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Al final del verano entre preescolar y mi primer año de primaria, me resfrié. El resfriado estomacal tiene todos los componentes de un resfriado cotidiano; sin embargo, con este vomitas en una cubeta y no en el retrete porque ya estás sentado en él —la enfermedad se purga desde ambas salidas—. Duró alrededor de diez días, pero justo antes de que pasara, el malestar recibió una extensión en la forma de conjuntivitis. Mis párpados se habían fusionado tanto entre sí por la mucosidad seca generada durante la noche que, la primera mañana con la infección, pensé que me había quedado ciego.
Cuando comencé mi primer grado, tenía un calambre en mi cuello por los diez días de descanso letárgico, y dos ojos inflamados e inyectados de sangre. Josh estaba en otro Grupo y no almorzábamos a la misma hora, así que, incluso en una cafetería reventando con docientos niños, tenía una mesa para mí mismo.
Empecé a mantener comida de repuesto en mi mochila, la cual llevaba al baño para comer después del almuerzo, dado que mis comidas escolares usualmente eran confiscadas por niños mayores que sabían que no podría hacerles frente, pues nadie se sentaba conmigo. Esta dinámica persistió incluso después de que mi condición había mejorado; nadie quiere ser amigo del niño que es acosado. La única razón por la que se detuvo fue por las acciones de un niño llamado Alex.
Alex estaba en tercer grado y era más grande que la mayoría de los demás niños de cualquier grado. Alrededor de la tercera semana escolar, comenzó a sentarse conmigo en el almuerzo, y esto marcó el final inmediato para el escaseo de mi suministro de comida. Él era lo suficientemente amable, pero me parecía un tanto lento. Nunca hablábamos a profundidad, excepto cuando al fin decidí preguntarle por qué se sentaba conmigo.
Estaba enamorado de la hermana de Josh, Veronica. Veronica iba a cuarto grado y probablemente era la chica más linda de la escuela. Incluso a la edad de seis años, cuando apoyaba por completo la noción de que las niñas eran asquerosas, estaba consciente de cuán linda era Veronica. En su tercer grado, Josh me contó que dos chicos habían entablado una pelea física a raíz de un argumento sobre la relevancia de los mensajes que ella había escrito es sus anuarios. Uno de los chicos golpeó al otro en la frente con la esquina del anuario, y la herida requirió suturas.
Aunque no fue uno de esos niños, Alex quería que ella se interesara en él, y me confesó que sabía de mi amistad con Josh. Comprendí que había anticipado que yo le expresaría su acción ostensiblemente filantrópica a Veronica, y que ella se sentiría conmovida por su altruismo. Si le contaba, él se seguiría sentando conmigo por todo el tiempo que fuera necesario.
Debido a que esto aconteció durante el tiempo en el que Josh se quedaba en mi casa construyendo la balsa, y navegando el afluente conmigo, no tuve la oportunidad de hablar con Veronica; simplemente no la veía. Se lo mencioné a Josh y él se burló de Alex, pero dijo que le contaría a su hermana si eso era lo que yo quería. Dudé que lo haría. Josh estaba irritado con que las personas parecieran estar tan cautivadas por su hermana. Recuerdo que se refería a ella como «vaca horrorosa». Nunca le comenté nada a Josh, pero recuerdo haber querido decir, incluso entonces, que ella era linda y que un día sería hermosa.
Tuve razón. Cuando tenía quince años, estaba viendo una película en un lugar que mis amigos y yo llegamos a llamar el «Teatro Mugroso». Quizá fue agradable en algún punto, pero el tiempo y la negligencia habían marchitado al lugar gravemente. El teatro tenía mesas transportables y sillas en el piso más bajo, así que cuando la sala estaba llena, había pocos lugares en los que te podías sentar para ver toda la pantalla. Imagino que el teatro aún estaba abierto por tres razones: era barato ver una película ahí; mostraban una película de culto varias veces al mes a la medianoche; y porque vendían cerveza a menores de edad durante las funciones de medianoche. Fui a las primeras dos, y esa noche estaban pasando Scanners, de David Cronenberg, por un dólar.
Mis amigos y yo estábamos sentados hasta el fondo. Quería sentarme más cerca del frente para tener un mejor panorama, pero Ryan nos había traído, así que cedí. Un par de minutos antes de que la película comenzara, un grupo de niñas entró. Todas eran muy atractivas, pero fuera cual fuera la belleza que tenían, era eclipsada por la chica de cabello rubio oscuro. Conforme se giró para moverse a su asiento, pude captar una vista plena de su rostro, lo cual gatilló la sensación de mariposas en mi estómago; era Veronica.
No la había visto en un largo tiempo. Josh y yo nos dejamos de ver progresivamente luego de que nos escabullimos en mi casa vieja aquella noche cuando teníamos diez años. Mientras que todos los demás se enfocaban en la pantalla, yo me concentré en Veronica, solo volteándome cuando el sentimiento de que estaba siendo un pervertido me sobrecogía. Ella era realmente hermosa, justo como pensé que sería.
Mis amigos se levantaron una vez que los créditos empezaron a rodar. Solo había una salida y no querían quedarse atascados esperando a que la multitud se despejara. Me entretuve en mi asiento con la esperanza de que pudiera captar la atención de Veronica. Al ver que ella y sus amigas caminaron a mi lado, tomé la oportunidad.
—Oye, Veronica.
Se volteó hacia mí, observándome un poco sorprendida.
—¿Sí?
Me levanté de mi asiento y me paré hacia la luz que sobresalía de la puerta abierta.
—Soy yo. El amigo de Josh, de hace tiempo. Cómo… ¿Cómo has estado?
—¡Oh, por Dios! ¡Oye! ¡Ha pasado tanto! —Le gesticuló a sus amigas que saldría en un momento.
—Sí, unos cuantos años, ¡al menos! No desde la última vez que me quedé con Josh. ¿Cómo le va a él, por cierto?
—Ah, es cierto. Recuerdo todos sus juegos. ¿Aún juegas a las Tortugas Ninja con tus amigos?
Se rio por lo bajo y yo me sonrojé.
—No. Ya no soy un niño… Mis amigos y yo ahora jugamos de X-Men. —En verdad estaba esperando que se riera.
Lo hizo.
—¡Jaja! Eres lindo. ¿Vienes a estas películas siempre?
Aún estaba impresionado por lo que dijo. «¿Piensa que soy lindo? ¿Simplemente quiso decir que soy gracioso? ¿Piensa que soy atractivo?». De pronto, me di cuenta de que me había hecho una pregunta, y mi mente trató de procesar lo que había sido.
—¡SÍ! —dije con demasiada fuerza—. Sí. Lo intento, al menos. ¿Qué hay de ti?
—Vengo aquí de vez en cuando. A mi novio no le gustaban estas películas, pero acabamos de romper, así que planeo venir de ahora en adelante.
Traté de parecer casual, pero fallé.
—Oh, pues genial… ¡No que hayan terminado! Sino que vayas a poder venir más a menudo.
Se rio de nuevo. Intenté recuperarme.
—¿Así que vendrás la semana que viene? Supuestamente van a pasar Day of the Dead. Es bastante genial.
—Sí, estaré aquí.
Sonrió, y estaba a punto de sugerir que quizá nos podríamos sentar juntos, cuando acortó rápidamente el espacio entre nosotros y me abrazó.
—Fue muy bueno verte —me dijo con sus abrazos rodeándome.
Estaba tratando de pensar qué decir, pero mi mayor problema era que había olvidado cómo hablar. Por suerte, Ryan, a quien podía escuchar aproximándose desde el pasillo, vino y me habló.
—Ey, ¿sí sabes que la película se acabó, verdad? Vámonos a la verg… AHHHH SÍÍÍÍÍÍ.
Veronica me soltó y dijo que me vería la próxima vez. Fue ahuyentada de la sala por los sonidos pornográficos que Ryan estaba haciendo. Me había enfurecido, pero esto se disipó tan pronto como escuché a Veronica riéndose en el vestíbulo.
No podía esperar para la película. La familia de Ryan iba a salir de la ciudad, así que él no sería capaz de llevarnos, y los otros amigos con los que estaba esa noche no tenían carros. Un par de días antes de la película, le pregunté a mi mamá si me podía llevar. Respondió casi de inmediato negándome mi petición, pero insistí y ella notó la desesperación en mi voz. Me preguntó por qué tenía tantas ganas de ir si ya había visto la película, y dudé antes de decirle que esperaba encontrarme con una chica. Me sonrió y me preguntó en broma si ella la conocía, a lo que respondí con reticencia que era Veronica. La sonrisa desapareció de su rostro y reiteró, con frialdad, que «no».
Decidí que llamaría a Veronica para ver si ella me podía recoger. No tenía idea de si aún vivía en la misma casa, aunque valía la pena el intento. Pero entonces me di cuenta de que Josh podría contestar. No había hablado con él en casi tres años, y si me contestaba, obviamente no podía pedir que me pasara a su hermana. Me sentía culpable por llamar para hablar con Veronica y no con Josh, pero hice a un lado este sentimiento; Josh tampoco me había llamado en años. Levanté el teléfono y marqué el número que aún estaba tallado en mi memoria muscular por haberlo marcado con tanta frecuencia hace todos esos años.
Timbró varias veces antes de que alguien contestara. No era Josh. Sentí una mezcla tanto de alivio como de decepción; comprendí en ese segundo que en verdad había extrañado a Josh. Llamaría después de ese fin de semana y hablaría con él, pero esa era mi única oportunidad para saber si Veronica me podía llevar.
La persona en la otra línea me dijo que había marcado el número equivocado. Le repetí el número, y me lo confirmó. Dijo que debieron de haberlo cambiado, y estuve de acuerdo. Me disculpé por la inconveniencia y colgué. Me sentí intensamente triste de un momento a otro porque ahora no podría contactar a Josh incluso si quería; me sentí terrible por haber tenido miedo de que pudiera contestar el teléfono. Había sido mi mejor amigo de todos.
La única manera en la que podría ponerme en contacto con él era a través de Veronica. Así que ahora, y no es como si lo necesitara, pero tenía otra razón para verla.
Le dije a mi mamá el día previo a la película que ya no estaba preocupado por ir, pero que quería saber si me podía dejar en la casa de mi amigo Chris. Accedió y me fue a dejar ese sábado unas horas antes de la película. Mi plan era caminar desde su casa hasta el teatro, dado que solo vivía a un par de kilómetros de distancia. Ellos iban a la iglesia los domingos por la mañana, y sus papás se iban a dormir temprano la noche anterior.
Me fui de su casa a las once y veinte. Quería llegar solo un poco antes de la película. Iba por mi propia cuenta y no quería estar esperando ahí. En mi camino hacia el teatro, supuse que si Verónica se presentaba, sería muy conveniente que llegáramos a la entrada al mismo tiempo. Me debatí si debía esperar afuera del teatro o solo entrar. Ambas alternativas tenían sus ventajas y desventajas. En tanto meditaba estas preocupaciones, noté que la cegadora corriente constante de faros de auto había sido sustituida por un resplandor solitario que se rehusaba a pasar. La carretera no era iluminada por el alumbrado público, así que yo estaba caminando en la grama con la carretera a medio metro de mi izquierda. Me paré un poco más hacia mi derecha y giré el cuello para ver quién estaba detrás de mí.
Un auto se había detenido a varios metros de distancia.
Lo único que podía ver eran sus luces violentamente brillantes que penetraban los alrededores. Pensé que podría ser uno de los padres de Chris, que quizá habían ido a su habitación y vieron que yo estaba ausente. No hubiera tomado mucho para presionar a Chris a que confesara.
Di un paso hacia el auto, y rompió su pausa, comenzando a manejar hacia mí a un ritmo vacilante. Pasó a mi lado y no era el auto de los padres de Chris, o ningún auto que reconociera, de hecho. Traté de ver quién era el conductor, pero estaba muy oscuro y sus ventanas estaban polarizadas.
No pensé mucho al respecto; algunas personas encuentran gracioso el asustar a otras —yo me había ocultado con frecuencia en esquinas y asustado a mi mamá, después de todo—.
Lo calculé bien y llegué ahí unos diez minutos antes de la película. Había decidido esperar afuera hasta las once con cincuenta y siete minutos, pues eso me daría tiempo para encontrar a Veronica adentro si ya estaba sentada. Mientras consideraba la posibilidad de que quizá no vendría, la vi. Estaba sola, y era hermosa.
La saludé con la mano y me acerqué a ella. Me sonrió y me preguntó si mis amigos ya estaban adentro. Le dije que no, y me di cuenta de que debió haber parecido que estaba tratando de forzar una cita. Ella no se molestó por eso, ni se incomodó cuando le entregué su boleto que ya había comprado. Me vio socarronamente, y le dije: «No te preocupes, soy rico». Ser rio y fuimos adentro.
Nos traje palomitas y dos bebidas, y me entretuve la mayor parte de la película debatiéndome si debía acercar mi mano a las palomitas al mismo tiempo que ella para que se pudieran rozar. Se miraba que estaba disfrutando la película, y, de un momento a otro, había terminado. No permanecimos en el teatro, y puesto que era la función de medianoche, no podíamos deambular en el vestíbulo.
El estacionamiento del teatro era grande y se conectaba con un mall que estaba fuera de negocios. Queriendo evitar que la noche finalizara, seguí la conversación mientras caminábamos hacia el viejo mall. Antes de cruzar la esquina y perder la vista del teatro, miré hacia atrás y vi que su auto no era el único que quedaba en el estacionamiento: el otro era del mismo color y modelo que el auto de hace una horas.
Mi intranquilidad inmediata se convirtió en entendimiento. Ahora tenía más sentido. El conductor trabajaba aquí y debió haber observado que yo iba al teatro. Inyectar terror verdadero en un fanático del género era la táctica más lógica.
Caminamos alrededor del mall y hablamos de la película. Le dije que había pensado que Day of the Dead era mejor que Dawn of the Dead, pero ella se rehusó a estar de acuerdo. Le conté lo que sucedió cuando llamé a su número viejo y mi dilema acerca de quién iba a contestar. No lo encontró tan gracioso como yo, pero tomó mi teléfono y puso su número en él. Comentó que el mío tenía que ser el peor celular que había visto. Su evaluación no rescindió cuando agregué que no podía recibir o tomar fotografías. La llamé para que tuviera mi número.
Me dijo que se estaba graduando, pero que no le había ido bien en la secundaria ese año, así que no estaba segura de si sería admitida en alguna universidad. Le dije que adjuntara una fotografía de sí misma en la aplicación, y que la aceptarían solo para poder admirarla. Ella no se rio, y pensé que la pude haber ofendido. La miré de reojo nerviosamente y me estaba sonriendo. Incluso bajo la escasa luz, podía notar que se estaba sonrojando. Quería sostener su mano, pero no lo hice.
Mientras regresábamos del extremo opuesto del mall hacia el teatro, le pregunté sobre Josh. Ella me dijo que no quería hablar de eso. Le pregunté si al menos le iba bien, y solo me dijo que «no lo sabía». Supuse que Josh debió haber tomado una mala decisión en algún punto, y que se empezó a meter en problemas. Me sentí mal. Me sentí culpable.
Estando en el estacionamiento, noté que aquel auto se había ido, y que el de ella era el único auto que restaba. Me preguntó si necesitaba un aventón, y aunque en realidad no lo necesitaba, le dije que se lo agradecería. Me había bebido toda mi gaseosa durante la película, y el caminar tanto estaba poniendo presión en mi vejiga. Sabía que podía esperar hasta que regresara a la casa de Chris, pero había decidido que iba a tratar de besarla cuando llegáramos ahí, y no quería que esta inquietud biológica me sacara del auto en un apuro. Sería mi primer beso.
No podía idear ninguna treta para camuflar lo que quería hacer. El teatro había cerrado y solo tenía una opción. Le dije que lo haría detrás de teatro, pero que volvería en «dos sacudidas». Era evidente que pensé que fue hilarante, y creo que ella se rio más por lo gracioso que me pareció a mí que por lo gracioso que era en realidad.
Noté que había una cerca metálica estirándose paralelamente por detrás del muro del edificio. En donde me encontraba, ella aún podía verme, y la cerca no tenía un fin visible. Supuse que solo me la saltaría y trataría de volver lo más pronto posible. Quizá era muy trabajoso, pero pensé que era lo más cortés. Escalé la cerca y me alejé para poder orinar.
Durante un momento, lo único que podía escuchar eran los grillos en la grama y la colisión de líquido contra el cemento. Estos sonidos fueron abrumados por un chirrido difuso que se aquietó velozmente, siendo reemplazado por una cascada de vibraciones atronadoras.
No tardé en entender lo que era: un auto agravando el rugido de su motor.
Me volteé hacia la cerca, pero antes de que pudiera reaccionar, escuché un grito interrumpido, y la repercusión del motor culminó en un golpe seco aturdidor.
El estrépito del motor se reanudó al instante. Empecé a correr; me preocupaba que la persona que chocó el auto necesitara ayuda. Al llegar a la cerca, vi que solo había un auto en el estacionamiento. No vi ninguna evidencia de un choque, y pensé que quizá había malinterpretado su dirección o proximidad. Cuando corrí hacia el auto de Veronica, y mi orientación cambió, vi lo que el auto había golpeado. Mis piernas dejaron de funcionar casi completamente.
Su auto se encontraba entre nosotros, y a medida que acortaba la distancia y lo rodeaba, pude ver a Veronica con plenitud.
Su cuerpo estaba torcido y arrugado como una figura descartada que pretendía representar un catálogo de cosas que el cuerpo humano no es capaz de hacer. Podía ver el hueso de su espinilla derecha cortando a través de sus pantalones, y su brazo izquierdo envolvía tan rígidamente el reverso de su cuello, que su mano caía en su pecho derecho. Su cabeza estaba inclinada hacia atrás y su boca se abría con amplitud hacia el cielo. No había mucha sangre. Mientras la observé por primera vez, se me hizo difícil apreciar si estaba acostada sobre su espalda o sobre su estómago, y esta ilusión óptica me enfermó. Cuando eres confrontado con algo que simplemente no pertenece a este mundo, tu mente trata de convencerse a sí misma de que está soñando, y con ese fin te transfiere la sensación amainada de que todas las cosas se mueven lentamente. En ese momento, en verdad sentí como que iba a despertar en cualquier momento.
Pero no desperté.
Busqué mi teléfono a tientas para llamar por ayuda, pero no tenía señal. Pude ver el teléfono de Veronica saliendo de lo que pensé que era su bolsillo derecho. Temblando, extendí una mano a su teléfono, y conforme lo deslicé, ella se movió y jadeó agresivamente en busca de aire, como si tratase de inhalar el mundo entero.
Esto me sobresaltó tanto que trastabillé y caí en el asfalto con su teléfono en mi mano. Ella trataba de reajustar su cuerpo para devolverlo a su posición natural, pero con cada espasmo y tirón, podía escuchar la ruptura y el moler de huesos. Por reflejo, me eché hacia ella y puse mi rostro sobre el suyo.
—Verónica, no te muevas. No te muevas, ¿está bien? Solo quédate quieta. No muevas. Veronica, por favor, no te muevas más.
Continué diciendo eso, pero las palabras empezaron a desmoronarse a medida que las lágrimas caían por mi rostro. Abrí su teléfono; aún funcionaba. Llamé al novecientos once y esperé con ella, diciéndole que estaría bien, y sintiéndome culpable por mentirle cada vez que lo decía.
Cuando el ruido de las sirenas atravesó el aire, ella se notó más alerta. Había permanecido consciente desde que la encontré, y ahora un poco más de luz regresaba a sus ojos. Su cerebro aún la protegía del dolor, pero se veía como que si al fin le estaba permitiendo estar consciente de que algo estaba terriblemente mal en ella.
Sus ojos rodaron hacia los míos y sus labios se movieron. Estaba batallando, pero la escuché.
—M… Mi… fot… foto. M… Mi foto… me tomó una… foto.
No entendí a qué se refería, y le dije lo único que podía decir:
—Lo siento tanto, Veronica.
Conduje en la ambulancia con ella en donde finalmente perdió la consciencia. Esperé en la habitación que habían reservado para ella. Aún tenía su teléfono y lo puse en su bolso. Llamé a mi mamá con el teléfono del hospital. Eran las cuatro de la mañana. Le dije que estaba bien, pero que Veronica no lo estaba. Ella me insultó y me dijo que vendría, pero le respondí que no me iría hasta que Veronica saliera de cirugía. Dijo que vendría de todas formas.
Mi mamá y yo no hablamos mucho. Le pedí disculpas por haber mentido, y ella me dijo que conversaríamos después. Creo que si hubiéramos hablado más en esa habitación… si solo le hubiera contado de Cajas o de la noche con la balsa; si ella me hubiera compartido lo que sabía… creo que las cosas habrían cambiado. Pero nos sentamos en silencio. Me dijo que me amaba, y que podía llamarla siempre que necesitara ayuda.
Antes de que mi mamá se fuera, los papás de Veronica entraron corriendo. Su papá y mi mamá intercambiaron unas cuantas palabras, que escaló a una discusión. La mamá de Veronica habló con la persona en la recepción. Su mamá era una enfermera, pero no trabajaba en ese hospital. Estoy seguro de que había querido transferir a Veronica, pero su condición era prohibitiva. Mientras esperábamos, la policía llegó y hablaron con todos nosotros. Les dije lo que pasó, tomaron algunas notas, y se fueron.
Veronica salió de la cirugía con el noventa por ciento de su cuerpo cubierto en yeso blanco y grueso. Su brazo derecho estaba libre, y el resto de su cuerpo había sido revestido como un capullo. Aún estaba bajo el efecto de la anestesia, pero recuerdo que me sentía como me sentí antes de kínder. Le pregunté a la enfermera si tenía un marcador, solo que no pude pensar en nada que pudiera escribirle. Me dormí en una silla en la esquina, y me fui a casa el día siguiente.
Regresé todas las tardes por muchos días. En un punto, habían movido a otro paciente a su habitación, y colocaron un biombo plástico que actuó como pantalla separadora. Aunque Veronica no parecía sentirse mejor, tenía más momentos de lucidez. Pero, aun durante estos periodos, no hablábamos realmente. El choque le había quebrado la mandíbula, así que los doctores se la habían sellado. Me sentaba con ella por un tiempo, pero no había mucho que podía decir. Me levanté y caminé hacia ella. La besé en la frente, y ella me susurró algo a través de sus dientes cerrados.
—Josh…
Eso me sorprendió un poco, pero la observé y le pregunté:
—¿No te ha venido a ver?
—No…
Descubrí que eso me irritó sobremanera. Incluso si Josh se había estado metiendo en problemas, debería venir a ver a su hermana.
Estaba a punto de expresar esto, cuando ella dijo:
—No… Josh huyó. Te debí haber dicho.
Sentí a mi sangre convertirse en hielo.
—¿Cuándo? ¿Cuándo pasó esto?
—Cuando tenía trece.
—Pero… ¿dejó una nota, o algo?
—En su almohada.
Ella comenzó a llorar, y yo imité su gesto, pero ahora creo que estábamos llorando por razones diferentes, incluso si no lo sabía. En ese punto, había muchas cosas que no recordaba de mi infancia, y había muchas conexiones que no había hecho. Le dije que me tenía que ir, pero que le escribiría la próxima vez.
Recibí un mensaje de ella al día siguiente diciéndome que no regresara. Le pregunté por qué, y me dijo que ya no quería que la viera en esa condición. Respeté sus deseos a regañadientes. Nos mandábamos mensajes todos los días, pero le escondí esto a mi mamá porque sabía que ella no quería que hablara con Veronica. Usualmente, sus mensajes no eran muy largos, y en su mayoría eran una respuesta a los mensajes extensos que le enviaba.
Traté de llamarla una vez. Sabía que no tenía permitido hablar, pero tenía la esperanza de poder escuchar su voz. Contestó la llamada; no dijo nada, pero pude escuchar cuán trabajosa era su respiración.
Una semana después de que me dijera que no regresara, me mandó un mensaje que simplemente decía «Te amo».
Me llené de tantas emociones diferentes, pero respondí expresando la más prevalente.
«Yo también te amo».
Ella me dijo que quería estar conmigo, y que no podía esperar al momento en el que pudiera verme de nuevo. Me dijo que había sido dada de alta del hospital y que continuaría sus cuidados en casa.
Estos intercambios se alargaron por varias semanas. En un punto, le había empezado a insistir con que nos viéramos, y me dijo que la semana siguiente pensaba que podría asistir a la película de la medianoche. No podía creerlo, pero prometió que lo intentaría. Recibí un mensaje de ella la tarde de ese día, «Te veré esta noche».
Hice que Ryan me condujera, dado que los padres de Chris habían descubierto lo que pasó y dijeron que ya no era bienvenido en su casa. Le expliqué a Ryan que posiblemente estaría en muy mal estado, pero que realmente la quería, y él me dijo que nos daría espacio. Condujimos hacia allí.
Veronica no se presentó. Le había reservado un asiento junto a mí cerca de la salida, para que pudiera entrar y salir con facilidad, pero a los diez minutos de la película, un hombre se sentó en la silla.
—Disculpa —murmuré—. Este asiento está reservado.
No me hizo caso, naturalmente. Solo observó la pantalla. Recuerdo haberme querido mover porque algo estaba mal con la forma en la que respiraba.
Me rendí al entender que ella no vendría. Le mandé un mensaje al día siguiente preguntándole si se encontraba bien, y por qué no se había presentado. Me respondió con lo que sería el último mensaje que recibí de ella.
«Nos veremos de nuevo. Pronto».
Estaba delirante, y me preocupé por ella. Le envié muchas respuestas recordándole sobre la película y diciendo no era para tanto, pero me dejó de responder. Me sentí cada vez más triste con el pasar de los días. No podía comunicarme con ella porque no sabía el número de su casa, y no estaba seguro de en dónde vivían. Mi humor se tornó aún más deprimido, y mi madre, quien había sido muy amable últimamente, me preguntó si estaba bien. Le dije que no había sabido nada de Veronica en días, y sentí a toda la calidez abandonar su semblante.
—¿A qué te refieres?
—Se suponía que nos íbamos a ver en el teatro ayer. Sé que aún no se ha terminado de recuperar, pero me dijo que trataría de llegar, y luego de eso me dejó de hablar del todo. Me debe odiar.
Mi mamá se veía confundida, y podía leer el escepticismo en su rostro. Cuando me tomó en serio, sus ojos comenzaron a lagrimar y me jaló hacia ella, acogiéndome. Estaba sollozando, pero se sintió como una reacción demasiado intensa para mi problema, y no había ninguna razón para pensar que ella tenía aprecio alguno por Veronica. Respiró un aliento tremuloso y luego dijo algo que aún me provoca náuseas, incluso ahora.
—Veronica está muerta, cariño. Oh, Dios. Pensé que que lo sabías. Murió el último día que la visitaste. Cariño, ha estado muerta por semanas.
Ella se había desmoronado por completo, pero yo sabía que no era por Veronica.
Me salí de su agarre y tambaleé hacia atrás. Mi mente se había inundado. No era posible. Hace solo unos días había estado mensajeando con ella. La única pregunta que pensé en hacer, fue probablemente la más trivial que podía hacer:
—¿Entonces por qué seguía disponible su número?
Mi mamá siguió sollozando. No me contestó.
Exploté:
—¡¿ENTONCES POR QUÉ SE HAN TARDADO TANTO EN DESACTIVAR SU PUTO NÚMERO?!
Llegué a descubrir más adelante que los padres de Veronica pensaron que su teléfono se había perdido en el accidente, a pesar de que yo lo dejé en su bolso la noche que fue llevada al hospital. Cuando recibieron sus pertenencias, el teléfono no estaba entre ellas.
La compañía telefónica los contactó eventualmente, ya que tenían un pago pendiente significativo por el envío de cientos de fotografías desde el teléfono de Veronica. Fotografías. Fotografías que fueron enviadas a mi teléfono. Fotografías que nunca recibí porque mi teléfono no las permitía.
Descubrieron que todas fueron enviadas a mi celular la noche que murió. Desactivaron el número de inmediato. Traté de no pensar en el contenido de esas fotografías, pero recuerdo haberme preguntado, por alguna razón, si yo había estado en alguna de ellas.
Mi boca se secó y sentí la punzada dolorosa de la desesperación a medida que recordé el último mensaje que había recibido de su celular…
«Nos veremos de nuevo. Pronto».
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penpal (amigos por correspondencia)
Historia CortaPenpal (Amigo por correspondencia) Esta historia no es mía todos los derechos son del autor Dathan Auerbach Capítulo uno: Pisadas Capítulo dos: Globos . Capítulo tres: Cajas . Capítulo cuatro: Mapas . Capítulo cinco: Pantallas . Capítulo final: Am...