Jaque Mate

"JAQUE MATE"
Sombrero y gabardina de color negro. Eso tenía puesto aquel hombre de avanzada edad, su mirada fija frente a una lápida. Sus manos se cerraron en puños y los apretó, sentía tanta rabia y dolor.

—Mentiroso...—Musitó sin despegar sus ojos de la lápida.
Su mirada bajo un poco al nombre de ésta: "Charles Francis Xavier”, recitaba la inscripción sobre el fino material.
Su querido y viejo amigo ahora estaba a tres o más metros bajo tierra
—Siempre pensé que yo me iría primero, pero veo que te adelantaste, mi querido Charles.— Las palabras brotaron con naturalidad de los labios del magnetista, sus manos fueron a sus bolsillos y un suspiro salió de sus labios.

—Fueron buenos tiempos, pero por lo menos ahora estás en paz.
Se agachó un poco y sus dedos pasaron por la lápida; tantos recuerdos vinieron a su mente: tantos buenos y malos tiempos, hasta que recordó el día que se conocieron. El cómo el castaño lo había salvado de hundirse en esas aguas heladas.

_"No estás solo."_ Palabras dichas por el difunto telepata vinieron a él.

Se levantó y negó levemente mientras una sonrisa triste aparecía en sus labios
—Eres un mentiroso.
Levantó su vista, la noche estaba cayendo, por lo que el cielo se estaba pintando de tonalidades oscura, y aún no podía creer que su amigo estaba muerto, mejor dicho, no quería creerlo.
Sin más que hacer ahí, se dio media vuelta y se retiró
—Por lo menos ahora nadie detendrá mis planes.— Soltó una risa amarga mientras se alejaba de aquel lugar.

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El de cabellos platinados llego a su "guarida", por llamarla de algún modo. Se quitó la gabardina y dejo el sombrero por ahí, dejándose caer en su asiento mientras su vista se clavaba en la nada. Se sentía extraño. Vacío. _Roto_.
No estaba muy seguro de lo último, ya que toda su vida se había sentido así. O tal vez, y gracias a cierto caballero de ojos azules, no en su totalidad.

—Charles.... —El nombre emanó de sus labios en su susurro tan suave y tranquilo. Ya no había "odio". O tal vez simplemente nunca lo hubo.
El telepata siempre le agradó, fue la primera persona que lo hizo ver las cosas de manera tan diferente, la única persona que logró ver a Erik Lehnsherr y no únicamente a Magneto.
Sólo Charles Xavier fue capaz de ver a la persona de tras de esa mascara, detrás de tanto sufrimiento e ira. Sólo Charles conoció todo de él, era después de todo el único amigo que tuvo, la única persona que se preocupó por él.
—¿Dónde está la esperanza, Charles? ¿Aún después de todo seguiste creyendo en que había tal cosa en mí? ¿En qué cambiaría? Te fuiste y dejaste tantas de tus incógnitas sin resolver. ¿O acaso sí las resolviste? Parece que ahora soy yo el que se queda con todas las preguntas.
El de cabellos blancos miro al techo. ¿Acaso el telepata, aun después de muerto, podía dejarle tantas dudas? ¿Eso era posible? La creciente inquietud en su interior parecía prueba suficiente.

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Los días simplemente pasaron. Ya no sentía motivos de venganza, todo era diferente ahora. No sentía esa motivación para ir contra el mundo, y aunque hubiera personas que lo detendrían, no era lo mismo.
No estaba el telepata de ojos azules para detenerlo.
—Así que así se siente…—Llevó una mano a su pecho, todavía sentía ese horrible vacío.
El gran Magneto se sentía vacío. Sentía su ira tan blanda. ¿Dónde estaba su motivación?
_Probablemente tres metros bajo tierra._
Se dio cuenta de lo pensaba y sacudió la cabeza, su puño se aporreó en la fina mesa de madera.
—No. Imposible. La motivación para hacer lo que hacía no era él, no es posible...¿O sí?—Magneto tenía dudas sobre sus motivaciones, y no podía dejar de preguntarse si ese pequeño telepata tuvo que ver con eso.

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Día tras día pasaba y el hombre de blancos cabellos tenía cada vez menos interés en sus ideales.
Se dignó a ir a la mansión Xavier. Le fue fácil escabullirse y entrar al lugar. Había entrado a la oficina de Charles; su mirada fue al tablero de ajedrez y sonrió con nostalgia. Se acercó a este y pudo notar que la partida estaba inconclusa y ahí lo recordó.