—¿Tasuki? —le miró extrañada, y él le guiñó el ojo, aclarando sus dudas. Aquel gesto era inconfundible en él— ¡Tasuki, eres tú! —lo abrazó y lo llenó de besos en la mejilla.
Tasuki era su amigo de la infancia. Él era dos años mayor que ella y se conocían desde que eran unos niños. Siempre habían estado juntos, jugando en el parque durante veranos enteros. Hacía mucho tiempo que no lo veía porque se había ido a trabajar al extranjero como cantante. Cuando se fue era un chico bajito y delgado, por eso no lo reconoció al verle tan alto y fuerte.
—Como has cambiado, estás buenísimo.
—Mira quién habla, la que está comestible. ¡Si es que me encantas! —exclamó abrazándola.
Siempre se habían tratado así. Era como su juego personal y a menudo lograban confundir a la gente, que se pensaba que eran pareja o algo parecido.
—No me digas esas cosas que me pongo roja.
A ambos les entró la risa tonta.
—¿Quieres pasar a cenar? —le invitó amablemente—. Tienes que contarme todo lo que has hecho estando fuera, eh.
—Claro que sí, baby —dijo él entrando en el piso sin soltarla la cintura.
Tasuki se quedó haciéndola compañía, pues sus padres no llegarían hasta el día siguiente. Pasaron un rato lleno de risas y sonoras carcajadas y estuvieron así hasta bien entrada la madrugada. Tenían demasiadas cosas que contarse para pensar en el cansancio que tendrían al día siguiente.
Él le habló de su carrera, que iba a las mil maravillas y ya estaba haciéndose eco en el mundo de la música. Su sueño desde que era pequeño siempre había sido ese, llegar a ser una estrella, y Bemi se alegró de verle tan emocionado cumpliendo su sueño.
—Baby, creo que es hora de que me vaya. Además, mañana tienes instituto, debes descansar.
—Tasuki, quédate a dormir —le rogó echando los brazos a su cuello. Pero sintió que Tasuki se tensaba, así que le soltó rápidamente.
—No creo que deba… puede pasar cualquier cosa.
Bemi se sonrojó por la forma tan sugerente en la que pronunció la frase. La miró a los ojos y le dedico una de sus seductoras sonrisas.
—Es broma, tonta. Vale, me quedaré a dormir contigo, ¡pero solo por esta noche! ¡No quiero que tu novio me mate si se entera! —El rostro de Bemi se ensombreció—. ¿Qué pasa?
—Dark me dejó hace unas semanas. Se ha ido del instituto a no sé dónde.
A pesar de que antes rompía a llorar cada vez lo recordaba, había sabido sobrellevarlo y hablar del tema no le afectaba tanto como al principio. Se sorprendió a sí misma al hablar y no notar dolor en el pecho ni rabia ni tristeza… ¿acaso lo había superado ya?
Tasuki se levantó del sofá y, sin decir nada, la cogió en brazos. Bemi ahogó un grito, pero no se sacudió ni intentó liberarse. La llevó hasta su habitación y la lanzó sobre la cama. Después, se tumbó a su lado y la abrazó con delicadeza.
—Puedes llorar si quieres, yo estaré contigo —le dijo con ternura.
Ella se abrazó a su camisa y ocultó el rostro en su pecho para que no viera lo sonrojada que estaba. Lloró, no por la marcha de Dark, ni por lo sola que pudiera sentirse porque la dejó, sino porque quería liberarse del nudo que ahogaba su garganta al darse cuenta de que la marcha de Dark ya no le importaba tanto. Todo había terminado.
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Y de repente apareces tú
Novela JuvenilY de repente todo cambia. Todo lo que creías conocer se vuelve extraño, lejano... Y por mucho que te empeñes en volver atrás no puedes, porque sigues avanzando aunque tus pies se arrastren por el suelo. Bemi es una chica aparentemente normal. No muy...