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Taehyung suspiró cerrando su carpeta de apuntes, la última clase del día había llegado a su final, así como su vida. Ya había incluso citado a su acosador a una calle mayoritariamente vacía, en donde podrían reunirse sin mayores inconvenientes.

Siendo lo más precavido posible, había escondido algunas pistas entre sus cuadernos y pertenencias, lo que indicaría que su desaparición se debía a aquel acosador, del que nadie sabía, y nadie nunca conocería (a excepción de ahora él, claro está).

Terminó por empacar sus cosas, dirigiéndose ya con su mochila en un hombro hacia Jungkook, quien le sonrío amablemente. Su cálida sonrisa de algún modo le confortaba.

—Te extrañaré. —Pronunció el mayor con una pequeña sonrisa en los labios, cargada de tristeza y rabia, rabia contra su situación—. Promete que te cuidarás siempre, Kookie.

—¿De qué hablas, tarado? Nos juntaremos el fin de semana, ¿recuerdas? —El menor sólo río ligeramente, despeinando los cabellos de su mejor amigo.

Una actuación perfecta, demasiado perfecta incluso. No había forma de que Taehyung sospechara de él como su acosador y presunto culpable de la muerte y desaparición de Kim Seokjin, del cual aún no había indicios.

—Sí, sí. —Mordiendo su labio, le dedicó una última sonrisa al chico con el que había estado desde los 12 años.

Clic. La sonrisa del mayor se desvaneció por completo y el terror llenó su alma de un momento hacia otro. Comenzó a recordar. Lo recordaba todo.

"Desde aquel columpio en mitad de la nada."

"No he dejado de mirarte desde las clases de guitarra."

Las cámaras. Él era el único con acceso a su habitación mientras él no estaba, su familia confiaba tanto en él hasta el punto en dejarle pasar a su habitación incluso si el dueño de la misma no se encontraba. Lo que es más, Jungkook tenía su propio juego de llaves para entrar en la morada de la familia Kim.

Clases de guitarra. Él las tomaba junto a Jungkook cada viernes por la tarde luego de clases.

Desde los doce. Era la edad que tenía cuando conoció al castaño.

Aquel columpio... en la mitad de la nada. Meses después de conocerse, habían encontrado un lugar perfecto, digno de ser la guarida de pre adolescentes. Era un edificio abandonado, cercando a la casa de Taehyung. Tenía un columpio desolado, era lo único funcional en el patio de juegos... en mitad de la nada.

Todo se unió de un momento a otro, y no podía creer lo que su mente intentaba explicarle, no podía comprender. No quería comprender.

Darte cuenta de que tu mejor amigo también es tu acosador y asesino del chico que te atraía de un momento a otro no es agradable, ¿cierto? Para nada. La emoción más horrible que Taehyung había experimentado en sus 22 años. No caía en cuenta de que el chico frente a él, en el aula vacía, era aquel quien le había estado atormentado silenciosamente durante meses.

—Yo... yo no... no. —Musitó el mayor con los ojos aguados, debiendo sujetarse del escritorio frente a él para no caer. Tenía ganas de vomitar, llorar, huir. Su corazón latía demasiado apresurado, tanto que temía que escapara de su pecho en cualquier momento.

Jungkook suspiró, dedicando una ligera sonrisa a su víctima. Porque conocía demasiado bien a Taehyung. Porque sabía que le había descubierto.

Sin vacilar un segundo más, Taehyung tiró su mochila al piso y comenzó a correr en busca de la salida más cercana, Jungkook le dedicó una sonrisa, estirando su cuello de izquierda a derecha antes de seguirle tras verle salir del aula.

Taehyung se movía velozmente entre la multitud de estudiantes que se encontraban en los pasillos de la universidad, siendo perseguido de cerca por el menor. Un paso en falso y estaría acabado. Era rídiculo intentar correr del campeón de atletismo, el chico que tenía una beca por jugar fútbol americano.

Se rindió. A las afueras de las intalaciones, en el área verde, se rindió. Dejó caer su cuerpo al piso, sollozando al sentir unas cálidas manos tomarle en brazos, era él. No cabía duda ya, las memorias que invadían su mente no eran más que películas falsas con un excelente actor, no eran más que cintas vacías, con mensajes indescifrables. Su mente estaba llena de memorias de su mejor amigo y ahora todas ellas carecían de inocencia.

Jungkook y su primera vez en bicicleta, o conduciendo. Jungkook ganando trofeos. Jungkook celándole por tener de novio a Min Yoongi, quien había desaparecido algunos meses después.

Otro acierto. Jungkook también había desaparecido a Min Yoongi de la faz de la Tierra.

Otro sollozo, Taehyung no podía siquiera respirar, sentía que colapsaría en cualquier momento sobre los brazos que le guiaban hasta un auto negro lujoso, propiedad de la familia Jeon.

¿Acaso ellos sabrían de todo esto? ¿Le habrían ayudado? Todas aquellas sonrisas y actos de bondad de la señora Jeon hacia Taehyung dejaron de ser iguales, se sentían ahora falsas. Todas sus memorias ahora eran oscuras y no parecían tener el mismo significado. Ya nada podía ser interpretado desde la inocencia.

Taehyung estaba corrompido hasta la médula, y el único que lograba apreciar eso era Jungkook. El chico que le había acompañado en los momentos más difíciles, en los momentos más extraños.

Y de repente la idea de pasarla eternidad con el pelinegro no sonaba tan desquiciada o fuera de lugar. Llegaba a sonar agradable. Su mejor amigo, una fortuna y nada más por el resto de sus vidas, incluso si debía soportar la carga que conllevaba saber todos los crímenes de Jungkook. Estaba finalmente en paz.

letters from a stalker ; kooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora