En cuanto el silbato sonó, los integrantes de mi equipo y del equipo de Martha corrieron por los balones del centro de la cancha. Y yo... me quedé ahí, quieta. Solamente el sonido de uno de los balones de goma golpeando a Kathy -una compañera que estaba junto a mí - logró hacer que empezara a moverme.
He de admitir que soy bastante buena en cuanto a evitar que el balón me golpee, sin embargo, el agarrar un balón y lanzarlo es demasiado complicado para mis blandengues brazos y mi mala puntería.
Una no puede ganar un juego de quemados si solamente sabe hacer la mitad sencilla.
Ya han eliminado a la mitad de los dos equipos... este juego no está muy parejo, pues el de Martha incluye a Bernarda - a quien llamamos Bernie de cariño - es una chica muy deportiva que es muy buena tirando y cachando, también pertenece al equipo de luchas de la escuela y ha ganado los torneos contra hombres desde que tengo memoria. Todos queremos irnos de aquí, eso hace que mi equipo trabaje más duro, tal vez ganemos.
Mi mente analizadora me distrajo un poco del juego, así que no me di cuenta de que Bernie sacó a otros 3 integrantes de mi equipo y ahora sí que íbamos en desventaja. Solamente quedábamos Martín, Luna y yo en mi equipo. Y en el otro quedaban Bernie, Tamara y Luisa.
Tamara eliminó a Luna a los dos minutos. Luisa y Tamara quedaron eliminadas gracias a Martín. Sólo quedaba Bernie.
Mi equipo se volvía loco, lograríamos ganar.
Bernie me estaba observando con su cara de loca competidora al instante en el que lanzó uno de los balones de goma con mucha fuerza. Cerré los ojos y apreté mi cuerpo para recibir el fuerte impacto. Pero no llegó, solamente me llegó el sonido del quejido de un chico.
Abrí los ojos y vi que Martín se había cruzado para recibir el balonazo en vez de dejar que me golpeara a mí. Y que se le había caído el balón.
-Tú puedes. - Me dijo mientras salía de la cancha.
Voltee a ver hacia adelante. Bernie estaba observándome con mirada amenazante mientras lanzaba un balón hacia arriba y lo cachaba. Lo lanzó y mis reflejos me permitieron evitarlo.
Lanzó otro y volví a esquivarlo.
-¡Quémala, quémala! - me gritaba todo mi equipo.
Al siguiente tiro de Bernie, intenté cachar el balón. Todos los integrantes guardaron silencio viendo qué sucedía. Escuché los latidos de mi corazón. Sentí la textura de la goma en mis dedos y el sudor resbaladizo que ya tenía de pasar por tantas manos. Me intenté aferrar al balón como si mi vida dependiese de ello.
Y el balón se me cayó.
Todo el equipo de Martha lanzó un grito de emoción y abrazaron a Bernie.
Mi equipo me volteó a ver con desprecio.
Danna, una chica que de por sí ya me odia, se me acercó.
- Bien hecho, dedos de mantequilla.
Donber sonó su silbato.
-Ganadores, pueden irse. Perdedores, a correr.
Intenté correr hasta atrás para no tener que sufrir de las miradas de resentimiento de mis compañeros. Martín se puso a correr junto a mí.
- Eso no estuvo tan mal. - resoplé.
-Deja ese sarcasmo a un lado y déjame correr tranquila. - dije molesta, pues una vez pensándolo, si él no se hubiera cruzado por el balón que estaba destinado para mí, no habríamos perdido. Él es bueno tirando y cachando. Yo no.