ÚLTIMAS ACCIONES DE ENRIQUE V

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Desplazado de este modo de la línea sucesoria el delfín Carlos, hijo de Carlos VI, todos creyeron que Enrique V legaría ambos tronos a su hijo Enrique, que tenía a la sazón unos pocos meses. Pero por una ironía de la historia, Enrique V murió inesperadamente en 1422, antes que Carlos VI. Dos meses más tarde lo siguió a la tumba el rey de Francia. Los hechos se precipitaron entonces. Incumpliendo el Tratado de Troyes, Francia decidió coronar al delfín Carlos en lugar de al niño Enrique VIcomo estaba pactado.

Otra vez, la guerra

La respuesta inglesa fue coronar al bebé como rey de Inglaterra y de Francia. Decidiendo eliminar al rey Carlos VII, al que la teoría inglesa consideraba un usurpador, invadieron nuevamente Francia y pusieron sitio a Orleans, última ciudad del reino que permanecía fiel al atrapado rey francés. Todo parecía indicar que Carlos VII tendría que ceder a las pretensiones del rey-niño de Inglaterra. Sin embargo, la historia de la guerra de los Cien años daría aquí (1428) un inesperado giro, de la mano de una ignota muchacha campesina.

Juana de Arco, la Doncella de Orleans

Juana de Arco liberando Orleans, óleo de Jules Lenepveu, Panteón de París

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Juana de Arco liberando Orleans, óleo de Jules Lenepveu, Panteón de París.

Una joven iletrada nacida en Domrémy, llamada Juana de Arco, creía haber sido elegida por Dios para librar a su país de los ingleses. Con 17 años de edad, consiguió reunir un grupo de soldados y librar en 1429 a Orleans del asedioinglés.

La victoria de Juana motivó y concientizó a soldados y campesinos franceses, les mostró un camino a seguir y un líder a quien imitar. A este triunfo de la Doncella de Orleans (como se la conoció desde entonces) siguieron otros, como los de Troyes, Châlons y Reims, donde, en presencia de la joven, Carlos VII fue formalmente coronado.

A partir de este punto, la campaña militar de Juana comenzó a recorrer una espiral descendente: fue traicionada por su propio rey y finalmente, cayendo en desgracia, fue capturada en 1430 por las tropas de Juan II de Luxemburgo-Ligny que servían al duque de Borgoña, Felipe.

Los jefes militares franceses, envidiosos del éxito de la joven, habían estado conspirando a sus espaldas. Temían el ascendiente que Juana estaba tomando sobre el rey Carlos y, sobre todo, les aterrorizaba el hecho de que la intervención divina (a través de Juana) estaba convirtiendo la guerra feudal que era la guerra de los Cien Años en una lucha nacional y popular.

Fue entregada a los ingleses, juzgada por la Inquisición bajo la acusación de hechicería, condenada a muerte y quemada en la hoguera en Ruan (1431).

Francia se hace más fuerte

La situación se volvía complicada. Francia tenía ahora dos reyes. Coronado Carlos VII en Reims, los ingleses entronizaron en París a su propio rey, Enrique VI, apoyado solamente por Felipe de Borgoña. Con inteligencia, los franceses partidarios de Carlos llegaron a un acuerdo con Felipe, remarcando aún más el aislamiento en que se encontraba Enrique. Este episodio sucedió en 1435 y se conoce como Tratado de Arras.

Inglaterra necesitaba imperiosamente a Borgoña como aliado militar. A falta de él, los carolinos atacaron y ocuparon París al año siguiente.

Como precaución en caso de que el conflicto se prolongara (medida clarividente, porque el fin de la guerra tardó aún veinte años en llegar), Carlos VII aprendió de los errores de su antecesor y, reestructurando profundamente al ejército francés, logró dotar a su corona de un ejército permanente por primera vez en la historia. Francia lograba así una fuerza militar profesional, entrenada, preparada siempre para entrar en acción y aguerrida, en vez del grupo desorganizado de entusiastas caballeros y campesinos feudales que se reunía de cualquier modo en los momentos más inesperados, y que había favorecido al éxito enemigo en tantas oportunidades.

Como es lógico, la reforma militar no tendría éxito si no se acompañaba de profundos cambios en la economía, la infraestructura, las finanzas y la propia sociedad. Habiendo reconstruido las finanzas del reino, Carlos mandó construir un impresionante conjunto de fortificaciones militares, canalizaciones hidráulicas, puertos seguros y una mejor y más consistente base de poder para sí mismo.

Luchas internas en Francia

Los ingleses no eran el único problema de Carlos VII: el hambre y las pestes venían persiguiendo a su dinastía desde el principio mismo. El comienzo del siglo XV había encontrado a toda Europa sumida en una profunda crisis económica cuyas causas permanecen ocultas incluso para los historiadores del siglo XXI. Esta crisis se había ensañado particularmente con Francia (campo de batalla de largas y furiosas guerras y reyertas) y afectaba en especial la producción agrícola y el comercio, que en el siglo XIII habían significado tanto para Europa.

Ahora, tras los centenarios saqueos e incendios provocados por los invasores, Francia pasaba hambre una vez más y, como parece lógico, la peste volvió a hacer su aparición.

Así, los nobles de la Casa de Anjou, viendo que el monarca pretendía proseguir la guerra hasta las últimas consecuencias, comenzaron a conspirar contra él y convencieron a su hijo Luis (el futuro Luis XI de Francia) de que se plegara a la conjura.

Carlos consiguió sortear el peligro que amenazaba aislarlo y dejarlo sin poder. Para acrecentarlo, estableció una ventajosa alianza con Suiza y con varios reinos de Alemania. A pesar del respiro que este apoyo le procuró, Carlos sin embargo era consciente de que continuaba gobernando un país inestable, muerto de hambre, que ya casi no producía cereales, cercado por la peste y con la siempre presente espada de Damocles representada por su poderoso vecino inglés que en cualquier momento podía decidir invadirlo y atacar de nuevo.

Los problemas de Inglaterra

Su enemigo, sin embargo, no se encontraba en mejor forma: de la soberbia victoria en Agincourt habían pasado a la humillante derrota de París.

Enrique VI era aún menor de edad, y afrontaba problemas parecidos a los de Carlos: luchas, recelos y rivalidades entre los nobles y príncipes reales de su casa.

Buscando serenar la situación internacional, el joven rey solicitó y obtuvo la mano de Margarita de Anjou, sobrina de su rival Carlos VII, con la que se casó en 1444. Una vez casados, la posibilidad de una paz de compromiso basada en los lazos familiares se vislumbraba cercana.

Sin embargo, de las dos facciones en que se habían dividido los ingleses, una estaba en favor de la paz (encabezada por Juan de Beaufort, duque de Somerset). Pero la otra preconizaba la guerra y su prosecución hasta el exterminio. Sus jefes eran Humberto, duque de Gloucester y Ricardo, duque de York.

Para colmo de desgracias de los ingleses, Enrique VI comenzó a seguir los pasos de Carlos VI, el padre de su enemigo. Poco a poco comenzó a mostrar síntomas de locura, que pronto se convirtieron en una clara, permanente e incapacitante demencia.

El fin de la guerra y la victoria de Francia

Las reformas y mejoras realizadas por Carlos VII rindieron sus frutos: lentamente la presión francesa comenzó a hacer retroceder al enemigo y fue poniendo sitio y reconquistando, paso a paso, todas las posesiones inglesas en tierra francesa.

Sin el apoyo borgoñón, los ingleses debieron entregar Normandía en 1450, después de la Batalla de Formigny, y con la Batalla de Castillon la preciada Aquitania en 1453. Ese año, que hoy se considera el del final de la guerra, la única posesión que se permitió conservar a los ingleses fue la ciudad costera de Calais.

Una vez desaparecidos los motivos del conflicto, la guerra terminó silenciosamente. Ni siquiera se firmó un tratado que certificara la paz añorada pero nunca alcanzada durante más de un siglo.

GUERRA DE LOS 100 añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora