No pienses en voz alta.

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Los pasos calmos y suaves apenas se escuchaban sobre los suelos de mármol, el susurro gentil de la túnica al moverse cesó cuándo llegó a las puertas del cuarto del Rey. Ja'far empujó las mismas sin pedir autorización del monarca, internándose con el sigilo que caracterizaba al ex asesino.

Se encaminó hasta los grandes ventanales y empujo las cortinas, dejando que la escasa luz solar de aquél día nublado ingresará al cuarto.

Sinbad no despertó por la baja alteración luminosa como debía suceder cuando el sol solía golpear su rostro y lo obligaba a retornar del mundo de los sueños.

—Sin... Es hora de despertar. —Informó, escondiendo sus manos en el interior de las holgadas mangas como era habitual, desplazándose hasta llegar al armario, abriendo el mismo para retirar las prendas de ropa que el rey utilizaría aquel día. La queja escapó de los labios de Sinbad cuando se vio forzado a despertar.

—¿Por qué me has despertado tan temprano? —Preguntó, dejando ver la desnudez que apenas y cubría las sábanas protegiendo lo justo y necesario. Ja'far estaba acostumbrado a aquella vista desde su joven edad así que no le perturbaba en lo absoluto.

Los ojos verdes del consejero brillaron con enojo. —Tienes asuntos que atender.

—Está nublado. —Se quejó. Sentándose en la cama. Ja'far no pudo reprimir la sonrisa que se asomo en su boca.

—¿Qué excusa es esa? Anda, arriba. No hay mucho para el día de hoy. Si acabas pronto, dejaré que escojas una actividad para hacer juntos —Los ojos almendrados de Sinbad brillaron con malicia. Ja'far estaba casi arrepentido de sus propias palabras. Casi.

—No puedes retractarte.

—Solo si haces tu trabajo como debes y en orden. Nada de estar alocado ni bebiendo. —Advirtió con severidad en su expresión. El rey afirmó, para luego reírse. —¿Cuál es el chiste?

—Soy el rey, estoy al mando, pero aun así, sigues manipulando a este hombre a tu antojo. —La expresión de Ja'far era realmente un poema, sus pecas se volvieron más visibles un poco cuando su rostro tomó un color rojizo.

—Dices disparates. —Declaro, escondiendo parte de su rostro detrás de las manos cubiertas por la prenda de ropa. —Simplemente cumplo con mi misión. Regañarte es parte de ella, lo he hecho por años, ¿Ejercerá su autoridad sobre mí como rey y hará que me detenga ahora?

—Ni aunque te lo ordenara dejarías de regañarme.

—Tienes un punto. —Aprobó. Logrando robar una nueva carcajada melódica de Sinbad.

Ja'far prefería hacerse cargo con todo lo que respectaba a su rey. Sus baños cuando estaba lo suficientemente herido para no hacerlo por sí mismo, vestirlo cuando eran ocasiones públicas. Si podía evitar que cualquier otra persona posara sus manos sobre la piel morena del Partheviano. Obviamente no lograba evitar que el rey se fuera de fiesta y causaron algunos estragos en su corazón enamorado.

Habían tenido algunos extraños encuentros íntimos, muy a pesar de que no lograba ponerle un título a eso que ambos hacían. Y todos ellos venían a su mente cuando observaba al hombre desnudo frente a sus ojos. Y es que vamos, Sin era la clase de hombre que cualquier persona desearía en su vida. Ja'far daría fe de ello sin vacilaciones. Aquel cuerpo era magnífico y sus cicatrices solo lo hacían más interesante y apetecible.

Aquella personalidad luminosa provocaba que cualquiera deseara seguirlo. Él era la prueba viviente.

Muy a su pesar, sabía que para Sinbad sus jugueteos eran solo pequeñas bromas que llevaba a cabo con alguien a quien conocía de muchos años.

—¡Ja'far! —El muchacho de pálidos cabellos dio un gentil brinco cuando su cuerpo fue sacudido, regresando al mundo real. En algún momento se había perdido en sus propios pensamientos y Sinbad aprovechó para vestirse. Lástima pensó. Era una excelente vista. —¿Estás bien?

—Si. Solo pensaba que si no te apuras, se nos enfriará el desayuno. —Declaró. Antes de ser traicionado por sus pensamientos y soltar más de lo debido.

—Ja'far. —Escuchó a su rey llamarle nuevamente. El chico regresó su vista al hombre en la habitación alzando una de sus blancuzcas cejas en una muda cuestión. —Si era realmente una excelente vista, no me vestiré la próxima vez. —Prometió el hombre, antes de acortar la distancia y dar una palmada en el trasero del general al pasar.

Ja'far se quedó paralizado en su lugar escuchando la risa del Rey que había abandonado la habitación dejando a un general muy avergonzado, reprochando su propio descuido.

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