Un salto que llevó mis manos a mi espalda, escondiendo con idiotez la joya de Sebastian. Mi mirada asustada se centró en las clavículas del demonio y prontamente por vergüenza, se enfocaron en mirar con fuerzas el suelo.
- Buen día, señorita- su tono de voz era meloso y batidor, tenía el mas pleno conocimiento acerca del susto que me había pegado, y por sobre eso, el sabía que estaba aun nerviosa por su repentino despertar.
- Buen día, Sebastian -mi voz al contrario titubeaba en miedo, mi mirada se posó en sus ojos y se sostuvo de una forma bastante inestable - ¿te he despertado?
- Lamento decir que los demonios no tenemos la misma necesidad de los humanos. -mi duda había sido respondida, pero aun así la situación en la cual había sido resuelta era el peor. - ha madrugado, ha estado en pie mucho antes que yo -no sabía si asumir con sus palabras si me ha sentido todo este momento en su habitación y que esperó hasta este momento para levantarse y sorprenderme, o si, solamente el asumió que estaba despierta mucho antes. - ¿Qué se le ofrece? señorita
- Ah...-agité mi cabeza levemente y miré sus ojos sorprendida por su ultima pregunta. Pensando en lo otro, había olvidado idear una excusa para mi visita repentina- ¿a mí?
- Por supuesto señorita, es la única en la habitación. – comenzó a acercase y si ya estaba algo complicada y atrapada ahora, ahora me sentía peor. Retrocedí un paso y el resopló con gracia, se detuvo y mantuvo aun así una distancia prudente. Lo observé, con una distancia ya mas corta, tenía una clara vista a su manzana de adán, que se movía mientras daba una pequeña risa. Tragué complicada y con el entrecejo fruncido lo miré ya no quería estar en esta situación exasperante. - no creo que haya venido sin un motivo. - decía para rematar aun mas mi nerviosismo.
- Ah sí ¡claro! -fingí estar calmada y recordar de la nada mi supuesta necesidad. - necesito tu ayuda para...para poder
- ¿para poder? -me sentía presionada por su curiosidad, mi entrecejo se fruncía aun más. Bajé la cabeza para que no viese mi rostro ya bastante molesto.
- Para poder... ¿subir? ¡sí, subir! Al ático... -suspiré por mi mal funcionamiento de creatividad a la hora de estar en peligro.
- ¿le duele algo señorita? He visto que ha sostenido con fuerza sus manos tras su espalda todo este momento ¿me está escondiendo algo?
- ¿tu crees? -mascullé muy bajo mis palabras y suspiré con aun mas fuerzas. Me removí hacia un lado para que no viese lo que escondía tras mi espalda- no importa eso ahora, necesito tu ayuda por el momento.
- Entendido, señorita. -ensanchó su sonrisa y resopló con burla. Detuve la conversación iniciando la caminata hacia el ático.
Una extraña sensación de una incrédula mañana me perseguía ¿o era la presencia del demonio tras mis pasos? Mis pies descalzos a penas hacían ruido, al contrario de Sebastian, el cual había optado poner sus mules. Me irritaba, realmente me irritaba su refinado actuar, pero por sobre eso, me molestaba su mirada constante, podía sentir un peso en mi nuca y no era mas que su inquebrantable mirada, su intenso análisis y su intento de ver que tenía en mis manos, las cuales ahora reposaban en mi delantera. Carraspeé mi garganta con la intención de generar otro foco de atención, con la intención de poner un alto a ese peso en mi nuca. Me volteé y comencé a caminar en reversa, mientras tanto, mi mirada se sostuvo desafiante en sus ojos, mi entrecejo se fruncía un poco mas de lo que ya estaba y mi mente se mantuvo solo concentrada en debatir su mirada. Él, por su parte, observaba mi pequeña existencia con calma, su rostro estaba relajado, la fuerza de su mirada había amainado en creces y en su cambio, su vista se dirigía a mi con modestia y distancia. No había esfuerzo alguno, solo su mirada estaba posada sobre mí, con la delicadeza digna de él y sus pasos suaves, pero siempre sonoros. Sus brazos caían con despreocupación al costado, sus pasos eran largos, eran amplios, meritorio de sus largas piernas. Mi mirada subió nuevamente, su cabello era suave y siempre ordenado, las fibras de sus cabellos eran delgadas y brillantes, negros como el azabache, sus ojos ¿nunca me había dedicado a examinar sus ojos? Eran rojos, pero no eran rojos pasión como tal, sus ojos eran como la sangre, brillaban en un extraño tono rubí, estos hacían un excelente contraste con su muy pálida piel, era perfecta sin duda, ninguna zona roja, era un tono porcelano, un tono frío, completamente uniforme. Sus labios eran... perfectos, no eran rojos, mucho menos con tonos corales como los míos, sino que tenían un suave, muy suave color rosa, como el algodón de azúcar, eran algo abultados y su boca era alargada, abarcaba un cierto espacio de su cara que lo hacían increíblemente atractivos, eran... exasperante, completamente irritante, molestaba con grandeza tener que reconocer lo atractivo que podía ser tu...
- Mayordomo... -susurré y pronto uno de mis pies tropezó con un objeto inexistente. - ¡ah! – un grito se hizo presente de mi parte. Mi campo visual fue cambiado rápidamente por mi caída, extendí mi brazo y este fue agarrado con fuerza al instante. Mi corazón comenzó a latir con fuerza cuando sentí como era devuelta con delicadeza a mi posición inicial y era salvada de una caída causada por mis torpes pasos.
- ¿Está bien? -asentí muda y pronto me solté de forma rápida de su agarré, perdiendo un poco el equilibrio, pero siendo devuelto al instante por el orgullo. - ¿señorita? Quería consultar si sabía el camino al ático... nos hemos pasado hace mucho.
- Siempre me pierdo en esta mansión. -me concentré en cómo sus labios se convertían en una sonrisa, miré hacia un lado, algo avergonzada y bastante molesta - ¿no deberías guiarme tú?
-Eso es cierto, señorita -su voz sonaba con gracia, con amabilidad y burla, una extraña mezcla que me querían sacar una sonrisa, pero no, mi orgullo era mayor, así que seguí los pasos del demonio, silenciosa. Nos adentramos a la biblioteca, la cual también era el acceso más fácil al ático. - ¿puedo preguntar qué debe hacer en el ático?
- ¿Puedo preguntar por qué conoces la casa a la perfección? Llevas poco tiempo -touché, sé que era un poco descortés de mi parte responder con una pregunta, pero había pasado completamente de responder una pregunta, de la cual no tenía respuesta.
- Siendo el mayordomo de la familia Phantomhive ¿Cómo no podría saber eso? -el comenzó a posicionar la escalera cercano a la puertilla del ático y me miró sonriente
-Aish -mi cara de disgusto se hizo presente y pasé por su lado refunfuñando. - una frase demasiado exasperante, Sebastian. Ahora sostén bien la escalera por favor
- Por supuesto, señorita. -comencé a prepararme mentalmente para subir, una vez posicioné mi pie en el primer escalón, sentí como este tiritaba, joder ¿Cómo podía ser tan asustadiza?
-No lo sueltes, Sebastian ¿okay?
-No lo soltaré, señorita. Suba con despreocupación.
Emití un sonido con mi garganta asintiendo de que me despreocuparía. Una vez tenia ambos pies en los primeros escalones, di un suspiro algo temeroso y comencé a subir los escalones con precaución. En ningún momento miré al suelo, sabía lo que significaba mirar al suelo, era la misma sensación al recordar, si miraba hacia abajo, hacia atrás, me paralizaría, no podría seguir mi camino.
- Señorita...
- ¿sí? – afirmé mis manos al borde del ático y miré por el rabillo a Sebastian. Completamente aterrada de la altura. – ¿ocurre algo?
- Puedo mirar su ropa interior inferior...
Un estúpido intento de taparme, el ruido de la escalera caer, junto con mi suerte y una molestia gigante se avecinaron sin cuidado. Rogué, reuní toda la fuerza que podía tener mi odio en mi pequeño cuerpo escuálido y deseé con fuerzas detener el tiempo...aish ¿por qué a mí?
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Yes, my lady ×Sebastian Michaelis×[editando]
Fanficdespués de generaciones buscando un alma en pena, que se destruyera de una forma hermosa, lujuriosa...¿Quién pensaría ?... otro Phantomhive -¿Quién eres? - soy quien usted desee, su servidor, su protector, su contratista, su lacayo, su caballerizo...