II. El aspecto de la deidad del amor

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Jungwoo tuvo una mañana turtuosa, porque a su esposo se le antojó tratarlo sin nada de cuidado y el cariño entre ellos, realmente jamás existió. La divinidad del amor, quería huir y jamás volver, ya no quería sufrir y mucho menos quería volver a tener esas horribles manos encima. Pero era incapaz de hacer algo y toda su vida sería la de soportar el mal trato de parte de su esposo quien se supone que debía cuidarlo y amarlo. Eso no existía en el vocabulario del herrero y Jungwoo solo se resignaba a ser mordido, golpeado, empujado, se dejaba manipular y corromper, porque ya estaba al límite y eso era lo que buscaba. 

El límite para un dios. 


"¿Acaso estoy descompuesto?" Pensaba Jungwoo mientras se miraba al espejo. Su reflejo de un joven con facciones refinadas, con infinita gracia, ojos perlados y pestañas finas, los labios perfectos que por mas desgastados por mordidas y succiones, no dejaban de ser tersos y puros. Así sentía más cómodo aunque a su esposo poco le importaba lo que Jungwoo quería, así que siempre le pedía a gritos que optara la forma de una mujer con cuerpo hermoso. 

Siempre que terminaban, se sentía sucio, tan sucio que creyó poder bañarse de sus lágrimas y ni así podría recuperarse. 



Las lágrimas de la deidad del amor son fuente de vida, logran curar enfermedades y hacer que crezcan prados enteros y ahora eran la fuente de los sentimientos de Doyoung. 

Este estaba totalmente incrédulo por lo abatido que se encontraba, tan solo por haber descubierto que tenía fuertes emociones por alguien y peor que todo, por alguien casado. Y no eran la ira u odio, ni mucho menos sed de victoria ni de venganza, eran genuinos sentimientos de cariño y devoción, acompañados de frustración y tristeza, cosas que desde que había nacido, jamás había experimentado, ni siquiera cuando sus padres lo despojaron de su estadía en el Olimpo. 

Las circunstancias eran bastante crueles para el dios de la guerra y no esperaba menos, probablemente su destino era simplemente la lucha y la muerte. No el amor.

Doyoung estaba enamorado, todo por un perfume.


El dios de la guerra estaba solo en esto, podría haber buscado ayuda con algún sabio, en cambio solo se dejó llevar por la mera necesidad de toparse con el ser que inundaba sus sentidos. Tan solo mirar de cerca, aunque sea una vez, eso deseaba. 

Cuando regresó a la guarida del dios herrero para que se le entregaran sus objetos de lucha, se transformó en un halcón y se mantuvo oculto durante toda la noche al asecho de cada movimiento del herrero. Así, cuando sus labores concluyeron se encaminó a su hogar y Doyoung lo siguió a hurtadillas volando sobre él hasta llegar a las afueras de un frondoso bosque y en medio de él un espacio paradisíaco que ningún humano podría ver. Optó por mantener distancia y de nuevo esperar para descubrir los hábitos y horarios del herrero. 

Fue un día largo, la curiosidad y la adrenalina hicieron que se sintiera ligeramente indigno, un dios como él, ¿era capaz de sentirse de esa manera? ¿Se lo podía permitir? 

Cuando el sol ya se había cansado de permanecer en el cielo y se dirigía a reposar, bajando para esconderse en el horizonte, el ahora rival de Doyoung se marchaba de su hogar para regresar a su trabajo diario para abrirle paso al ansioso dios.

Nunca pensó lo mala idea que sería el irrumpir en aposentos que no le pertenecían, pero a parte de que su carácter hacía que eso le importara poco, estaba bastante cegado por su necesidad de encontrarse con quién anhelaba. Parecía que su cuerpo se movía solo y esto era poco común de aquel que podía crear meticulosamente ataques de combate fuertes y efectivos. 


JungWoo se sobresaltó, le llegó un olor poco común, pero uno que disfrutaba a escondidas.

-Dios de la guerra.

Supo en seguida quién era, por su característica huella, el que desprende la sangre en sus prendas, mas sin embargo no quitó la sorpresa de su inesperada visita o mejor dicho, de su intrusión. 

JungWoo se sacaba el rosto lloroso al momento de ver al imponente hombre frente a él, dado que no quería demostrar esas fachas, seguidamente recuperó su cuerpo de doncella, el que estaba acostumbrado a usar cuando su esposo estaba en casa, la cual creyó ser la mejor forma de presentarse ante el dios de la guerra. 

-Deidad del amor, por favor, opta el aspecto que más te plazca.

Dijo Doyoung sin saber qué estaba haciendo exactamente. A decir verdad, este solo miró por unos segundo la forma humana y masculina que se encontró cuando recién había entrado al lugar, segundos clave para quedar absorto por su totalidad, así que cuando JungWoo le hizo caso y regresó a ser "su yo verdadero", Doyoung logró admirarlo mejor y pensó que ni siquiera la vista hermosa de toda Grecia desde lo alto del monte Olimpo se comparaba con la belleza de la divinidad frente a él. 

JungWoo se mostraba tímido porque creía indebido mostrar esa apariencia y le tenía un poco de temor a Doyoung pero por otra parte, en definitiva le agradaba estar de esa manera así que prefirió hacerle caso. 

-¿Cuál es el motivo de su visita? Seguramente vino al encuentro de mi esposo.

Eso dejó helado a Doyoung, tenía un remolino de emociones al recordar que este ser tan precioso lo tenía loco y sin palabras y que era imposible que estuvieran juntos porque ya pertenecía a alguien más. Alguien que no valoraba en nada el honor de estar a su lado. Doyoung, una vez más se dejó llevar por su instinto y quiso posar su mano en el hombro de quién era un poco más bajo de altura pero no tanto como para que pudiera perderse con facilidad en sus ojos. En cambio JungWoo actuó por costumbre y se apartó, con miedo a ser lastimado, fue un movimiento automático de defensa personal.

-Él te lastima, ¿cierto?

Dedujo Doyoung por la postura tan frágil que JungWoo tomó al momento de casi entrar en contacto. 

Allí fue que se dio cuenta que no importaba que tan malicioso podría ser un dios, no importaba si eras dueño del inframundo o de los cielos, un dios también puede ser frágil y sensible, también puede quebrarse y sufrir.

Cayó en cuenta que toda esta eternidad que vivió encerrado en un caparazón de brutalidad y discordia solo lo habían moldeado para aferrarse a la pelea, nadie jamás le había avisado qué era sentir este gran amor. 

Volvió a intentar posar su mano en JungWoo y logró darle una caricia en el rostro que fue bien recibida. Por instantes creyó que sus gélidas manos no debían tocar a este ser pero cuando su tacto interactúo con aquella piel angelical supo, que no lo iba a dejar ir, sin importar nada.

-Déjame protegerte, juro que jamás te haré daño. 

JungWoo se esforzó para no sollozar, dado que, desde que fue entregado a las fauces del dios herrero, nadie lo había tratado con tal amabilidad. 

Tantas ofrendas de mil y un valores no eran nada comparados con el susurro que acababa de recibir del dios de la guerra. Fue indescriptible la sensación de esa caricia y parecía, que ambos estaban muertos por dentro, y solo por ese lapso de tiempo revivieron.

Los dioses no le pueden rezar a nadie y por eso solo les queda el lamento, sin embargo JungWoo sintió que Doyoung le llegó tal como si alguien escuchara sus plegarias. 



Ares y Afrodita// NCT~ DoWooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora