empaparlo de pies a cabeza, un atisbo de color surcó sus ojos, mostrándole un color caliente y pálido en la punta de la nariz de el chico bajo la lluvia, su corazón latió con fuerza antes de volver a ver su mundo acromático. Parpadeó un par de veces, mirando a todos lados buscando algún otro color, pero encontró la nada misma, literalmente. 

El chico se había marchado apresuradamente, dejando su paraguas celeste en el suelo.

Se acercó a él y lo tomó con su mano derecha, antes de abrirlo y divisar un pequeño dibujo de un pequeño conejo en uno de sus lados. Sonrió con ternura antes de cubrirse con el paraguas y dirigirse a su hogar.

”

— ¿En qué estabas pensando? Yukhei, te he dicho mil veces que no dejes tu paraguas a propósito en casa, maldita sea.

Mientras su madre se quejaba a medida que secaba el cabello del mencionado con una toalla, éste se rió silenciosamente ante la expresión avergonzada de la mayor al darse cuenta de que había maldecido, pues esta siempre había sido demasiado pura para el mundo y se sentía culpable al hacer algo malo. Si supiese que su hijo maldecía hasta al perro de la vecina, lo metería a un convento haciéndolo pasar por mujer de la manera en la que fuese posible.

— Lo siento, mamá, pero sólo fueron unas gotas.

Sintió el ceño fruncido y la mirada desaprobatoria de su madre en su nuca. — ¿Unas gotas, dices? Pues bien, tú secarás esas gotas que formaron aquél enorme charco en la entrada, niño. Si te enfermas, no te llevaré al hospital.

Yukhei se quejó, yendo detrás de quien sacudía la toalla esparciendo humedad por el lugar. Después de que él se bañase y se pusiese ropa seca y limpia, su madre se sentó con él a ver una película antes de quedarse dormida.

Depositó un beso en su sien, deteniéndose a ver las leves arrugas que comenzaron a adornar el cansado rostro de su madre. Ella había comenzado a ver el mundo en blanco y negro otra vez desde la muerte de su padre, pero por alguna razón no lloraba absolutamente nunca más que en el cumpleaños de el mismo, quizás porque su alma lo llamaba.

La tomó entre sus brazos y la llevó a su habitación antes de depositarla con cuidado sobre su cama, cubrirla con sus sábanas y encender el calefactor, esa noche era fría.

Una vez Yukhei se acostó en su cama, cerrando sus ojos, su corazón se alborotó nuevamente ante el recuerdo destellante de aquél chico bajo la lluvia.

”
El largo de los capítulos irá en incremento.
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