—¿No te parece raro estar sentada con un desconocido en el "Fin de Todo"?
—¿Te parece raro a ti?
—Si, pero esta era la calidez que necesitaba.
—La gente no nos entiende, deberíamos huir.
—O podríamos simplemente quedarnos aquí.
El diario de lo que nunca había ocurrido llenaba sus hojas con las palabras que esas dos almas inocentes pronunciaban a medida que transcurría la noche, los espacios en blanco entre cada palabra representaban los sentimientos que ambos decidieron mantener ocultos. Pronto todo terminaría y regresarían a sus casas con una sensación de inconformidad, pero estarían menos solos que antes.
Llovían estrellas, cada una de ellas era una anécdota, una sonrisa, el impulso de querer tomar la mano del otro y nunca soltarla. Al impactar contra el suelo las estrellas se volvían polvo, era el miedo de no poder encontrar esa calidez en sus hogares o en sus amigos, nunca más.