10.

91 9 0
                                    

Querida mía.

Vuelvo a escribir estas cartas que probablemente no lo leerás.

Aquél día fue genial, me encantó tenerte entre mis brazos, sentirme amado por ti. Nada es eterno, te dejé en tu casa y volví a la mía.

Después te llamé pero no atendías, sé que la última vez que te deje sola pasaste por un momento difícil y no quise arriesgarme.  Fui a tu casa, saliste con los ojos llorosos, un semblante frío y una mirada totalmente desgraciada. Había tanto dolor en su ser.

Te pregunté que pasaba.

Dijiste que todo estaba mal.

Te abracé.

No me correspondiste, estuviste solamente ahí parada.

—Todo estará bien. Aquí estoy.

Lloraste.

Sequé tus lágrimas.

Te pedí que me contarás lo ocurrido, no quisiste, intenté persuadirte pero aún así te mantendré firme alegando que no lo entendería y que el tiempo no era suficientemente largo para completar.

Suspiré resignado.

Te llevé a tomar un café para calentar tus ánimos.

No me besaste.

No me tomaste de la mano.

Ni si quiera me intentaste mirar.

Cada vez que quería tomar o rozar tu piel sentía tu tensión. Algo andaba mal.

Al final te regresé a tu hogar.

Te detuve, te besé.

Tan fría como hiel.

Tan delicada y rota.

Tan triste y vacía.

Tan amarga.

Cariño, fue el beso más agridulce que probé.

Rise Again.  [H.S II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora