Capítulo 1: El principio del Fin

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"Patría, dulce patría"
Felicidad, eso era lo que sentías en ese momento. Hacía ya mucho tiempo que no pasabas tiempo con tú amada gente, bueno en realidad la mayor parte de seres que amabas, pero esa noche había sido regocijante en todos los sentidos, bebiste, bailaste, reíste hasta que el estómago te doliera y lo mejor sin tener que pasar demasiado tiempo al lado de "tú pareja", no sabías en qué momento se había ido, tampoco sabías en donde estaba y ni te importaba. Tú mente sólo tenía un objetivo, ir a tú despacho para tomar algo de trabajo para pasar el fin de semana en tú amada casa en la que tampoco pasabas mucho tiempo, alejado de él. Llegaste al pasillo escuchando unos ruidos extraños, creíste que eran unos indecentes haciendo cositas en algún otro despacho, pero cuando te diste cuenta que los sonidos venían de tú oficina sentiste que la sangre comenzaba a calentarse, con tú llave giraste el picaporte notando dos figuras encima de tú escritorio, el ceño se te frunció apretando los puños como para intentar calmarte, al parecer estos ni se habían percatado de tú presencia por lo que, más tranquilo carraspeo notando como ambas figuras se paraban en seco, notando los ojos azules ahora sin lentes del que se supone era tú esposo separándose de un rubio quien recién había volteado. Encendiste la luz, notando como de inmediato se separaban haciendo un horrendo sonido que sólo logro incomodarte, haciendo que la mandíbula se te tensara. No te extrañaba en lo absoluto, ya lo sabías, ya era chisme de muchos medios de comunicación, pero sinceramente eso ni te molestaba, ya no. Caminaste a un mueble donde se supone estaba el trabajo tomando el folder abrazando el objeto como si este fuese a romperse, pero la verdad sólo tratabas de darte apoyo a ti mismo. Cuando volteaste notaste como el oji-azul se vestía con torpe rapidez, con los ojos algo abiertos.
-el problema no es tanto que me estés poniendo el cuerno. . .pero si lo ibas a hacer ¿por qué chingados lo haces en mi maldita oficina?-siseaste como si fuesen tus palabras veneno, los mayores se quedaron callados, te acercaste a la puerta y escuchaste unos pasos-ni se te ocurra dar un paso más si no quieren que mañana a primera hora se entere el mundo entero de esto-amenazaste viendo de reojo a los que se encontraban ahí-no te quiero ver en mi casa Alfred...porque si lo haces se te va a aparecer Juan Diego-sentenciaste. El otro iba a reclamarte pero fue detenido por el de ojos verdes, viste tu escritorio todo desordenado y sucio cosa que te hizo fruncir el ceño haciendo que tus ojos se volvieran un poco rojos-quiero que limpien sus porquerías y no me dejen ninguna puta evidencia o vamos a tener muchos problemas-saliste dando un portazo, caminaste con calma por si habían paparapsis presentes pero por la lentitud miles de recuerdos azotaban tu mente y sin importarte más, cansado de fingir caíste de rodillas temblando ligeramente por la rabia, todo lo que habías padecido todo ese tiempo, fingiendo hasta caer desmayado de tanta presión, esas burlas del mayor, sus maltratos y tú como un imbécil siempre tratando de mantenerte al margen frente a todos "respetando" a todos y ese imbécil poniéndote el cuerno en tú oficina, sabías que te lo ponía, pero el hecho de haber ensuciado el lugar donde pasaste por tanto, tus ojos se estaban volviendo de color rojo, hasta tal punto de brillar como si fuera sangre, la tierra del lugar comenzó a temblar y cuando ibas a golpear la misma una mano toco tu hombro, miraste de reojo a quien se encontraba atrás de ti haciendo que tus ojos se volvieran verdes de nuevo, al ver a dos pequeñas quienes te miraban preocupadas, miraste a los lados y te encontrabas rodeado por tu gente quien te miraba igual que las infantes, sin temor alguno de poder ser lastimadas por ti, contra tú voluntad lagrimas se acumularon en tus ojos cayendo sin poder contenerlas, agachando la mirada, los presentes ya se imaginaban lo que ocurría no era para ellos un secreto que las cosas con la nación vecina del norte estaban muy mal. Desde el comienzo lo estuvieron pues la supuesta relación que llevaban ya hace mucho tiempo los que salían con todas las de ganar eran los del norte. Sin poder evitarlo se acercaron más a su nación hincándose, sabían que era en parte su culpa esa situación, ya que les daba parte miedo, parte pereza deshacer esa unión haciendo sufrir a su país, las infantes lo abrazaron con cuidado siendo correspondidas por la nación tratando de protegerlas, los más grandes estaban haciendo un círculo alrededor de la nación tratando de proteger a la misma, todo era un silencio total y como nunca en aquel 16 de septiembre era un silencio que parecía más una promesa silenciosa de compromiso entre ellos mismos, la calle se encontraba llena por la fiesta logrando que mucha gente aceptara ese compromiso en su corazón.
"Oye el grito que brota del pecho

detodos tus hijos que sufren por ti."

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