Odia la guerra, la sangre, las armas, las lágrimas, odia la muerte, las cartas de honor por caer en batalla, odia la espera en esa estación de trenes.
Pero se repite que vale la pena, que cada minuto alrededor de toda esa gente vale la pena por él.
Su madre la acaricia el cabello antes de irse a punto de llorar, porque a diferencia de Namjoon, su mamá ya no espera a nadie.
Los trenes llegan y parece que el chico más guapo del mundo no va a llegar nunca, así que se envuelve de recuerdos para no morir de ansiedad.
Como aquel recuerdo donde ambos estaban tomando, con las mejillas ya un poco rojas y el alcohol dándoles la valentía suficiente para mirarse a los ojos y besarse, aunque nunca tocaron el tema de nuevo.
Recuerda las manos del mayor peinar su cabello los días con demasiado aire, la suavidad de su piel acomodar de manera tan delicada el mechón detrás de su oreja y de forma disimulada un golpe ligero con su dedo para asegurarse que no se salga.
Recuerda la risa más fea del mundo, pero que inevitablemente le hizo enamorarse de aquel sujeto con chistes más viejos que los de su padre.
Recuerda la mirada de odio de su padre cuando los vio abrazarse antes de que el mayor tuviera que irse a la guerra, la manera en que le arrastró antes de que el tren se fuera, los gritos de Jin buscándolo y él no pudo hacer mucho contra el agarre de su padre.
La saliva en su rostro por los gritos de su padre en aquel callejón, recuerda temblar mientras su corazón se rompía en pedazos cuando su padre le dijo marica con todo el veneno del mundo.
Recuerda la soledad después de la golpiza, la sangre caer por su labio y su mejilla, su cabeza dar vueltas aunque la tuviera en el suelo frío por la lluvia, recuerda odiarse porque tal vez su padre tenía razón.
Porque era un marica enamorado de un chico tan bonito que nunca se fijaría en él.
Las semanas pasaron y Namjoon se obligó a ocultar e ignorar cada carta que su hyung le mandará, se negaba a emocionarse porque el mayor seguía vivo y seguía pensando en él.
Su madre curó sus heridas físicas, pero nunca pudo curar su corazón en pedazos que algunas veces lloraba en agonía.
Cuando su padre tuvo que irse, él rogó para tomar su lugar, era joven y fuerte, era mejor opción que su padre, aunque en realidad él no quería ir, lo hacía por el llanto de su madre al recibir la noticia.
Pero su padre se negó, porque según él, Namjoon no era un verdadero hombre.
Debe admitir que le dolió cuando los soldados llegaron a su casa y su madre mojó la camisa favorita de Jin, que también lloró al enterarse que el señor Kim había caído por un soldado que sí fue lo suficientemente hombre.
Cuando por fin abrió una carta de Jin su corazón se aceleró ante la primera frase.
Querido Nam.
Era su querido, chilló de emoción cuando leyó varias cartas con el mismo inicio, que fue cambiando al no obtener respuestas.
No tan querido Nam.
Odiado Nam.
Tonto Namjoon.
Namjoon.
Joven Kim.
Lo siento, Sr. Kim.
¿Querido Namjoon?
La última no tenía frase de inicio, no tenía un desarrollo, no tenía un final ni una fecha, sólo una frase y su firma.
Si la guerra me lleva como a tu padre, por lo menos sé que yo te dije te amo antes de irme.
Kim Seokjin, tu mejor amigo.
Lloró porque no estuvo para él todos esos meses, todas esas cartas donde le decía que moría de miedo, pero se aferraba a él para no rendirse, le contó de Jungkook, un chico menor que él que se había convertido en uno de sus mejores amigos de la base.
Y también le contó de cómo murió por metralla en su corazón.
Le escribía todo que pudo imaginarse donde dormía Jin, lo cansado que debía de lucir y aún así pudo pensar que seguí siendo el chico más guapo de todo el mundo.
Le respondió cada carta en una grande, le contó mentiras del porqué no había escrito, le contó que le dolía la partida de su padre más por el llanto de su madre que por otra cosa, le contó cuánto le extrañaba, cuando dolía ver la luna y esperar que de alguna forma el mayor la viera también.
Pasó una semana cuando la carta de respuesta llegó, y siguieron llegando por meses más largos, pero ya no se sentía tan lejos del mayor, cuando miraba a la luna y le mandaba un te amo sabe que le llegaban a Jin.
Así que dos años después de aquel día donde se dijeron adiós en esa estación, estaba aquí, la gente ya era mucha menos que al principio del día, la guerra había acabado.
¿A qué precio? A la muerte de miles de hombres que tenían una familia en casa que esperan por ellos.
Le dolía su espalda por estar acostado en esa incomoda banca, su estómago gruñia por no haber probado bocado en el día, pero su corazón se negaba a moverse de ahí, fue donde le prometió a Jin que lo vería.
Era el último tren del día, si no llegaba hoy tendría que volver mañana a esperarlo pero no le importaba, vendría cada día de su vida para por fin verlo.
Los pocos que quedaban se acercaron a las puertas cuando por fin llegó, él suspiró y tallo sus ojos para no verse tan cansado, muchos jóvenes que él conocía bajaron con los ojos vacíos pero aún le sonrieron a sus familias.
—¿Tú eres Namjoon? —era un chico pálido el que le había preguntado, con sus ojos cansados y un chico más joven abrazandolo por la cintura, asintió para responderle. —¿Puedes cuidarlo un segundo? Ya vuelvo.
Asintió de nuevo, el más bajo se sentó a su lado y se miraron sin entender que pasaba.
Cuando volvió a mirar al tren su corazón se detuvo, el chico pálido ayudaba a Jin a bajar del tren, podía ver por las muecas del mayor cuanto le dolía el esfuerzo.
Tenía ahora una cicatriz en su mejilla derecha, una venda que mantenía su brazo izquierdo contra su torso y otra en su muñeca izquierda, tenía el cabello revuelto y grasoso, los ojos hundidos y los hombros caídos.
Y aún ahí, casi muriendo, Namjoon no pudo evitar pensar que era el chico más guapo de todo el mundo.
Caminó hacia ellos, casi corrió y cuando Jin le vio, sonrió.
Se sintió completo con ese pequeño gesto, su corazón se agitó en su pecho, todo tenía sentido ahora, toda la vida había vuelto a su lugar.
Jin había vuelto a casa.
Se abrazaron sin importar todas las heridas del mayor, se sostuvieron tan fuerte como si temieron volver a perderse, incluso volvieron a llorar como en el pasado.
La vida ya no parecía tan injusta si le había traído a su hyung se regresó a sus brazos.
—mamá, dos chicos se están abrazando. —lograron escuchar, pero no les importó, no cuando volvían al lugar donde respirar tenía sentido, la madre de la niña le dijo algo al oído y se fueron.
Nam se alejó lo suficiente para ver al rostro del mayor, sus ojos brillaban como antes.
Acomodó su cabello y acarició su rostro con cariño mientras Jin se aferraba con una mano a su pecho, le susurró un te quiero y el mayor le susurró un yo también.
Y tal vez, sólo tal vez, el que dos chicos se abrace sea el mejor de los principios.
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two boys are holding;
Fiksi PenggemarMamá, dos chicos se están abrazando. ↪namjin ↪One shot ↪ serie "two boys" @bxksma_