Los Ausentes

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...O...

Una tela con patrones inconsistentes, sobrantes de hilos  y  enmendaduras que dejaban ver la inexperiencia de su creador, era delineada por unas yemas que la escudriñaban al igual que sus ojos. Shaka ya no estaba seguro si gustaba demasiado de su manta por ser "única en su especie" o si precisamente por eso la debería tirar.

-Solo a él se le ocurre fabricar una manta tan pesada y caliente para un país como la India...-murmuró. 

Después de mucho meditarlo, el hindú dobló la tela con cautela y la guardó en su valija a empujones, ya que ni así consiguió volverla más pequeña. Fugazmente pensó de nuevo en dejarla atrás, pero la posibilidad de que a Mu se le antojara preguntar por ella...

No, le sería recordado por el resto de sus reencarnaciones que era un ingrato.  

Sonrió levemente con la sola idea de tener de nuevo esas riñas tan sosas,  habían pasado ya 6 años...Shaka no lo admitiría en voz alta, ya que el solo hecho de saberlo bastaba para incomodarlo.

-Solo podemos perder aquello a lo que nos aferramos.-murmuró, colgándose la modesta valija en su hombro desnudo, y volviendo a valorar una millonésima vez que tanto menos pesaría sin esa manta...

Suspiró derrotado, una sonrisa cansina adornó su joven rostro ante lo evidente: Había decidido de manera consciente cargar con ese peso adicional; el de la manta y el de aferrarse a Mu. 

...O...

Era apenas octubre en Grecia y Shaka ya estaba agradeciendo cargar esa (horrible) manta entre sus pertenencias, hacían 18 grados centígrados y él estaba cobijado hasta los hombros.

Se sentó al borde de la ventana en su modesta habitación en el sexto templo y clavó la vista en algún punto sin importancia del estrellado cielo, repasando las palabras que le fueron dichas  por Aldebarán unos momentos después de su llegada a Grecia. 

-Aioros, Saga, Camus e incluso Mu han traicionado al santuario, Aioros intentó asesinar a Athena y de los otros tres no se supo más nada, están desaparecidos. 

También le fue dicho que Aioria, al ser hermano del "traidor", había tenido que abandonar su lugar en la quinta casa por seguridad y se marchó nuevamente a entrenar en los alrededores...

Las 12 casas no eran para nada como el ojiazul las recordaba. 

Se hizo un ovillo en su lugar, la temperatura estaba descendiendo dramáticamente para su gusto, algo que para él era una tortura seguro a Mu le hubiese parecido como...

-Jamir...-murmuró, como si hubiera descubierto la rueda. Probablemente solo él y Aldebarán sabían, entre los caballeros dorados, que esa era la antigua morada del lemuriano. Sonrió con sorna, Mu no estaba "desaparecido..." solo no lo habían buscado bien.

Shaka se mordió el labio inferior como si intentara devolverse la cordura ¿A donde lo estaban conduciendo sus pensamientos? Las doctrinas budistas más elementales, en las cuales invirtió 6 años de su vida, se estaban escurriendo de él a cada segundo que se planteaba envolverse en esa manta y dirigirse a los Himalayas.

Fue ahí donde su propia mente inició una batalla de lo más mundana, muy por debajo de la condición de ser iluminado que pretendía alcanzar: el apego contra la razón. 

La razón le dictaba a Shaka que él era un caballero dorado al servicio de Athena, que tenía una función indispensable que cumplir en la sexta casa, mucho más ahora con tantas bajas en el santuario y con la amenaza de la llegada de Hades al mundo mortal...

FragmentosWhere stories live. Discover now