El crujir de sus huesos cuando se estiró fue algo sonoro. Ja’far frotó sus ojos verdes con la punta de sus dedos antes mirar la organización de papeles sobre su escritorio. Estaba cansado, pero por fortuna, sus deberes para ese día estaban finalizados, podría tomar un largo baño luego de la cena y no regresar a aquel estudio.
La puerta de su despacho se abrió. Ja’far sabía que el único que entraría sin autorización era Sinbad, pues el rey tenía la suficiente confianza como para ingresar sin temor a que el General le acuchillara.
—Es hora de cenar. —Anunció. Las pálidas cejas del chico se alzaron con asombro. No era habitual que Sinbad hiciera esos recados. —Cenaremos en otro sitio. —Le ilumino. El ex asesino alzó ambas cejas ahora curioso.
—¿Porque?
—Porque debemos tener una cita. —Jafar se hubiera soltado a reír ante las palabras del Rey, si no fuera por que el asombro le gano y su rostro se azoró.—¿Por qué?
—¿Otra vez tienes cuatro años, Ja’far? —La broma del hombre le hizo avergonzarse aún más y golpeó al rey con el libro que tenía a su mano en respuesta. —Ya, ya. No te enfades. Ven. —Si los colores no habían tomado todo su rostro antes, ahora posiblemente este arderia, pues la mano del Partheviano tomo la suya y lo sacó de aquella habitación que en algún momento, quedo a oscuras.
No era nada sorprendente que Ja’far caminara paso a paso junto a su rey. La unión de sus manos yacía escondida bajo la túnica que el General portaba. El peliplata únicamente se dejó guiar por el conquistador de calabozos hasta llegar al cuarto del mismo.
—¿Cenaremos aquí? —La confusión parecía ser su mejor amiga aquella noche, Sinbad no dejaba de asombrarlo.
—Síp. —Y Sinbad abrió las puertas del cuarto como Ja’far acostumbraba hacer para él chico y lo obligó a entrar primero. —Me tomo algo de tiempo pero quería sorprenderte un poco.
Ja’far podría preguntar porque el rey quería sorprenderlo, las velas blancas en el suelo conformaban un camino iluminado hacia la cama donde algunas bandejas reposaban a la espera con abundante comida. La vasija con alcohol y los ojos verdes del menor brillaron cuando sus ojos llegaron a la corona de flores que reposaba sobre la cama.
El amaba las coronas de flores, aún que no era algo que todo el mundo supiera y aunque Sinbad era la causa de su amor por ellas, no esperaba que este lo supiera realmente.
Las manos del Rey le envolvieron, abrazándolo desde la espalda y sujetando su cintura. El general sonrió con emoción renovada, notando el calor formarse en sus mejilla nuevamente. —¿Te gusta? —El más pequeño no confiaba en su propia voz, así que decidió mover la cabeza en tono afirmativo.
En algún momento, las manos de Sinbad volaron hasta su cabeza, retirar el tocado que le coronaba, dejando ver los claros cabellos en toda su extensión.
—¿Sin?
—Shh...—El rey dejó el turbante a un lado, tomo su mano y guio hasta la cama donde ambos tomaron lugar. Sinbad sujeto la corona de flores y con suavidad la colocó sobre su cabeza, acomodando los cabellos despeinados en el proceso. —La belleza que posees es incomparable.—Prometió. El Exasesino sabía bien que aquellas no eran las palabras que Sinbad usaba con las mujeres que coqueteaba irremediablemente. Se escuchaba diferente, quizás por la situación o por aquella relación clandestina que ambos estaban felices de llevar.
Al principio, Ja’far simplemente negaba las palabras del Rey y golpeaba su brazo o alguna cosa, avergonzado por aquellos piropos que el hombre emitía a su persona. Con el paso del tiempo comenzó a aceptar aquellas palabras por que para Ja'far, aquel hombre frente a él era todo.
Sinbad se vio asombrado cuando una de las manos del general le impidió alejarse cuando tuvo la intención de levantarse para buscar alguna cosa que ya no tenía importancia. Ja’far le miraba aun arrodillado sobre las suaves sábanas. El veinteañero alzaba su rostro lleno de pecas, sonrosado por la pena.
Cuándo el menor afirmó el agarre en sus ropas y tiró suavemente de esta en una muda petición. Sinbad sonrió encantado antes de pasear su pulgar contra la mejilla del muchacho, inclinándose sobre él.
Sinbad recordaba el primer beso de ambos; Ja’Far no tenía experiencia alguna en ello, lo sabía por la forma en la que tembló y se movió entre sus brazos como un pequeño gatito tembloroso. Ahora era diferente.
Ja’far tenía la experiencia suficiente para un beso más adulto y provocador. Justo como el de ahora, que si bien, era lento, Sinbad notaba como el menor tiraba de sus ropas para tenerle más cerca.
Ambos rieron cuando Sinbad cayó sobre Ja’far, quien acabo de espaldas en la cama, pero retomaron aquel baile de besos. Dedos deslizándose entre el cuerpo adverso y sus bocas unidas por aquel baile de besos.
Al Rey le costaba contenerse.
Ja’far era sin duda la criatura más encantadora y hermosa sobre el mundo, pero este no le permitía ir más allá de besos y caricias superficiales. Cuando la cosa se caldeaba, el chico frenaba todo aquello y evitaba que fueran más lejos.
No le molestaba, suponía que el chico aun no estaba listo para ese nuevo paso, así que en varias ocasiones era él mismo quien se refrenaba, buscando evitar que se sintiera incómodo.
Le causó risa como el pequeño se relamió los labios cuando se alejó de este, aquel pequeño e infantil mohín que se asomaba en los labios.
—Me gustan tus besos.
—¿Más que mi cuerpo?
—¡Oh, cállate!Y la risa de Sinbad se escuchó por toda la habitación.
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Cuentos de un amor.
ФанфикHistorias cortas sobre la relación que Sinbad y Ja'far tienen.