Capítulo 2

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Dos días. Dos días habían transcurrido desde aquella noche en la que se reencontró con aquel hombre de ojos ambarinos y nariz brusca. Dos noches desde que, quizá por coincidencia, había perdido aquellos papeles tan valiosos que debió proteger, aunque quizá no lo haya hecho de la mejor forma, claro está.

Había recurrido a todos los medios que creyó posibles; trazó de nuevo el camino de su casa al bar, que era el último lugar donde recordaba tuvo contacto con aquellos documentos, trazó aquel camino más de dos veces. Preguntó al encargado del bar, inclusive en su edificio y hasta a aquel hombre que se encargaba del aseo en la zona por la que vivía, pero al parecer se había desaparecido de la faz de la tierra.

Había sido un día relativamente largo, la tranquilidad no hallaba lugar en su cabeza, el cansancio de sus piernas era molesto y aquellas constantes punzadas en su cabeza no la dejaban en paz. Llevó su mano izquierda a su cien, masajeándola antes de pararse en el armario de su baño y sacar las pastillas que la ayudarían a relajarse. Las ingirió sin nada para pasarlas. Se observó en el espejo, y la imagen que este le devolvía en respuesta no era nada alentadora.

Había dormido menos de diez horas en aquellos dos días, sin contar que se había saltado los desayunos y lo poco que comía, si acaso era picoteado. Ella nunca había sido aquel tipo de chica a la que se le dificultase comer, al contrario, era amante a la comida, pero el estrés de tantas cosas en aquella última semana, o mejor dicho aquellos dos últimos días, había sido tal, que su estómago se había cerrado por completo.

Tenía veintidós años, y cargaba sobre sus hombros unas cuantas responsabilidades que no podía ignorar.

-No te escuché llegar.- La voz de su pequeño hermano la sobresaltó.

-Tienes que dejar de aparecer así, Gian.- Le regañó, con una mano en su pecho.

El pequeño de ocho años soltó una risa, se lanzó sobre la cama de su hermana con los brazos sobre su cabeza.

-¿Has estado solo mucho tiempo?- Preguntó la castaña con curiosidad, sentándose a su lado mientras quitaba los zapatos de sus pies.

-No, la señora Diana se ha ido hace media hora.- Sus grandes ojos grisáceos la observaban, tenía su ceño fruncido, como si intentase recordar algo.- Dijo que la llamaras en cuanto llegaras.

-¿Qué hiciste?- Detuvo su camino hacia la cocina para observarlo.

-Pones la misma cara de mamá- Comentó su hermano con cierto brillo de nostalgia en su mirada, y aquel simple gesto, estrujó el corazón de la chica.

-Ven, es hora de cenar.- Extendió su mano hacia el pequeño, quien se levantó como un resorte de la cama y la tomó.

-¿Mag?- La pequeña mano se cierra con fuerza en la de su hermana.

-¿Qué pasa?- Voltea al instante con la preocupación en su mirada.

-El tío Benjamín llamó- Los grandes orbes claros la observan con preocupación, pero inmediatamente ella logra borrar toda expresión en su rostro para no preocupar más a su hermano.

-¿Ah, qué dijo?- Le soltó la mano y se adentró a la pequeña cocina para ver qué podía conseguir.

-Que te ha llamado pero no contestas.- El pequeño deslizaba el oscuro carrito sobre la encimera de la cocina, ignorando la gravedad de la situación.

-Vale, luego hablaré con él. ¿Cómo ha estado el colegio hoy?- Pregunta para desviar la conversación, y así, sus pensamientos.

-Bien, hoy ha llegado una niña nueva...- Su tono es suave, casi tímido, lo que llama la atención de la castaña, aquella característica no muy propia de su pequeño hermano.

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⏰ Last updated: Jun 29, 2018 ⏰

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