Panda tears

2.3K 172 50
                                    

Era una mañana cálida, Wu YiFan se revolvía bajo las sábanas y se tapaba los ojos ya que los primeros rayos de sol se colaban por las translúcidas cortinas y lo molestaban. Rodó hasta el lado contrario de la cama y abrió los ojos. Un día más en aquella montaña estaba a punto de comenzar. Se incorporó y suspiró, salió de la cama y fue a por su bata. Recogió su cabello en una alta coleta y salió a los jardines, donde se encontraba la lápida de su maestro. Cambió las flores y rezó durante cinco minutos, acto seguido se levantó y fue a preparar el desayuno de siempre: arroz, pescado y un té. Una vez terminó se quedó mirando al tazón con agua que tenía delante y se tocó la cara. Era diferente y por ello no podía convivir con las personas, decían que no era humano y lo llamaban monstruo. Tocó sus puntiagudas orejas y recordó cuando de pequeño intentó cortar los picos de éstas porque se sentía rechazado. Estaba llorando cerca de una fuente, con un cuchillo ensangrentado en el suelo, fue entonces cuando apareció Chew, un hombre que rondaba los cuarenta años. Se arrodilló y le preguntó al joven Wu qué había ocurrido. Al escuchar su historia se apiadó del pequeño, y lo llevó consigo a su casa, donde lo educó como si fuera un hijo. Siguió tocando la forma de una de sus orejas y suspiró, se levantó y llevó todo lo usado a un cubo lleno de agua para limpiarlo. Había vivido en silencio y soledad durante todo aquel tiempo, el único contacto que tuvo fue con aquellas personas que lo rechazaban y con Chew, pero nada más, no sabía nada de relaciones humanas. Se vistió con ropas de color claro y salió de su acogedora casa para dar el mismo paseo de cada día por los bosques de bambú. Se sabía el recorrido tan bien que podría hacerlo con los ojos cerrados. Mientras el joven caminaba algo llamó su atención, un llanto. Se internó en el bosque y guiado por aquel llanto halló una cría de panda. Sonrió enternecido por aquel pequeño ser y se arrodilló ante él, colocó su mano en la cabecita del animal y éste paró de llorar, alzó la mirada temeroso, pero no hizo nada. Yifan cogió al panda en brazos.

—Hola, pequeño, ¿te has perdido? —preguntó calidamente. 

El panda lo miraba dubitativo e hizo un ruido. Yifan sonrió y se levantó. 

—Supongo que estás solo... como yo. —acaricia la frente de la cría— Podría... llevarte a casa, tal y como Chew hizo conmigo. —sonrió y besó la frente del pequeño ser, el cual acarició la mejilla del hombre con una de las patas.

Los días transcurrieron y Yifan fue acomodando ciertos lugares de la casa para el nuevo inquilino. Construyó una fuerte y resistente cuna de madera de bambú e iba cada día a recolectar bambú fresco para las comidas de su mascota. El panda cada día sentía más afecto por el humano y éste se sentía querido ya que el panda le demostraba su cariño con carantoñas. Las tardes las pasaban en el jardín, con agua fresca, bambú y arroz, observando el cielo y contemplando el anochecer. El día del cumpleaños de YiFan fue como otro día normal, se levantó por la mañana y preparó su desayuno y el de su compañero, dio su paseo y trajo más bambú a casa, limpió y ordenó las habitaciones y jugó con el animal.

— Aún no te he puesto nombre... y ya ha pasado tiempo. —comentó con la cría de panda sobre su pecho mientras lo acariciaba— Te llamaré... Tao —sonríe— es un nombre bonito, ¿no? Creo que te queda bien.

El panda, como si lo entendiera, lamió su barbilla, provocando que YiFan se riera. 

YiFan se sintió querido, mucho, por aquel pequeño panda, el cual fue creciendo a la par que los años pasaban y al mismo tiempo que un extraño sentimiento de soledad crecía dentro de Yifan, uno que nunca había sentido. Yifan comenzaba a ignorar al ya no tan pequeño panda y pasaba las horas mirando por la ventana la gran ciudad. El panda comprendía lo que ocurría, y por ello se sentía muy triste. Yifan ya había alcanzado una edad en la que era común formar una familia, y él, por mucho cariño que le diese, no era una familia. Dos seres, y menos cuando uno no es un humano, aunque vivan juntos, no se puede llamar familia. El panda se desplazó hasta el jardín y allí se sentó a mirar el anochecer, aunque esta vez era sin su amo. Imaginó a Yifan con una mujer, una mujer alta, hermosa y buena, y sus ojos comenzaron a humedecerse. El humano pasó por detrás del panda y éste alzó la cabeza ya que pensaba que se sentaría con él a contemplar el atardecer, pero el humano se marchó a dormir. Ni si quiera le había preparado la cena, lo que hizo que su corazoncito de panda sufriera más y que su estómago rugiese. Pero ahí se quedó, mirando al cielo oscurecerse, tanto como sus sentimientos. «¿Por qué huyes de mi? ¿Por qué no seré humano? Yo te podría dar el cariño que necesitas» El panda lloró durante la noche, y a la mañana siguiente su amo lo encontró tumbado en el césped, no se había movido de ahí. Como de costumbre, preparó ambos desayunos, el del panda lo llevó al jardín.

Panda tearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora