Capítulo 1

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-Hola, buen día- Pudo escuchar a lo lejos, pero decidió no prestarle atención cuando escucha como su compañero le responde.

Siguió haciendo el inventario de la mercancía que había llegado aquella mañana.

-Alex, ¿Puedes ir por esto a la bodega y se lo entregas a la señorita?- Le escuchó decir al hombre mayor mientras le tendía lo que parecía ser un pedido.

El joven se limitó a asentir mientras seguía con la mirada la dirección a la que le indicaba su compañero. Lo único que pudo ver fue una cabellera castaña de una joven que, en ese momento le daba la espalda. Observó el papel en su mano de nuevo y se apresuró a hacer su trabajo de inmediato.

-Señorita- Quiso llamar su atención al notar que aún le daba la espalda, como si esperase a alguien, pero lo cierto era que solo mataba el tiempo.

La joven se giró y sus castaños ojos chocaron con el ámbar del hombre, que lentamente escaneó su rostro.

-Gracias-Le regaló una sonrisa rápida y sus ojos lo dejaron de observar para clavar su mirada en otro punto.

-Si...- Apenas respondió, porque no supo qué más decir. Sus ojos la siguieron, la recorrieron de arriba abajo, sin lascivia.

Su largo cabello castaño caía sobre su espalda, pero a comparación de muchas chicas, era un cabello rebelde y pudo notar que un mechón de cabello más claro que el suyo sobresalía en su cabellera. Era alta, y tenía una esbelta figura, y mentiría si dijera que tenía el cuerpo perfecto, pero no era así, su atractivo residía en sus caderas, piernas, y la forma en la que su piel trigueña combinaba con el color de su cabello. Su rostro resultó ser el atractivo más destacado, y aunque solo puso observarla unos instantes, recordó cómo las largas y oscuras pestañas enmarcaban sus castaños ojos.

Pero aquel pensamiento fue desechado al instante en el que su compañero lo llamó, al parecer se dio cuenta de que había fijado su atención en ella, pero era normal en él, porque aunque fuese de pocas palabras, hasta él admitía que tenía una debilidad y esa, eran las mujeres.

-¿Quién es?- Preguntó sin disimular su interés.

-No lo pienses tanto, es imposible- La mano de su compañero se posó en su hombro derecho, y no pudo evitar pensar por unos segundos más en el rostro de la joven.

Sin querer, una media sonrisa se asomó por sus labios, esperando la próxima vez que la joven se paseara por allí.

Así de sencilla fue la manera en la que se conocieron, sin enredos ni confusiones, fue una simple coincidencia, y quizá ninguno supo en cuan problemática se convertiría aquella coincidencia.

El clima comenzaba a tornarse frío, el cielo estaba nublado y las grises nubes solo eran el presagio de la tormenta que se avecinaría, oleadas de viento barrían las calles de la ciudad y para ella, la escena no podía ser más perfecta, pues las hojas secas caídas de los árboles se dejaban llevar por el viento, y era tan fuerte que inclusive sintió como la empujaba levemente. Se abrazó a sí misma mientras decidió continuar con su camino.

La zona en la que estaba no era del todo segura, pero si deseaba llegar a su casa, debía pasar por allí. Era una rutina habitual pasar por aquel barrio, aunque casi siempre lo cruzaba en bus, pero aquel día había llegado muy tarde de visitar a su madre y se encontraba ya demasiado cansada.

Veía como un halo de vaho salía de sus labios mientras suspiraba.

Había pasado ya casi una semana desde que vio a aquel extraño de ambarinos ojos, y no pudo evitar recordar su apagada mirada. Siempre había sido de ese tipo de personas que intentaban observar más allá de las apariencias, y creía que una buena forma de hacerlo era prestarle atención a las ventanas del alma, y aunque sonase extraño y demasiado profundo, solía ser sencillo.

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