3 de Noviembre 1824

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Era un día lluvioso. La niebla flotaba alrededor de las copas de los árboles y olía a tierra húmeda. Comparado con Londres, mi ciudad natal, este paisaje era más colorido y vivo, por mucho que lloviese. Se oían sonidos maravillosos como el cantar de un ave, el rugido de una pantera o las gotas de agua al caer sobre las hojas de las exóticas plantas. Sólo había que cerrar los ojos, escuchar atentamente, y sentir la presencia de la madreselva. 

En el corazón de la selvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora