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El pelirrojo seguía viniendo, le pedí que no me regalara nada, y que dejara de venir.

No soportaria ver a otras personas morir por mi culpa, aunque en ese entonces no lo demostraba.

El no era de hablar mucho, simplemente actuaba.

No sabía si me había entendido, pero nunca más trajo un animal o un regalo.

A ese fin de año, otro infierno de acercaba.

Era mi vida, ya había sido condenado desde el momento en que naci.

Estaba frente a 5 personas, entre todas, había una que tenía valor para el negocio, y las demás no eran importantes.

Yo debía matar a las que no eran importantes.

Sus descripciones eran demasiado obvias, pero ese era el punto, muchos tenían familias, amigos, hijos, y luchaban por vivir, no era su culpa, pero era mi vida o la de ellos.

Desde que era niñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora